el Nganga
Durante el período colonial ejercido por portugueses y belgas principalmente, los tshokwe se vieron impelidos, más por necesidad que por convencimiento, a convertirse al cristianismo; lo que derivó en una especie de sincretismo peculiar, en el que se originó la dicotomía de acudir a las iglesias pero manteniendo sus rituales ancestrales y sobre todo el rito de paso a la edad adulta, tanto para hombres como para mujeres, llamado Ku Mukanda o Mukanda.
El Ku Mukanda es un rito practicado por numerosos pueblos de Angola, de la República Democrática del Congo y Zambia.
Mubiki o Mbuki, era un sanador, más que médico, experto también en plantas. Kimbundu, Mbundu o Kimbanda Mbundu es el médico tradicional, pero sobre todo sacerdote. Wanga es el hechicero que ejerce contra fuerzas negativas mediante sus adminículos.
Chibema es aquello que es bueno, positivo y bello, en contraposición al concepto que tienen de que la mujer buena es fea y la guapa predispuesta a lo malo.
Nganga o el ‘comedor de almas’, genéricamente el brujo, poseedor de fuerzas inmateriales, era quien invocaba o se interponía a los espíritus maléficos del Wanga, a los que aprisionaba en determinados cuernos y estatuillas.
el Tahi
Tahi es el adivino, protector y precursor de las fuerzas positivas, desempeñaba una función esencial, utilizando unas planchas de madera o un cesto de adivinación que contenía unos sesenta objetos variados que tiraba sobre el suelo y leía. Ngombo es el arte de las prácticas adivinatorias.
Tanto el Nganga como el Tahi, eran, y son, expertos en realizar los jeroglíficos específicos, sona, conocidos desde orígenes muy remotos, que guardan en secreto, con los que entre otras cosas dan solución a conflictos imprevistos. En el cesto, el adivino lleva siempre una figurilla hermafrodita llamada Citania, que simboliza lo imposible.
Mukanda
La sociedad de hombres Mugonge y la sociedad femenina Ukule regulan la vida social en el pueblo. La asociación masculina mukanda se encarga de la iniciación de los muchachos, que comprendía la enseñanza de saberes ancestrales y ritos de iniciación, en las que aparecían una treintena de máscaras simbolizando a los ancestros. El mukanda contribuyó a mantener la tradición de la escultura, pese a la presencia de vecinos que carecían de ella.
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