Cultura y artes
Qué duda cabe que todos los pueblos tienen conceptos propios que les definen. Pero qué duda cabe que los vecinos poderosos dejan sentir su influencia. Este pueblo del que hablamos, los fon, tiene ancestralmente sus propios métodos de hacer ver aquello que recuerda hechos y gentes o reglas y normas, como lo hacen y hacemos todos.
Tal vez ellos, sin ser los más poderosos, sí se les puede reconocer una manera muy peculiar de hacerlo. Recordemos que los dahomen, su nombre antiguo, provienen de la asunción de pequeños enclaves dispersos, aunados por unos migrantes llamados adja; los fon son tan dahomen como adja, aunque en el transcurso del tiempo, se hayan ido reencontrando, mientras que los adja, mas dispersos, han ido evolucionando. Eso se nota y mucho en su manera de hacer.
Como también conviene admitir la enorme influencia en todos, de los muy poderosos vecinos yoruba.
Los continuos vaivenes que por invasiones o asentamientos circunstanciales pasaron, hasta sentirse fuertes y crear su estado, les impulsó a probar a hacer lo que otros ya hacían pero demostrando ser más, lo que hicieron a conciencia. Si los otros ejecutaban a cualquiera nosotros más, pues la vida del que pasaba por allí o quedaba cerca y éramos más, era alguien propicio de ser capturado, bien para servir como esclavo, ser sacrificado, o cuando vinieron otros tiempos ser vendido a cambio de una suma sustancial, lo que se aunaba con el profundo temor a lo desconocido y con ello a la muerte.
Eso dio pie a rituales en los que a cada muerto por cualquier circunstancia, en batalla, accidente, ejecutado en un sacrifico o por malhechor, se le rendía un ritual, con libaciones y peticiones para que no tomara venganza desde el otro lado.
Animismo
No podemos olvidar la creencia muy extendida entre casi todos los pueblos de África, de que el cuerpo es el receptáculo de lo que ellos llaman Loa, el espíritu, o alma que decimos nosotros. Y que ese espíritu tiene como primera premisa, actuar sobre los vivos, beneficiando a sus allegados y perjudicando a quienes a estos o a él hayan perjudicado, para a continuación proveerse de otro receptáculo o cuerpo donde reencarnarse.
Este tema, sobre el que explicaremos cómo y porqué más dilatadamente, dio pie a que hicieran con sus restos, el cráneo principalmente, objetos litúrgicos que ahora se han convertido en ansiadas piezas de colección tenidas como arte.
Ellos, ante ese temor que al principio les infundía el haber matado a alguien, algo recurrente en todas las civilizaciones africanas y admitamos también aunque no nos guste, también en las nuestras, reverenciaban estos montajes colocándolos sobre altares, donde se les solicitaba exención ante la venganza pues había sido algo justificado, e incluso cuando algo salía bien, pensando que era gracias a su influencia, con peticiones de todo tipo, desde tener buena caza a que el niño se curase.
Y como informacion adicional, diga lo contario quien lo diga, su origen era atemorizar a enemigos, bandidos o indeseables, y nada mejor que aterrorizar para conseguir sumisión y poder llevar a cabo sus propósitos; y aunque ahora se venda o presente así, el morbo es un buen impulsor, nada que ver en origen con el vudú, que también fue algo que implantaron pero más con la idea de alianza con los poderes ocultos.
los conceptos yoruba y su religión
La falta de masa arbórea, el territorio tenía y aún tiene arboledas muy densas pero de bajo porte, les hacía recurrir a producir figuras de mediano o pequeño tamaño para representar a sus ancestros o cubrir esas necesidades iconográficas que todo pueblo tiene. A lo sumo y como elementos más voluminosos, creaban asientos al modo akan.
Al principio aunque estos eran tronos reales o meros útiles familiares, la penetración de los conceptos yoruba y su religión, sumado a sus conceptos sobre la reencarnación y la muerte, estos útiles, acabaron teniendo esa idea akan de ser receptáculos de dios si no el mismo.
Hay que hacer notar que la cariátide que se observa en primer plano es prácticamente igual a las que hacían los yoruba. A la derecha, un trono real, véanse los leones, con influencia postcolonial, monóxilo, en foto de 1950 de autor que desconozco.
Mayoritariamente en la actualidad, sus figuras ancestrales de madera, o están en grandes museos o colecciones, o las han reconvertido en objetos de culto vudú.
De igual manera, también a todas las que tienen con cierta edad, y como el culto crece y con él la necesidad de exvotos, aún se encargan hacer con ese fin. Eso implica agregarles múltiples adminículos, como envueltos a modo de hatillos guardando substancias orgánicas e inorgánicas, cadenas u objetos férricos, cauris o cualquier cosa que el sacerdote, acolito o creyente, piense que puede ser beneficiosa.
Objetos vudú de los fon
Si es difícil dislocar la religión del arte en cualquier cultura, en estas es imposible. Disculpadme por tanto que inserte a continuación explicaciones de para qué y cómo se utilizan estos objetos.
