La Costa de Oro
Ya en 1732 John o Jean Barbot señaló, no sin asombro, cómo vestían los hombres de ‘clase alta’ en la Costa de Oro:
“Tan solo llevan un lienzo sujeto a la cintura; un tocado de fina piel de venado en la cabeza y un bastón en las manos; en el cuello un collar de coral. Con tal hábito, semejan más hombres pobres que lo que son, ricos, aunque no sé por qué razón, pero demuestran la altivez del hombre que ostenta alto cargo”.
Claro, primero estaban acostumbrados a pasear habitualmente con lo más cómodo, sin traje ni corbata, pero además el grado de humedad y calor obligaban a ir en bañador como turista en Málaga o Alicante. No como él, esclavista francés afincado en Inglaterra y hugonote, o sea calvinista, estricta división del cristianismo.
Pretendemos que quien lea esto se interese y averigüe por su cuenta, y aunque podemos presentar un largo trabajo exclusivo sobre el textil en África, veamos aquí algunos ejemplos, esperando alguno lo complete, o nos lo pida.
Bogolán
Malí hoy, es cinco veces España. Y antes dentro y en los territorios aledaños, se dieron varios imperios. Era zona de gran influencia. Entre otros pueblos y los más conocidos fuera de África están los Dogón y los Bamana, a los que los islamistas llamaron Bambara, nombre con el que ahora se reconocen hasta ellos, pero que en realidad significa, ‘no creyente’, pues opusieron inauditos esfuerzos.
Hay una controversia de quién originó el tejido más habitual y conocido si los Dogón o los Bamana y que todos conocen como Bògòlanfini, término que los grandes expertos, como el Dr. Pascal James Imperato, da a los paños antiguos, definiendo como Bogolán a los de las últimas décadas del siglo XX hacia acá.
Bamana y Dogón con los pueblos vecinos que se asientan en esa amplia región utilizaban sistemas similares, no idénticos pues no tienen los mismos recursos, para realizar sus textiles, ya con telares de doble lizo y suspendiendo las bobinas de un marco. Los hilos pasaban a través de unas púas o peine que los separan, formado por láminas yuxtapuestas de hojas de palma y sujetas por un bastidor de maderas, a través de las cuales pasaban los hilos de la urdimbre.
La lanzadera tenía forma de una pequeña barca, cuya ‘quilla’ o punta permitía pasarla con más facilidad, y en la que iba inserta, posibilitada de girar, la bobina del hilo de la trama. Se tejían largas bandas de tela que después se cosían a otras. La mayoría de los tejidos se impregnaban después con pigmentos naturales realizando los detalles con cálamos, cañas afiladas, tampones o pellizcos de ramas o hierba seca.
El peine
Génévieuve Calame Griaule, hija de Marcel Griaule el célebre antropólogo francés, en ‘La Palabra de los Dogón’ nos dice:
“El peine evoca los dientes y la lengua, que va y viene sin cesar en la boca; la lanzadera y la polea de donde proceden los chirridos característicos del telar corresponden a la garganta y, más concretamente, al lugar de la laringe donde se forman los sonidos; las lizas del telar están representadas por la campanilla que sube y baja al hablar; ese sonido, esas palabras son el hijo que el tejedor transforma en tejido”.
La palabra es sagrada para estos pueblos, es la expresión del pensamiento y tiene que ser meditada y comedida. Para los Dogón el telar es reflejo a su vez del pensamiento y el sonido que produce la fricción entre la polea y la lanzadera es una metáfora de la palabra primordial, y las varias partes de que consta el telar semejan el sistema organizativo del universo, situando por ello la polea como eje y punto central del horizonte del tejedor, frente a él. Para los Dogón, tejer, hablar, cantar y procrear es lo mismo: Dar vida.
industria algodonera S.XIX
Casi todos los telares están decorados con alegorías similares a sus máscaras o figuras alcanzando alguno categoría de obra de arte.
La espectrometría de masas data tintes en textiles de la zona en el s. XII, mientras que los patrones que más se ven representan sucesos históricos ocurridos entre el XVIII y XIX. En las cuevas que los Tellen ocuparon en el Bandiangara se han encontrado signos que hablan de una industria algodonera ya en el siglo XI.
Realizar un Bògòlanfini requería entre 2 y 3 semanas, pues todo él es manual. El tejido antiguamente era de algodón hilado y urdido en tiras de entre 12 a 15 cms, llegando ahora hasta 2o de ancho por entre 90 a 140 cms de largo y que llamaban Finimougou; el ancho resultaba de sumar entre 7 a 9 tiras siguiendo la tradición, sirviendo estas, descosidas a la muerte del portador, como distintivo de una parte de la herencia del fallecido. La técnica usada porlos Dogón la comparten con antiguos parientes de otros pueblos asimilados como los Kurumba y Nyonyonse en Malí y Burkina Faso.
