El sincretismo en África
Mi primer recuerdo sobre el término sincretismo proviene de aquellas lecturas en latín de las Galias, el:
“Cum esset Caesare en citeriori Galiae”…
O algo así porque ya no recuerdo; donde ya Julio Cesar explicaba cómo tras una conquista, lo primero que se construía era una ara en honor del ‘dios desconocido’, referido al dios o dioses de los conquistados paganos, de manera que si el dios de los conquistados no se vengaba, era porque se suponía que la conquista era buena para los conquistados. Por lo que una vez hecha, a continuación se hacía una solemne ofrenda, tras la que nada más acabada acababan las contemplaciones.
En África el sincretismo se dio justo del revés que lo practicado por los romanos. Aunque no de entrada, el miedo y desconfianza eran mutuos al principio, y la desproporción numérica a tener en cuenta, aunque eso duró poco. En cuanto se vio oportunidad se impusieron normas y religión. La paulatina colonización en su proceso de expansión y de conquista, modificó algunas de las estructuras existentes y contribuyó a la formación de otras; fue un factor cultural que terminó siendo africano por la participación que tuvo en las sociedades en que convivía con las formas animistas, la magia y los ritos genuinamente africanos. Los cultos de posesión caracterizan al mundo negro, tanto en África como en América.
En ellos están comprendidos vastos conjuntos de técnicas corporales, semejantes o comparables independientemente de las creencias en los contextos culturales. Las descripciones de estos cultos llenan bibliotecas enteras, lo que demuestra la intensidad y la importancia de estas prácticas en todos los pueblos africanos y su transculturación en América, cuya persistencia en los cultos tradicionales se conserva a pesar de los cambios y adaptación, verificando de este modo las influencias introducidas en África en los últimos cuatro siglos.
La posesión
La posesión no deja de ser la cesión del cuerpo de un humano, para que un espíritu divino lo utilice para comunicarse con otro u otros humanos. El poseído ocasional es consciente de su sacrificio, pero al igual que todos le agradecerán el verse beneficiados por la revelación del espíritu divino, también espera de este algún favor. Tengo pendiente si el síndrome de Cotard, tiene algo que ver en esto, pero será otra historia, en la que será bienvenido cualquier dato.
Un padre siempre está dispuesto a cuidar de sus hijos proporcionándoles lo necesario; si alguno enferma le llevará a curandero o adivino si lo necesitara, y llevará a rajatabla lo que este indicara. Mientras viva el padre sus hijos saben que atenderá aquello que les sea vital. Ira a su trabajo y honrará a sus ancestros, ocupándose de todo aquello que como cabeza de familia le es obligado. Pero a su muerte, el hijo sabe que esa constante disposición del padre, desaparece con él, y debe hacerse cargo de sus necesidades y proveer para él y su familia si la tiene, todo aquello que antes le era dado. Lo que suele devenir en ansiedad. No es normal que esto sucede sin previo aviso, y sí que los años agosten las fuerzas del padre, por lo que recordando su propia existencia, es consciente que su hijo estará ya más pendiente de la nueva carga que de él.
Padre e hijo saben, cuando se acercan los momentos de cambio generacional, que su interdependencia, encierra, latente, recelo. Pues uno se piensa aún suficiente y el otro capaz y deseoso de demostrarlo.
Y esta divergencia tiene su mayor exponente en el boato que al nivel de cada familia se da a los funerales paternos. No hay momento más oportuno para hacer una demostración de fervor filial, por dos causas: por lo que desde ese otro mundo su padre pueda hacer, y como demostración a los vivos de su independencia y de acceso a sus plenas responsabilidades. Así, honrando a su padre y con él a sus ancestros, el hombre refrenda en su primer compromiso, su pleno derecho al estatus y consideración como adulto.
el complejo sistema de sus creencias en lo ancestral
Los pueblos, y si grandes cada clan y si grande cada linaje, tienen sus propios modos de actuación ante el dilema de percibir la realidad y compatibilizarlo con su concepción del mundo incluyendo en este, el complejo sistema de sus creencias en lo ancestral, para lo que recurren a diversas ceremonias y rituales.
El culto a los ancestros parte de la idea de que cada hombre es una parte si no fundamental, sí especifica en su linaje para completar el todo. Y ese todo implica invocar a todos. Para ello deben mantener los altares familiares y solicitar en estos que los padres actúen adecuadamente con sus hijos.
Y de aquí se extrapola la creencia de que un ancestro puede reencarnarse en uno de sus descendientes. Para lo que necesita que la futura madre, ya a punto de dar a luz, en sus sueños, perciba indicios del espíritu del antepasado que solicita una nueva morada y lo identifique. No quiero esto decir que el niño sea un sosías, un clon de su ‘abuelo’, no. Ni heredará la personalidad, ni tampoco rasgos o gestos que definan a otro, será lo que él quiera, pero él será el inadvertido receptáculo del espíritu de su antecesor.
Los conceptos espirituales
Los conceptos espirituales y creencias desarrolladas en África, surgieron milenios antes de que se difundiera el Cristianismo o el Islam, pues la necesidad del ser humano por protegerse de lo desconocido es inherente a este y nació con él.
Es lógico por tanto, aceptar que cada sociedad africana, nacidas como se sabe de un tronco común, desarrollaran, a partir de este tronco e ideas, rituales religiosos propios; distintas liturgias pero una misma creencia.
El entorno, la naturaleza de la que extraen la pervivencia física, marca a cada pueblo culturalmente, de manera que el pensamiento se ciñe a lo conocido para presentar la solicitud de lo necesario, en el ritual dedicado a la deidad que en cada caso resulta parecer particular. Ciertamente, aunque la memoria de su origen y migraciones, se trasmita periódicamente en cada iniciación, el entorno delimita su concepción del universo y solo la conexión social que se establece con los pueblos cercanos, aunque comunes en muchos casos, amplía su limitada visión del mundo.
Animismo
Claro que aquellos europeos que aparecieron, revestidos a su vez de conceptos y mirada propia y que pensaban única, por la que durante siglos mataban y morían, se mostraron perplejos y asombrados ante la enorme diversidad de lo similar. No concebían que para un mismo fin, el africano tuviera una interpretación visual tan diferente de uno a otro vecino. Como si a cada necesidad, el europeo no hubiera creado un santo o virgen que la cubra. Pero claro, el africano era ‘animista y fetichista’, creador de un dios o espíritu divino para cada cosa y caso, era más fácil clasificarlo que ponerse a pensar en qué o por qué.
Y ante esta única posibilidad que se le ofrecía, impuesta y obligada, nada como recordar un axioma:
“Nada debe imponerse como verdad si existe la mínima duda” ,
dijo Miguel Servet, y murió en la hoguera por defenderlo.
Y aunque el africano nunca supo de esto, sí que lo experimentó. No quedándole más remedio o que renunciar a su pensamiento, adaptándose, o envolver sus creencias de lo visualmente correcto.
De las culturas
Cada cultura hemos visto que tiene sus mitos, y como en cualquier sitio, al fin de la cosecha, en la siembra, cada ciclo lunar, cada equinoccio y solsticio, en función del lugar y clima, el ser humano, ritualiza todo.
Prefiere prevenir acudiendo a solicitar a las fuerzas de lo desconocido, de la naturaleza, antes de que esta no responda con la regularidad predeterminada. Claramente se supedita la religión al interés de lo vital, y el ritual, se encaja para este logro. Y aunque incluyamos al africano, hablamos del ser humano, de todos. Pues todos quieren dominar y no solo al otro, sino a la naturaleza, a los ríos y frondas, regulando cauces y aguas y trastocando parajes. Y ahora y por qué no, al cosmos.
Transmisión oral
Retomando lo del inicio, cada mitificación es la base de las normas que cada sociedad se da y que envuelve en un relato, entre los africanos oral, que la memoria retenga con facilidad debido a lo suculento de su desarrollo. Cumple una función integradora que al realizarse en círculos concretos se recubre de un halo sobrenatural, aunque al mitificado se identifique como un hombre, pues si dios, quedaría muy alejado de lo verosímil en la consciencia del africano.
Esto no es exclusivo del africano, sino que es común a todas las culturas. Y la única diferencia es la manera de guardarlo y mostrarlo, unos con escritura, otros con el objeto o la oralidad trasmitida cadencialmente. Son libros, efigies y palabras sagrados, pues guardan los conceptos reguladores de la sociedad, la génesis de su origen, de su existencia como pueblo y por tanto como ser; y los logros que su transitar desde ese origen hasta la fecha, quedan acumulados como conocimiento y experiencia vital.
la magia
Y eso, que penetra en el consciente, necesita de una visualización que lo recuerde, y el imaginario entra en acción, recreando los conceptos para que se vean y dotándoles de coherencia para que sean interpretados correctamente. Si es un leopardo veremos astucia y fuerza, si una tortuga paciencia y tesón, si un búfalo, tozudez…el símbolo otorga esa coherencia que nada más ver se sabe interpretar.
Sin olvidar que es el ser humano quien interpela e interpreta, él quien está en la cumbre y dicta quién cómo y cuándo. Y si da cobertura a un ser supremo y creador, no le molesta para que no moleste, es un ‘por si acaso’, no vaya a ser. Y cumplido ese respetuoso, ‘hola como estás’, vuelve a retomar lo que le rodea, lo tangible, de lo que se nutre y viste, lo físico, donde cabe lo bueno y lo malo y para lo que de verdad hay que estar preparado. Y de ahí el rito lo insospechado la magia.
Ese ritual tiene que ser adictivo, crear una necesidad que obligue a acudir, y nada como rodearse de misterio, teatralidad con toques de inverosimilitud, de magia. Magia, un mundo como poco controvertido, metámonos en él. De entrada pensemos que no hay lengua que la ignore ni pueblo que lo desconozca.
el conocimiento
Otra cosa es el conocimiento e inmersión que cada uno tenga en ello, o esté dispuesto a sumergirse en saber de qué trata. No hay sociedad, que no la contemple y que la tenga por buena, mala o ambas cosas. Y no hay individuo que no crea se sostiene mediante rituales, ingestiones, manipulaciones o ‘malas artes’, que se pretenden conduzcan a un efecto concreto.
Por tanto necesita de lo material, tanto como de lo espiritual, si reconocemos a esto algo de anímico y fe. Por tanto hay que conocer de materia y de cierta lógica para que con astucia dar conformidad a lo que se pretende al ponerla en práctica. Para eso, el personaje central, el mago, necesita convencer a su auditorio que existen fuerzas cósmicas que él, solo él, puede controlar.
Primero habrá que escuchar o saber cuáles son las incertidumbres, necesidades o cuitas que acaecen a quien a él recurre. Tras esto debe ‘saber captar’ aquella fuerza que tenga que ver con la solución, para posteriormente, acometer, dependiendo la gravedad del caso, la fórmula adecuada, sea esta una jaculatoria, reiterativa como tal; una pócima o medicamento, que requiere de conocimientos sobre substancias; encargar un exvoto, sea un fetiche o talismán; u otras prácticas.
La bula papal
Lo mismo que hace un sacerdote cristiano invocando al santo concreto que cura el catarro, la inflamación del riñón o escucha tus ofensas, y que tras las oraciones pertinentes, son perdonadas las estafas, asesinatos, o haber tirado del pelo a tu hermano cuando erais pequeños. Y siempre ese principal actor convencido de su papel e incluso de lo fundamental de su posición; pensemos en la ‘bula papal’, hace años sin nuevas, pero mantenidas aún las antiguas que te permiten mediante pago o demostrada necesidad por enfermedad, comer carne un Viernes Santo. Y sí hay iglesias llenas porqué no los ‘santuarios’ de estos magos.
