Y hablando de misticismo y la prevención ante el miedo a lo desconocido tenemos esta curiosa pieza. Es un exvoto dedicado a Eshu o Elegba, que se llevaba como una pulsera en la muñeca.
“Eshu Elegba es el dios mensajero yoruba, transportador de sacrificios, revelador de verdades ocultas y un agente de cambio. Esta pequeña figura estilizada estaba unida a la muñeca de un devoto cuando bailaban y pedían dinero en nombre de Eshu. Las conchas y monedas de caurís sugieren esta práctica, pero se refieren más simbólicamente a la conexión de Eshu con el mercado, como un lugar donde es probable el cambio y el conflicto. El uso de pigmento índigo también se refiere a la riqueza. Mientras que el contraste de la oscuridad y la luz sugieren la naturaleza de Eshu”.
Ijebu Ode
sus niños, reflejan tipos de la plural sociedad de Lagos que no retratos.En el caso de la figura que se muestra, representa a un hombre y una mujer de pie, a la que él sujeta por la cintura. Van vestidos con ropa europea, el hombre con sombrero, bastón y anteojos, ella con sombrero, larga cadena alrededor del cuello y colgante en forma de cerradura; sostiene un perro al final de una correa. Madera y restos de policromía. Altura: 23,5 cm. Se subastó en Christie´s París el 4 de diciembre del 2008 con base estimada de entre 500 a 800 € que se cerró en 8.750 €.
Elementos constructivos
Aunque reconociendo que hablar del arte yoruba en madera ya daría para una tratado enciclopédico de decenas de tomos, en algún momento hay que ponerle fín y creo que no hay mejor tema que los de los postes que utilizan en las verandas para sostener las techumbres, que no dejan de ser relatos sobre la vida y obra del dueño del espacio que podía permitirse contratar al artesano que pensaba más idóneo para llevar a cabo ese doble trabajo, el de sustentar las techumbres de las zonas de entrada a sus compuestos y la de que se vieran las virtudes que albergaba su acaudalado propietario.
Desde época medieval los asentamientos yoruba estaban circundados por recias paredes cuyo armazón interno eran robustas ramas ancladas al suelo y entrelazadas, recubiertas de gruesas capas de adobe al que una vez seco se empapaban de aceite de palma que las hacía resitentes a la lluvia.
Tanto el sistema como la distribución de estos compuestos eran copia de los realizados por los ashanti con los que mantenían gran conexión, aunque en los habitáculos reales ellos les acoplaron verandas para distinguirlos. Las techumbres al principio consistían igualmente en ramajes entrelazados que se cubrían con densas capas de paja del año, que poco a poco fueron siendo sutituidos por los productos importados que utilizaban los colonos como chapas de hierro galvanizadas o aluminio acanalado.
Eredo de Sungbo
Y aunque hablemos de madera permitidme un inciso. Aunque hoy ha cojido cierta relevancia, sigue estando en el lado oscuro una de las mayores obras jamás hecha por mano del hombre en África, al que se conoce como Eredo de Sungbo, su datación se fija entre el siglos IX, en que se empezó y el XI, en que se cree se teminó. Es una fortificación que rodea la ciudad yoruba de Ijebu Ode en el estado de Ogun, consistente en un vaciado de terreno de 4m., de hancho de media, en cuyo centro se levantó un muro liso de 20 m., de alto y de 166 km., de longitud.
Se considera que el muro edificado es la segunda construcción más imponente de África. No queda claro si se empezó como algo meramente defensivo o fue un monumento en memoria de una aristócrata regional, Oloye Bilikisu Sungbo, a la que muchos consideran la Reina de Shaba bíblica o su descendiente. En lo que parece no haber dudas es en que el Eredo de Sungbo es el monumento precolonial más grande de África, más grande que la Gran Pirámide de Egipto o el Gran Zimbabwe.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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