la creación de Oyo
El ser humano es dado a mitificar todo aquello que nos impresiona, y un relato contado con preciosismo y energía no podía quedar al margen cuando además no se cuenta con otra cosa que la palabra y el gesto para intentar desbordar la imaginación, y el mito de la creación de Oyo, seguro que basado en algún hecho real, no se queda atrás; echadle imaginación a este breve relato:
“En los tiempos míticos, gentes del norte ofendieron a Oduduwa el primer Ooni de Ile Ifè. Enterado su hijo, el príncipe Oranmiyan u Oranyan, decide que no puede consentirse la afrenta e insta a Orangun su hermano mayor a que resuelvan el litigio emprendiendo una acción de castigo contra los agresores. El hermano de Oranmiyan se le aúna a regañadientes pues no comparte el cómo llevarlo a cabo.
Durante el camino el encono entre ámbos va a más y deciden separarse dividiendo la tropa. Oranmiyan, al ver lo exiguo de sus efectivos y constatar que el éxito de la operación estaba en riesgo, decide costear hacia el sur meditando cómo realizar el ataque.
Oranmiyan
En su meditabundo deambular Oranmiyan llega hasta Bussa, donde el jefe le reconoce y le acoge. Pasados unos días el jefe le dice que tiene un medio para que lleve a cabo su propósito con éxito. Oranmiyan, tan sorprendido como agradecido le pide la solución y ante el requerimiento el jefe aparece con una enorme pitón que sujeto a la garganta lleva un envoltorio, le explica que la serpiente encarna un espíritu que lleva un hechizo mágico en el envoltorio; que la iba a pedir que se pusiera en marcha y que Oranmiyan debía seguirla hasta que esta se detuviera, fuera el lugar que fuera, y que cuando ella llegara al lugar propicio, debía esperar siete días hasta que desapareciera enterrándose.
Que entonces sabría muy bien qué hacer. Oranmiyan, ultimo príncipe del Reino Yoruba de Ile Ife, que había demostrado arrojo, tesón, confianza en sí mismo y los suyos y ahora sabiduría al saber que debía seguir el consejo dado, decidió que allí donde la serpiente se había detenido, debería fundar su ciudad, Oyo.
Amando a su padre y hermano, pero olvidando ofensas y pensando en su pueblo, Oranmiyan, aquel último príncipe, dejando Ifè y todo aquello que atesoraba, permitió que alguien, tal vez Orangun, alcanzara ese poder, marchó de nuevo creó la ciudad e instauró su reino siendo proclamado Oba, el primer Oba de Oyo, al que dieron el título de Alaafin de Oyo, en yoruba ‘el que hizo el palacio’ de Oyo”.
Orangun Ajagunia de Ila
Nada es fácil, y la envidia anida con facilidad, los Bariba de Borgu, temerosos al ver como se elevaba aquel magnifico conjunto, y el poder que emanaba al pensar que provenía de Ifè, acometieron contra Oyo Ile, aún en construcción, con la pretensión de erradicar la ciudad y la idea. Enterado, tal vez avisado, Orangun Ajagunia de Ila, el hermano mayor de Oranmiyan, acudió presuroso en ayuda de su hermano e irrumpiendo ferozmente con su caballería, desbarató a los agresores Bariba.
Al poco de este conflicto, Oranmiyan, tuvo un hijo, Ajuwon Ajaka y más tarde, con una mujer Tapa, ahora nupe, tuvo a Arabambi. Ajaka sucedió a su padre, pero fue depuesto por carecer del carácter yoruba en el que valor y la conquista eran determinantes, ocupando su lugar Arabambi.
Más valeroso e intrépido al que se le conocía mas por sus estrategias, fuerza y temeraria entrega en la pelea, lo que le valió el título de ‘Espíritu del Trueno y la Guerra’ o Shango, lo que fue adoptado a su muerte en batalla, refrendado por su abuelo materno, como sinónimo de la familia real y origen de la iconografía y deificación de una manera de hacer y comportarse.
A la muerte de Shango, habiendo comprobado que Ajaka se había comportado con el mismo valor y entusiasmo en la pelea que su hermano, fue de nuevo nombrado Alaafin de Oyo, a este sucedió Kori que acabo de consolidar el reino a finales del XIV.
Esplendor de Oyo
En esta época, Oyo había adquirido un enorme poder que empezaba a ser visto como objetivo de deseo y es durante el interregno de un OniGbogi que los Nupe empiezan sus escaramuzas, hasta que bajo el mando de Tsoede los Nupe, ya islamizados, acaban por ocuparlo en 1535 saqueándolo, teniendo que asilarse la hasta entonces dinastía gobernante en el Reino de Borgu.
Todo declina y la confederación yoruba no es la excepción; paulatinamente, durante el siglo XVI, se va desangrando, sobre todo por el empuje de los islamistas Fulani que bajo la dirección del morabita Uthman Dan Fodio habían fundado al norte, el califato de Sokoto en los límites entre el Níger y el bosque donde empieza la sabana, conquistando los territorios que encontraba a su paso islamizados o no, como las ciudades Hausa del norte o de los Nupe. Cerca se asentaba la ciudad de Ilorin que Dan Fodio toma con facilidad y acomete entonces la hasta entonces impenetrable Oyo Ile, que devasta.
El Califato
Estas incursiones de los Fulani del Califato, obligaron a los yoruba a desplazarse aún más al norte donde el húmedo ambiente y el calor propiciaban la profusión de insectos y sobre todo de las moscas tse tsé que tantas batallas habían ganado en las zonas donde abundaban, pensemos en los dogón y sus ‘victorias’ en el Bandiangara y los mossi y sus derrotas en varias zonas de Burkina, debido a las muertes que provocaban en el ganado, pero sobre todo en las caballerías, dejándoles sin fuerza militar y medio de transporte.
El Califato no cejó en sus ansias de expansión que solo cesó tras la decisiva derrota ante las fuerzas de Ibadan en 1840, lo que valió a Ibadan el reconocimiento y sobrenombre de ‘Salvador de los Yoruba’.
Si a Ile Ife se la había tenido como potencia dominante en las tierras yoruba, desde el centro y suroeste de Nigeria, hasta Benín y Togo, aún con algún otro estado por medio, al sureste se había instalado la Ciudad de Benín, que remontaba sus orígenes igualmente a Oduduwa y a la misma época de la implantación de Ile Ife, aunque habitada mayoritariamente por el clan de los Edo y los interrelacionados con ellos.
Los Edo
Como yorubas de origen, los Edo, y su ciudad estado, influyeron considerablemente en los yoruba del este, proponiendo y asentando reyes y eligiendo nobles.
Ya sabemos como actuaban reyes, Obas, y nobles, Egbe. Y cómo, en las dudas, se podía destituir, incluso ejecutar, a un noble e igualmente a un rey. Bastaba ser tendencioso, displicente, incompetente o dictador.
Pero así como para el noble, simplemente se le comunicaba, al Oba el requerimiento de desalojo se hacía mediante el Aroko, un subliminal mensaje en forma de huevos de papagayo que le dejaban delante los Egbe.
Y seguiremos con las ciudades Estado de los Yoruba. Os esperamos aquí, muy pronto.
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