Por qué los monos no tienen casa
Un día los monos de la selva visitaron una ciudad para ver como vivían los hombres. Sorprendidos al ver que residían en casas, se dijeron:
“Tenemos que construir nosotros también casas para albergarnos y cubrirnos”
Dicho y hecho, se pusieron manos a la obra, cortando palos y entretejiendo hojas. Pero al poco llegó la temporada de lluvias y tuvieron que parar. Cuando volvió la temporada seca y el sol brilló con todo su esplendor penetrando hasta el último rincón del bosque, avivando los colores y recargando de azúcar los ya de por sí dulces frutos, paralizaron su trabajo pues tampoco en ese momento lo necesitaban. A este período siguió, lógicamente y de nuevo la lluvia recordándoles el trabajo iniciado y pendiente. A lo que reunidos dijeron:
“Tan pronto escampe, tenemos que terminar nuestro trabajo pendiente”
Pero a la llegada del nuevo período de sol, conscientes de su real situación y ante la plenitud de sus vidas dijeron: “Que tontería!! Para qué necesitamos casas si ya los árboles nos protegen de la noche y la lluvia con sus grandes hojas y nos regalan sus dulces y sabrosos frutos”.
Tras lo cual abandonaron su trabajo para siempre, pues saben que no les es necesaria ninguna casa y que por la noche o cuando llueve los grandes árboles les acunan y protegen.
Por qué los perros corren tras los huesos
Todos los animales vivían en el mismo entorno y consideraban al pangolín como su padre. Este vivía en una casa especial y cada día se ocupaban dos animales en proporcionarle comida. Un día, les tocó al perro y a la cabra llevarle la comida. Como el perro era mucho más rápido, corrió y se escondió, tras lo cual, hambriento, se comió lo que llevaba aprovechando que nadie le veía. Solo dejó los huesos. Cuando la vieja cabra llegó, observó los restos de la comida que quedaban alrededor de su hocico. Al llegar a casa del pangolín le dijeron que solo habían podido llevarle esos huesos.
El pangolín no quiso protestar y empezó a comer de esos huesos. Tan duros estaban que incluso perdió algunos de sus dientes. Pero él, solicito, no protestó. Al día siguiente, también la cabra y el perro fueron a llevarle la comida y también solo le llevaron huesos. La historia se iba reproduciendo un día tras otro hasta que el pangolín perdió todos sus dientes, hecho que le produjo gran enojo por lo que decidió reunir en asamblea a todos los animales. Entonces les dijo:
“Uno de vosotros me ha estado engañando durante estos últimos días. Por lo que quiero saber quien es el culpable y para ello pasareis de uno en uno sobre una trampa.”
Uno por uno como había dicho el pangolín, pasaron sobre la trampa entonando una canción. La cabra, la más sospechosa, fue la primera en pasar. Pero el perro, atemorizado, se escondió de manera que no se percató de que esa era la trampa del pangolín, presentarse el último, cosa que hizo y con lo que se descubrió, lo que enfadó sobremanera al resto de animales que le castigaron el resto de su vida a comer solo huesos.
De cómo el pulgar fue separado de los otros dedos
Cinco amigos caminaban siempre juntos sin poder prescindir unos de otros. Un día el más joven propuso: “No podemos seguir así, debemos buscar una casa donde alojarnos, sentirnos cómodos y poder charlar tranquilamente”.
Uno de ellos dijo: “Muy bien. Cuando se haga la casa yo decidiré donde” . El siguiente, uno de los mas importantes dijo: “No. Tú serás el siervo y ya estas preparando la comida” . Otro contestó: “Seguro que hay comida donde nos encontrábamos antes y sí no, tendremos que robar” . El quinto entonces afirmó protestando: “Si de robar se trata y vas a ser un ladrón, yo me separaré de ti” . Así lo hizo, separándose de sus amigos e instalándose de manera que se le distinguiera de sus antiguos compañeros. De esta manera se dice que el dedo pequeño hizo la casa, el anular es el servidor, el dedo corazón es el ansioso, el anular el que pretendía robar y el pulgar el que se separó.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano