Introducción
Pero si los gastos de una boda resultaban desmesurados, ni se acercaban a los del duelo. Obviamente para estos estudios las estadísticas se hacen en el circulo cercano de amigos que preguntan en su entorno a ser posible a los más ancianos, por lo que hay que pensar que es una muestra fiable, pero anecdótica.
El fallecimiento de una esposa, era un autentico drama para toda la familia, pues aunque la responsabilidad recaía en el esposo, los hijos, y padres y hermanos de ella, entiendo que también el marido, estarían desolados.
el Mfwa
Para el marido el término recaer no es gratuito, pues tenía la obligación de pagar a sus suegros el Mfwa, el costo del duelo. Este ‘dolor por la pérdida’ se paliaba de alguna manera, de acuerdo con la norma tradicional, que no era otra que la ‘entrega de dos personas’, mujeres jóvenes o esclavas, aunque esto quedaba a la discreción de lo suegros. La realidad es que dependía de la buena voluntad de ellos, pero sobre todo del prestigio del viudo que se pondría en valor o quedaría en entredicho.
Esto hacia que se esforzara al máximo, porque el pago dependía, y mucho, del número de hijos que quedaran huérfanos. Norma establecida y curiosa, era que el viudo no se pudiera lavar mientras no pagara el mfwa.
Colle
Colle 1913, p. 416 a 417 evalúa esto:
“Si la mujer no había tenido hijos era necesario entregar dos personas; si había tenido uno, solo una”.
Si el viudo había conseguido acopiar suficientes cuentas, sinónimo de ‘riqueza’, podía entregar un kituntwa, beneficiando a los suegros pues podían transacionar con él consiguiendo pingües ganacias. Banza Kina Kinda, de Malemba Nkulu, uno de los consultados apuntó:
“Al principio mis bisabuelos pidieron dos mujeres. Después solo pedimos perlas…”.
Y esto dicen se debía a que era más fácil entregar una niña que poseer las perlas. Cuentan que el padre de la Mulopwe de Twadi Ilunga perdió una de sus tres esposas, y que sus suegros reclamaron una niña y un rifle. Tras negociar este pago, el viudo entregóa su hermana mayor y tres tejidos de rafia.
Las niñas eran por tanto un sistema de pago recurrente, aunque a veces sí había quien recababa un niño, explícitamente.
Kitwa
Kitwa, otro informante, relata que la esposa de su tío paterno, Kipamba Twite, ‘señor de la guerra’, murió y se exigió como parte de pago un niño; aunque su tío estaba dispuesto, su padre, hermano mayor, se negó, por lo que su tío entregó un rifle, algo mucho más valioso, en su lugar. Parece que esto también se debió al hecho de que ya había belgas en Kinkondja.
‘El que algo quiere algo le cuesta’ dice el refrán y por eso si quieres un rifle o cuentas, no te queda otra que trabajar o ingeneiartelas para conseguirlo. Esto lo traigo al caso por que a los viudos, en aquellas circunstancias, no les quedaba otra que moverse hasta donde supieran que lo que necesitaban lo podía conseguir. Numbi Makungo contó que cuando murió su tía paterna, su familia pidió cien collares malungu y un kituntwa, al no conseguirlos, el viudo y sus padres tuvieron que acordar que se conformaran con dos niñas.
La buena voluntad de la que antes hablabamos también constataba que había sentido común, pues no solo dependía el pago de la familia del difunto, sino de las posibilidades económicas del esposo viudo.
Nkulu Zolo
Nkulu Zolo, de Pungwe, tardó año y medio en conseguir los 300 francos congo que tuvo que pagar por cada una de sus dos esposas fallecidas. Banza Mukenge, ‘el más rico’, de Masungu, que tenía diez esposas, tuvo que hacer frente a sumas extraordinarias; por su primera esposa fallecida pagó 100 collares malungo, 1.000 francos congo y dos rifles; por la segunda, 6.000 francos congo y un rifle.
El mulopwe Ngandu Makelele Mukanda, rey sagrado de Kinkondja de 1947 a 1970, intentó poner algo de moderación a estos dispendios ante las dificultades que se planteaban para pagar en esos tiempos, estos controvertidos pagos. Se dice que sobre 1969 unos suegros reclamaron 100 zaires y que dos años más tarde, sin haber cobrado y hecho los funerales, fueron a reclamar al Gran Jefe; ell Mulopwe prohibió desde ese momento que se solictaran más de 7 zaires por un duelo, pero excepto en Kipamba, nadie la puso en practica y en 1975 lo usual era que se pagaran entre 40 y 80 zaires.
el zaire
En esos años el zaire tenía un valor oficial de 2 dolares USA, pero se pagaban en el mercado negro hasta 35 francos belgas o poco más de medio dólar.
Y os preguntareís, qué pasaba con los hombres, no morían? Y os remito al capítulo de Religión, para qué recordeís qué pasaba. Aclarar, que podía tarderse un tiempo en enterrar a un muerto y mucho tiempo más, incluso años, en hacer los funerales.
Veamos finalmente comentarios de expertos en economía antropológica: Pierre Petit 2000, p. 64 y 65, nos dice:
“Parece claro que aquellos que se dedicaron al comercio interregional obtuvieron ganancias sustanciales de hasta el 1.000%, lejos de la lógica de la economía de ‘subsistencia’ atribuida a estas poblaciones. Al estudiar las zonas comerciales de las principales salinas de Katanga, llegamos a conclusiones similares.
Sin embargo, por un lado, las perlas de ‘menor valor’, cuya esfera de circulación está teóricamente limitada a productos artesanales, aquellos que, de una forma u otra, necesitaban una cierta cantidad de trabajo, también se incluyen en los componentes de la compensación matrimonial. Por otro lado, las perlas ‘de gran valor’, que representan a la novia, adquieren esta cualidad solo cuando se recogen en un collar. Separadas, incluso si su valor sigue siendo alto, no gozan del mismo estatus. Esto explica por qué fue posible recolectar la cantidad necesaria para su trabajo y particularmente por su participación en expediciones comerciales”.
Pallaver
Pallaver 2009, p. 25, a su vez dice:
“También se debe enfatizar que la naturaleza de las perlas definidas como constituyentes del reclamo matrimonial ha evolucionado con el tiempo, ya que mutolo wa buluba se pasa a mpunduji. Y esto antes de que estas cuentas sean reemplazadas por pistolas y francos del Congo.
Estas transformaciones son un recordatorio de que las perlas ingresan al espacio social de los Luba como mercancía, de la misma manera que otros objetos, como telas de rafia y rifles. Ciertamente, los Luba no aceptaron ningún tipo de perlas a cambio de sus productos: como en África Oriental, solo se aceptaron las que podían usarse como medio de pago en su región”.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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