Proceso artesanal
El hombre teje pero es la mujer tradicionalmente, quien pinta y decora la tela. Antiguamente, el tejido final, blanco como lo es el algodón, se sumergía en agua hirviendo, lo que hacía que se encogiera y tupiera. Una vez seco, el paño se empapaba en una solución a la que se había añadido látex, liquido viscoso que exuda la planta al sangrarla que no es solo la savia, de dos árboles autóctonos de la zona como el M’peku al que se hacía una incisión en la base del tronco, y una vez retiradas las hojas y el peciolo de la parte aérea de otro árbol, el Wolo, consiguiendo una mezcla líquida que servía para que los colores se fijasen.
Esta solución daba un tono crema u ocre tenue que permitía absorber el tinte extraído del barro. Barro que es limo en realidad que sacaban de las aguas estancadas de las orillas del Niger que arrastra grandes sedimentos de hematita, tierra ferruginosa que aglutina dicho limo, y que había fermentado.
Empapado el tejido en dicho viscoso y negruzco líquido el tiempo y veces necesarias hasta que adquiriera el tono deseado, se dejaba secar para lavarlo luego y levantar posibles costrones de barro. Una vez conforme con los tonos y limpio, se sumergía otra vez en latex como el anterior, limpio, para fijarlo con más consistencia. Si se pretendía aclarar alguna zona, se aplicaba alguna sustancia cáustica o amoníaco salido de orina humana o animal.
colores tradicionales del Bògòlanfini
Originalmente, aunque tras hervirlo el crema era el color natural del paño antes de teñirlo, los colores tradicionales del Bògòlanfini eran motivos blancos sobre fondo negro, sirviendo de documentos narrativos de sucesos históricos.
Los muy afamados Dozo, la sociedad de cazadores, utilizaba en su indumentaria un tono rojizo sacado del oxido de hierro, prácticamente igual que la inmensa mayoría del terreno de la región, por lo que resultaba un extraordinario camuflaje que además representa el color de la sangre y por tanto de una buena cacería. Estos Dozo, cazadores pero la más importante fuerza armada y por tanto los guerreros si así se les necesita, creen que los patrones y múltiples adminículos que colocan en sus casacas, están impregnados de Nyama la fuerza vital, la energía, el poder, que les guía ilumina y protege.
Las mujeres y sobre todo las niñas en los eventos comunales y ceremonias utilizaban el tejido blanco.
Bògòlanfini de principios del s. XX | Herencias Finimougou convertidas en fajas o echarpes |
Actualidad
Hoy en día y desde hace tiempo, se utilizan tonos más coloridos como los rojos, púrpuras o naranjas que al no ser tradicionales, no ve con buenos ojos la gente mayor o más tradicionalista. Y aunque los diseños más típicos aún son los que representan hechos históricos o recuerdan a los héroes que los realizaron, hace tiempo ya que se busca que engalane, que se luzca cada persona, pero aún siendo patrones abstractos, son simbólicos, no se olvidan de mostrar el clan, la familia o su pueblo, el agua o su cercanía, a quien es madre, a la que quiere serlo, a la jóven que busca marido, u otras motivaciones.
No hay una sola interpretación para el patrón que adorna el ‘paño de barro’. Pero esto puede llegar a confundir hasta a los del pueblo vecino, pues aunque narraciones, no dejan de ser personales, los símbolos pueden significar distinta cosa en cada región, cada grupo étnico y cada zona donde se creó el textil. La posición de estos diseños también tiene su importancia, las mujeres los llevan horizontalmente por lo general, pues se lo envuelven alrededor de su cuerpo.
Los Nyoyonsé
Los Nyoyonsé y algunos otros pueblos Gurunsi, como algunos Lobi y Tiebelé, realizan unos Bogolán de color negro ribeteados o perfilados de blanco, imitando las esgrafías de las fachadas de sus casas, aunque al carecer de plantaciones propias de algodón les resulta dificultoso realizarlos.
Antes hablabamos de las fichas de dominó, precisamente así se fue distribuyendo por casi todo el entorno, encontrándose en Senegal y Gambia, Mauritania, Malí, Burkina y Niger. Siguiendo el mismo sistema pero variando los patrones y al este y sur los colores pues no disponen de arcillas férricas o hemáticas ni tampoco los mismos árboles aunque sí otros que les aportan similares propiedades.
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