Ali Amonikoyi
Hemos visto hasta aquí los reinos antiguos del orígen yoruba, y claro, los hijos no tienen nada que envidiar a los padres, aunque hay que entender que sus obras no tienen la misma antigüedad que la de aquellos, pero eso no empece su creatividad ni tampoco sus conocimientos técnicos lógicamente más aventajados, ni nivel artístico. Aquí tenemos, para empezar esta muestra, una máscara de un autor reconocido, lo que ya de por sí es algo inusual.
No es fácil identificar a los creadores o artistas africanos de medados del siglo XX hacia atrás, que no van más allá de los dedos de un humano, pero Ali Amonikoyi es rara avis, una excepción, debido sobre todo a esa esencia innovada que impregna su obra. Se aprecia en ella la esencia yoruba, su pueblo, desde un punto de vista personal que le distingue.
Supo aplicar al metal lo que otros solo conseguían en madera, su conocimiento técnico de las fundiciones y elaboración de los modelos supone un paso adelante sin dejar la tradición.
Todo ello ante la atenta mirada de los cada vez más numerosos europeos y americanos que estaban tan ávidos como atentos a su producción, tal vez por ello sus obras figuran en los principales museos y colecciones.
Amonikoyi, yoruba nigeriano
. Amonikoyi, yoruba nigeriano,, emigró a Togo, donde partiendo de antiguas técnicas de fundición, supo elaborar sistemas técnicos junto a talento artístico para conseguir por primera vez en metal, máscaras del tipo gelede, que se utilizaban casi exclusivamente para honrar y rememorar a fallecidos como monumentos sobre sus tumbas.
el siglo XX
Así como acabamos de ver una máscara de excepción como lo es la de Amonikoyi, hay que acostumbrarse y aceptar que a veces lo normal es que la exaltación del artesano, jóven o adulto pero inexperto, ya entrado el siglo XX y tal vez apremiado por otros intereses, dé preeminencia a retratar al personaje y enfatizar su condición poniendo sumo cuidado en resaltar sus atributos de jóven princesa, como vemos en las fotos 67 y 68:
67 | 68 |
y sin embargo, no preste atención a perfilar con más mimo, dejando resaltes en las líneas que simulan las pestañas y delimitan los ojos, y no con el saber hacer de elegancia y perfección con que lo hicieron sus ‘padres’.
El hecho de que sea del entorno de Ijebu y guarde sus características incluso morfológicas que luego se verá en las de madera, no es óbice para que el artesano hubiera puesto el mismo ‘cariño’ en esos pequeños detalles por nimios que parezcan.
Esta cabeza datada en los años 20 del siglo XX, es de aleación de latón, cobre y estaño, bronce con las características europeas y fundida con el sistema de cera perdida. Mide 30,3 x 14,7 x 13 cm. Adquirida sobre 1957 en el sitio de Orimedu en Ibeju Lekki por el delegado de la FAO Robert Pringle y ahora en nuestra colección.
Barakat Gallery
Esta cabeza, de hermosos y bien definidos rasgos, es una obra que me parece reciente, como de hace 30 o 40 años y fue o es propiedad de Barakat Gallery.
La traigo aquí porque ofrece curiosas características, como por ejemplo, el martelé que se aprecia sobre toda la superficie de la cara, y que posiblemente se realizara para disimular que en este caso sí se utilizó un sistema de fundición sobre camones de arena y que tras el fundido se utilizó un cincel, y más que el martillo para martelé, un tipo de azuela, lo que le da una doble granulometría, la del fundido al fondo, visible, y el ‘picoteo’ por encima tal vez aún candente el metal. Ambas cosas mal hermanadas con un fundido a cera perdida.
También el que en el tocado y, siempre a mi poco entender, sobre el molde vaciado de arena esta parte se humedeciera y se practicaran las incisiones que delimitan lo que parecen ser cuentas. A esta, mi opinión, le sumo el que se vea una grieta sobre la ceja izquierda y que entre los datos me aporten un peso superior a 14 kg para una medida de 24.11.14 cm.
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