Conceptos filosóficos vitales en el arte
Hacer un apartado de ARTE hablando de lo que el africano hace con sus manos es un contrasentido, como verlo desde el punto de vista museístico occidental, al que estamos acostumbrados, o tratar todo lo que no está refrendado en museos o importantes colecciones como artesanía sin más profundiciación.
Crear es un concepto empírico, que se realiza normalmente con las manos, sobre todo si nos referimos a los objetos africanos.
¿Qué diferencia lo africano de lo occidental?, como si en ese continente no hubiera occidente y en los nuestros oriente; pues lo que diferencia a lo creado fuera de África y dentro de esta, es que las gentes que habitan África, sobre todo lo conocido desde que llegó y mostró el primer blanco hasta mediados del siglo XX, es que mientras que el artista plástico de nuestro entorno creaba y crea para ser exhibido en museos, vender a importantes mecenas o llegar a subastarlo en Nueva York, Paris o Londres por cifras millonarias, el africano creaba para hacer representaciones u honrar, a conceptos filosóficos vitales de su propia pervivencia.
Y nunca su obra servía si no estaba conectada con un ritual o ceremonia concreta y con el resto de aditamentos para llevarla a cabo correctamente.
Contexto de la obra
Una figura o máscara no sirve si no está en su contexto con su música danza sacrificio oración y las gentes del entorno.
Criterios crematísticos y materiales de unos, por lo trascendente espiritual y vital de los otros.
Jean Baptiste Bacquart, y no sólo, afirma la gran influencia que los europeos desde el siglo XVIII imprimen en la estatuaria de esta agrupación de pueblos. Parece obvio, pero desde luego se aprecia y distingue a simple vista qué trabajo es de los tshokwe, admitiendo las diferencias derivadas de su ubicación.
Obviamente es difícil encontrar o ver piezas anteriores a ese siglo, el XVIII, por lo que las referencias se harán sobre las posteriores.
El Museo Nacional de Lusaka, en 2016, reafirma que:
‘‘Los objetos estéticos de la región noroccidental de Zambia, el norte de Angola y el suroeste de la República Democrática del Congo, área de África Central donde habitan los Tshokwe, Luvale, Mbunda, Luchazi, Lunda a las que se refiere de forma integral como personas Chokwe, comparten ubicación donde sus estilos, tradiciones y creencias se superponen, pero son distintos’’.
Los escultores tshowke
Los escultores tshowke, de dos tipos, tenían acreditada fama en toda la región: eran los Songi y los Fuli, profesionales que precavidos, aseguraban su subsistencia cultivando huertos para consumo propio.
Los songi, practicaban además encantamientos o Jinga y producían las figuras para los altares familiares o Mahamba y todos los objetos utilizados para la buena caza, el amor, la magia y la fertilidad.
En cuanto a los segundos, los fuli, estaba formado por artistas titulados por las grandes jefaturas y trabajaban en exclusiva para la corte. Esculpían con gran finura cetros, tronos con figurillas, abanicos, tabaqueras, pipas, espantamoscas, copas y tallas de jefes o de antepasados.
Entre ellos existía cierta emulación, y en la corte lunda los artistas eran precisamente tshowke, célebres por sus grandes estatuas de antepasados deificados que exaltaban la fuerza y la dignidad.
Tshikbinda Ilunga
La representación principal es la de Tshikbinda Ilunga cuya historia tienen como ejemplar; según la tradición oral, Yala Mwako jefe de los lunda, escogió a su hija, Lueji, para sucederle, con preferencia sobre sus dos hermanos. A la muerte de su padre, la soberana se casó con el yago, ‘gran cazador’ Tshikbinda Ilunga, hijo menor del gran jefe Luba, Kalala Ilunga.
Este príncipe marcó el origen de la dinastía sagrada del Mwata Yamvo de los lunda y se convirtió en modelo de héroe cazador y civilizador, al que se representaba tanto sentado en un trono como de pie, desnudo o con ropa de cazador.
Como sus estatuas son posteriores a la introducción de las armas de fuego, la figura suele portar un fusil de los de llave de chispa, pues dicha chispa de ignición se producía tras el golpeo del percutor sobre un pequeño guijarro de pedernal; sustenta este fusil en la mano izquierda y también un bastón llamado cisokolu en la mano derecha; este bastón permite suspender en él las armas de caza para hacer puntería o cuando se le planta en el suelo durante un alto, algo así como hacían los antiguos arcabuceros. En ocasiones sólo la cartuchera pegada a la espalda permite identificarlo.
Morfología
Al lado de los pies o sobre el peinado encontramos pequeños personajes, efigies de antepasados o un animal, si eran perro o león, no sólo manifestaban la habilidad como cazador del propietario, sino que además creían que propiciaban la caza.
El cuerpo es achaparrado sustentado sobre piernas flexionadas, los omóplatos están bien dibujados, el cuello es largo, poderoso, y el ombligo prominente, premonición de virilidad. La cabeza, con la barbilla que apunta hacia adelante de forma vigorosa y agresiva, luce un enorme y elaborado tocado, conocido como chinguliyama, ‘sin tiempo’, signo de su rango principesco.
El brazo en ángulo recto y las manos con dedos separados reproducen el gesto taci que expresa fuerza y poder, y pone de manifiesto la vitalidad del jefe y la prosperidad de su pueblo.
Las figuras fetiche tshokwe
Las figuras fetiche tshokwe se llaman kaponya, kamponya o camponya. Eran utilizadas por los adivinos que las entregaban a la gente común para curar y proteger a su propietario. Aunque originariamente atribuidas a los tshokwe, también los lwena luvale, luchazi, mbunda y lunda las utilizaban.
El jefe, o mwanangana, es literalmente el propietario de la tierra, el individuo que es en última instancia responsable del bienestar, el éxito, la fertilidad, y la continuidad de su gente.
El refugio, construido sobre la marcha, y donde entronizan circunstancialmente sus figuras kaponya es llamado kikaku.
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