Introducción
Phillipe y Jean-Paul viven en Kasai, una vasta región en el suroeste de la República Democrática del Congo que se extiende desde la frontera con Angola hasta el corazón del país. Históricamente dominado por el pueblo Luba, su riqueza en diamantes ha sido saqueada durante décadas por sucesivos gobiernos desde la capital, Kinshasa, negándoles incluso el desarrollo más básico.
A pesar de su pobreza, Kasai era, hasta 2016, una de las regiones más pacíficas del país, su gente se aferraba a una libertad elegida y apreciada: el derecho a seleccionar sus propios jefes y vivir de acuerdo con sus propias costumbres. Pero en agosto de 2016, Joseph Kabila, el entonces presidente del Congo, de quien se informó ampliamente su ambición por los intereses mineros, se movió para eliminar esa libertad, en un intento por ejercer un mayor control sobre la región.
La intentona de tomar del poder falló, provocando una guerra civil cuando un subclan Luba* tomó las armas después de que el régimen de Kabila impidió que un líder local asumiera el liderazgo de Kamuina Nsapu y luego lo matara.
* Nota.- Los Lulua
Jean-Paul y Phillipe
Jean-Paul y Phillipe, aunque solo eran niños, fueron arrastrados por la rabia incipiente que se extendió por la región.“Vi a mis amigos unirse y luchar contra el ejército”, dijo Jean-Paul. Queríamos liberar el país”.
Cuando llegó la oportunidad de unirse a la milicia local, se ofrecieron voluntariamente, asumiendo la responsabilidad de corregir los errores cometidos sobre su comunidad asumiéndola sobre sus jóvenes hombros. “Respeta las reglas y estarás bien”, recordaba Jean-Paul lo que su padre le había dicho antes de irse con la milicia. “La magia te protegerá”.
Baby Police
Los comandantes no perdieron el tiempo y utilizaron la brujería para su propio interés. En el campo de batalla, desplegaron en primera línea del frente, chicas de tan solo siete años todas con vestidos rojos a juego. Agitaban sus ‘mágicos’ vestidos, para parar y recoger las balas del ejército, y proteger no solo a los niños que estaban detrás de ellas con sus rifles de caza, huevos y trozos de madera que se ‘convertirían en AK-47’, sino también a los hombres, armados con armas más adecuadas, que les habían criado. Los niños soldados, conocidos como ‘Baby Police’, fueron asesinados por miles, pero el número total no causaba estupor, a pesar de lo evidente. Y de todos modos, con la magia todo vale y siempre hay una explicación.
Jean-Paul dijo que creía que los niños que murieron sabían de su destino porque no habían seguido las reglas. Quizás habían comido carne, o habían tenido relaciones sexuales, o habían usado ropa interior mientras peleaban, explicó. Siempre iba a ser una lucha contra viento y marea.
la milicia del Kasai
A diferencia de las rebeliones que se cobraron millones de vidas en el este del Congo entre 1998 y 2003, la milicia del Kasai, conocida como Kamuina Nsapu, no recibió apoyo financiero ni militar de los estados vecinos. Por tanto, no les quedó más remedio que confiar en viejos fusiles ocultos por aldeanos simpatizantes locales, las armas capturadas en la batalla y, según la tradición de muchos grupos rebeldes congoleños, en la magia y los niños soldados. Yendo de aldea en aldea, establecieron sitios de bautismo, conocidos como tshiota, para adoctrinar a los niños reclutados.
En estos, aunque en principio católicos, los niños recibieron pociones amargas hechas con el polvo de la corteza de tres árboles, a menudo mezclados con sangre humana y huesos molidos. El resto, convertido en una pasta, fue untado sobre sus cuerpos con la promesa de que les daría poderes sobrehumanos. A veces, como en el caso de Jean-Paul, se tragaban tres hormigas rojas vivas antes de marchar alrededor de un fuego y cantar las palabras “En nombre de Kamuina Nsapu”, un encantamiento que entonaban repetidamente en la batalla.