Esta pieza, como vemos en la foto, consta de un bocio, fetiche de madera típico de este pueblo. Sabemos que para ello el tallista, normalmente el herrero, actuaba a las órdenes del adivino o Fa, o del mismo oferente del rito, el Bokonon, solicitando previamente al árbol extraerle dicha madera, y el beneplácito para su ejecución.
el fetiche de madera
En la parte central, a base de cera, miel y látex de distintas plantas, todo bien amalgamado, se adosa un espejo que servía y sirve a los iniciados, como advertencia de que no deben interferir, ni inquirir, ni alterar el conglomerado, so pena de quedar el alma del reflejado en él, usurpada y a disposición del poder del fetiche.
Sobre el fetiche de madera, se adhieren dos botellas de licor blanco, ginebra especialmente, que para que surta el efecto previsto, preferentemente debe haber sido bebido por blancos, y conservar sus tapones originales. En ellas quedaran encerradas y a disposición del oferente, las almas o espíritus de los elegidos.
Las dos pequeñas figuras de madera ajustadas a dichas botellas, simbolizan a dichos personajes en su parte física, o Agbaza, aquella que quedará a merced de las indicaciones del bokonon, oferente.
Para que dichas personas sean reconocidas inequívocamente, se depositan en el interior de la calabaza adosada al conjunto, restos orgánicos de dichos individuos, como cabellos, uñas o cualquier otra materia orgánica proveniente de ellos.
Simbolismo
Todo ello queda convenientemente ‘atado’ con tiras de tejido bien impregnadas de substancias vegetales adherentes y otras, solo conocidas por el oferente, que le confieren protección y a la que se añaden cauris, como símbolo de estatus y poder, sobre todo lo cual se efectúan libaciones y sacrificios.
Remata la figura un paquete a modo de las auras que se ven en los santos católicos, puro sincretismo, que guarda en su interior el conjunto de potentes substancias mágicas que el bokonon ha introducido para conseguir sus fines. Estas substancias, hechas con sangre, aceite de palma, cerveza o restos de animales sacrificados, son básicamente lo que otorga el poder a la pieza.
Cuelgan de ella trozos de auyama, calabaza, símbolo de integración con la naturaleza y sus poderes. Explicada la parte material de los diversos componentes de la pieza, es complicado hacerlo sobre su utilidad.
La posesión y reencarnación
El pueblo fon, en Benín, mantiene unas creencias determinadas referentes a la posesión de alguien por otra personalidad anímica distinta y la creencia muy acendrada en la reencarnación.
Mientras, a miles de kilómetros, en Haití, los descendientes de este mismo pueblo fon, basándose en lo mismo, han elevado estas creencias, bien producto de autoprotección o para mantener el estatus de poder de sus oferentes.
Estando por otra parte, muy mediatizados por los constantes demandas que los turistas, antropólogos o historiadores de un día, han demandado, tras ver o creer los mitos que cuentos o películas han mostrado, siempre con la idea de hacer caja y unas veces hasta con cierto grado de entretenimiento aunque escasa veracidad.
Pueden presentarse ritos, donde determinados individuos son ‘poseídos’ y sus cuerpos sujetos a actos más o menos veleidosos o incongruentes y otros donde niños, aparentemente, y en esto sí que creen, son ocupados por los espíritus, Loa, de determinados difuntos que esperan turno para encontrar un cuerpo donde reencarnarse.
bokonon
Pueden presentarse ritos, donde determinados individuos son ‘poseídos’ y sus cuerpos sujetos a actos más o menos veleidosos o incongruentes y otros donde niños, aparentemente, y en esto sí que creen, son ocupados por los espíritus, Loa, de determinados difuntos que esperan turno para encontrar un cuerpo donde reencarnarse.
El termino zombi tiene un origen poco definido, proveniente casi con toda seguridad de la síntesis de varios vocablos africanos que unidos al francés y español, lenguas habladas por esa amalgama de gentes que formaban la población de Haití, conforman un lenguaje al que se denominó criollo.
Decíamos, que en origen, se utilizaba para conseguir que un individuo actuara como médium y trasmitiera sobre todo solicitudes y demandas a sus antepasados, del que algún hábil intermediador hasta daba respuesta. Después se consiguió que el difunto se corporizada en el cuerpo del abducido gracias al buen hacer del oferente o bokonon, que mientras duraba la ocupación tenía que dejar a mano los espíritus de los cedentes.
Los ritos de voudú o vudú, en Benín, tiene como fin conectar con los espíritus del otro mundo o reprimir las fuerzas malignas.
El vudú en los Fon
Para los fon, vudú es una deidad o espíritu deificado. Un iniciado buscará estar poseído por un espíritu, vudú, elegido por él, o en otros casos puede ser capturado por un espíritu, vudú, que le haya elegido. Sea como sea dependerá y buscará el resto de su vida a ese espíritu.
En sus creencias se dice que cada descendiente de un clan, es parte, de la parte no humana, espíritu, luego vudú, del antepasado fundador. Ellos por tanto creyendo en un solo dios, Mawu, tienen la idea de que todos somos dios o parte integrante de él, vamos, como casi todas las religiones cristianas.
Creen en la reencarnación, por lo que el alma del muerto, Loa, se reencarna en el siguiente niño nacido que este libre.
El tambor se utiliza siempre con un significado especial, y en las ceremonias de vudú inician el rito trasponiendo al iniciado en el trance que facilita al espíritu poseerle.
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