La especifidad de tales necesidades y de las respuestas consecuentes, necesitan a su vez de especialistas concretos que den tal respuesta; unas veces serán curanderos, otras magos, adivinos o sacerdotes de genios; aunque dependiendo las zonas o tamaño de estas, puede ser un mismo individuo aunque como en la privilegiada Europa, podemos encontrar un dentista u oculista cada cien metros. No puede olvidarse a la abuela o abuelo, tía o tío o anciano vecino que sabe como curar determinada enfermedad o herida, o a la partera y cómo llevar a buen puerto un embarazo o parto, y siempre está el saber escuchar y dar un buen consejo. Eso sí, o funciona o puede acabar mal, pasando de la admiración al temor, el repudio y de esto a ser considerado brujo y por tanto perseguido.
De mago a brujo
Y aquí encontramos quien considerado ‘mago’ entendido como con buena voluntad, por a saber qué causas pasa a ser brujo, y quién nació brujo y desde el principio así se consideró, o fue de repente en un momento determinado de su vida que se da cuenta de lo que es, un ‘devorador de almas’, y actúa inconsecuentemente en contra de lo establecido. Y aquí adquiría un papel primordial el adivino.
Este no solo predecía el futuro, sino que era capaz de ‘ver’ el desarrollo de lo ocurrido y por suceder, era realmente un vidente. Y si este vidente, al manipular sus objetos, caurís, huesecillos, nueces, arena o agua, o de lo que se sirviera, denunciara a alguien como brujo, todos sin dudar acudirían a acusarlo y repudiarlo, pues tal dictamen se consideraba una prueba irrefutable, de tal modo que impotente, dándose el caso de aceptar aquello de lo que se le acusaba y sin ser consciente ni de qué se le acusaba, pero convencido de su culpa pues no todos se iban a equivocar, acatar la sentencia que inexorable, consistía en una ejecución colectiva, pues era el pueblo quien lo consideraba culpable y aunque la muerte se la diera un individuo, ese eran todos, por lo que desde el otro mundo este, ‘brujo’, quedaba imposibilitado a vengarse. Y ahora, tras ver, tal vez otra más, cómo desarrolla su espiritualidad el africano, os preguntaréis qué tiene esto que ver con el sincretismo.
actuando acorde a sus creencias
Pues que para seguir actuando acorde a sus creencias, bien enraizadas desde generaciones, y sus normas, pero acuciados, sometidos y obligados a dejarlas, pero no encontrando consuelo ante las desgracias que se les están infligiendo, por esos mismos que les someten y obligan, no ven otra posibilidad que recurrir a aquello que antes les solucionaba y socorría, aunque ahora lo deban reinterpretar, presentando a san Antonio como Tony Malau, tal vez el primer fetiche sincrético; el Niño de la Bola o de Atocha como Elegba; a san Jorge convertirlo en Ogun, y al crucifijo convertirlo en un provechoso, por lo poderoso, fetiche conocido como Nkangi Kiditu, en toda la actual R.D. del Congo y gran parte de América.
Sincretización de un crucifijo
Explicar por último, que la cruz, conocida mucho antes del cristianismo por el africano, es un símbolo ancestral enlazado con el origen celestial del hombre y su destino, unido a la divinidad suprema y su salvaguarda por tanto. La cruz para el africano es la interpretación del ser con sus brazos abiertos y que a veces vemos sugerentes y solícitos hacia lo alto en clara síntesis simbólica de la teología africana, siendo ayuda visual fundamental para trasmitir enseñanzas espirituales a los iniciados y recordatorio a quien lo ve de lo que se le ha inculcado.
Por otra parte, Y cosa curiosa, a veces se esconde en dibujos en forma de espiral, tantas veces vista entre tantos pueblos, como aquello que empieza y termina donde termina y empieza. Un uroboro eterno que funde los mundos en un solo concepto único. Todo y todos estamos dentro de un cosmos único, en el que la cruz, y para evitar suspicacias la espiral, son la interpretación cosmológica de ese concepto.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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