La resistencia de Kamuina Nsapu
Puede que hayan sido superados en armas, pero incluso la élite de la Guardia Republicana del ejército parecía temer a la magia. A veces daban de machatazos a las chicas con sus vestidos rojos y a los chicos que arrojaban huevos. Pero a menudo se volvieron y huyeron. La resistencia de Kamuina Nsapu resultó ser una inspiración. Se formaron nuevos grupos rebeldes, a menudo por jefes que habían sufrido indignidades similares. El ejército y los políticos en Kinshasa respondieron creando sus propias milicias, provenientes de grupos étnicos diferentes a los luba que podrían usar su propia magia para enfrentarse a los rebeldes.
A medida que la guerra se fragmentó, adquiriendo un tinte cada vez más étnico, las atrocidades aumentaron, llevadas a cabo por todos los bandos. Los presuntos simpatizantes fueron ejecutados y las aldeas destruidas. Los informes de canibalismo abundaban. El ejército y sus milicias aliadas mataron a miles de adeptos a Kamuina Nsapu, más de la mitad de ellos niños, incluidos 3.000 solo en un período de nueve meses entre 2016 y 2017, según las cifras recopiladas por la iglesia católica del Congo. Los rebeldes mismos eran brutales también. Phillipe dijo que a su pelotón de “policías bebés” se les dijo que identificaran a los soldados capturados cuyo idioma los señalaba como orientales, y por tanto con vínculos étnicos con Ruanda, odiados por su anterior apoyo al gobierno del Congo.. “Si hablaban kinyarwanda*, teníamos que dispararles en el acto”, dijo Phillipe. “Los otros prisioneros los llevamos a los comandantes”.
* Nota .- Dialecto hablado en Ruanda en la frontera con el Congo.
Desastre humanitario en Kasai
La lucha desencadenó un desastre humanitario en Kasai. Cerca de 1.400.000, millón cuatrocientas mil personas huyeron de sus hogares y hoy, 3.800.000, tres millones ochocientas mil personas en la región necesitan asistencia humanitaria, incluidos 2.300.000, dos millones trescientos mil niños.La lucha interrumpió la agricultura, dejando a muchos, especialmente a los más jóvenes, en el umbral del hambre. Casi la mitad de los niños menores de cinco años en las cinco provincias de la región ahora están desnutridos, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef.
Cientos de clínicas y escuelas también fueron incendiadas. Seis de cada diez bebés en toda la región no están vacunados, y el 80 por ciento de la población no puede acceder al agua potable, lo que hace que los riesgos de una epidemia de salud sean terriblemente altos. La crisis solo ha empeorado en los últimos meses después de que la vecina Angola comenzara a expulsar a los ciudadanos congoleños que habían cruzado la frontera en busca de una vida mejor. Unas 750,000 personas han sido conducidas de regreso al Congo, ejerciendo una gran presión sobre los recursos ya limitados de Kasai, dice Unicef.
Kabila
La lucha en Kasai ha disminuido en los últimos meses, en parte porque el impopular Sr. Kabila, que se había aferrado al poder durante dos años más allá de su límite constitucional, finalmente cedió a la presión regional y renunció en enero. Se esperaba ampliamente que su partida restablecería el orden en Kasai, pero eso todavía está en juego.
El nuevo presidente del Congo, Felix Tshisekedi, es de extracción de Luba y es miembro de una de las familias políticas más famosas de Kasai. Algunas de las milicias de Kasai han dejado de luchar, esperando que el nuevo presidente finalmente le dé a la región un trato justo. Pero otros no lo han hecho y desconfían de la naturaleza de la victoria de Tshisekedi.
Muchos creen que ha cerrado un acuerdo secreto que le permite a su predecesor, cuyo partido aún domina el parlamento, la última palabra en el gobierno del país. En resumen, sospechan que el Sr. Tshisekedi no puede ser más que un títere y se preguntan si tiene el poder para abordar las quejas de Kasai, incluso si le importaba. Sin embargo, no hacerlo corre el riesgo de reactivar un conflicto que tiene tanto que ver con la riqueza como con los jefes.
Minas de Mbuji-Mayi
Kasai podría haber sido rico. Las minas alrededor de Mbuji-Mayi, la capital de Kasai-Oriental, produjeron más de la mitad de los diamantes del mundo en 1963. Pero la infraestructura de transporte se ha derrumbado. Los caminos están tan llenos de baches que viajar por tierra entre las ciudades de Kasai es casi imposible. Cuando llueve, los camiones se atascan en el barro durante días.
Una restauración de la estabilidad depende de si el nuevo gobierno puede sacar a la gente de la pobreza mediante la creación de empleos, dice el padre Jean-Collin Mpalanga, párroco de la iglesia de San Teófilo en Luambo, una ciudad a 140 millas al sur de Kananga. “Somos una sociedad que no ha recibido ninguna inversión”, dice, sentado en los claustros de la era colonial de la iglesia después de recitar misa. “Los inversores solo vendrán si hay electricidad y carreteras, pero la región está privada de ambos”.
“En un área que ha sido abandonada por tanto tiempo, la gente tiene grandes expectativas puestas en Tshisekedi. Pero si bien hay esperanza, también hay miedo porque esencialmente está conviviendo con el antiguo régimen, lo que podría bloquearlo”.
Kamuina Nsapu
Phillipe y Jean-Paul, cuyos nombres han sido cambiados para proteger sus identidades, han escapado de las milicias por el momento, pero su futuro está lejos de ser cierto. Phillipe, nunca tan comprometido con la causa como su amigo, dice que se escapó del Kamuina Nsapu, en la niebla de una batalla particularmente caótica.
Jean-Paul se demoró más tiempo, pero dice que comenzó a preocuparse por la gran cantidad de niños que fueron asesinados.
Él y los otros 14 niños en su pelotón llegaron a la conclusión de que su comandante no estaba siguiendo las reglas de la orden, invitando a la desaprobación divina a todos ellos. Una noche huyeron.
Readaptarse a la vida normal no ha sido fácil.
Phillipe se mudó dos veces con familiares en diferentes aldeas, pero en ambas ocasiones tuvo que huir después de ser identificado como un ex combatiente, el tipo de persona que muchos aldeanos no querrían para convivir entre medias de ellos.
Jean-Paul, después de vivir con un sacerdote por un tiempo, regresó a la casa de su padre. Pero cuando llegó al pueblo lo encontró desierto. El ejército lo había allanado en busca de simpatizantes de Kamuina Nsapu. En el piso de su casa, encontró a su padre tirado en el piso, golpeado duramente por los soldados. Durante una semana cuidó al hombre que lo había animado a ir a la guerra, pero sus heridas fueron demasiado grandes y murió en los brazos de su hijo.
Ambos niños están ahora en un refugio para niños en Kananga dirigido por una orden misionera de Bélgica. Aquí, la vida es más tolerable; hay juegos y lecciones y, sobre todo, seguridad y amor. Sin embargo, el futuro es precario para estos niños traumatizados. Adaptarse a la vida real es difícil y fuera del refugio, Kasai continúa a fuego lento”. No se han realizado esfuerzos reales para negociar con los grupos armados de la región o desmovilizarlos. Las milicias del gobierno todavía tienen armas y niños soldados en sus filas.
The Telegraph
Y hay informes de que los equipos rebeldes nuevamente están reclutando niños y niñas en respuesta. El personal congoleño en el centro hace lo que puede para ayudar a los ex niños soldados a hacer la transición a la normalidad. Pero muchos están más allá de la ayuda, institucionalizados por la brutalidad de la vida que dejaron atrás. Mientras existan las milicias, el señuelo será demasiado poderoso para que algunos se resistan, incluso para Phillipe y Jean-Paul aunque juran que nunca volverán a pelear.
“Muchos de los niños aquí tienen cicatrices mentales y físicas y no saben cómo adaptarse a la vida”, dijo Ivo Van Volsem, el sacerdote belga que dirige el centro. “Incluso ahora, cuando los niños se van de aquí y regresan a sus pueblos, vuelven a la Kamuina Nsapu”.
Hasta aquí el reportaje de The Telegraph.
Foto que creo del 2009. Desconozco al autor qué no he conseguido encontrar. Parece una pantomima, que está a caballo del juego de la realidad y de unas trágicas consecuencias que tan conocidas como habituales, han pasado a ser tomadas como espectáculo, con el fin de entretenerse y a poder ser sacar algúna notoriedad y beneficio. Mejor así, que no ser protagonista de alguna de esas otras tantas, drámaticas hasta el paroxismo, que circulan para quien las quiera ver. No estamos hablando del inicio de los tiempos ni de época de aventuras y entrega desinteresada al servicio de una fe. Estamos hablando de que el reportaje de The Telegraph del 2016, está latente y sus gentes en peor estado ahora que ayer.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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