Figuras de la etnia Luba
Traigo esta pieza, para hacer ver que claro que todos quisiéramos exquisiteces. Hermosas tallas como algunas que hemos visto, plenas de sensibilidad y a su vez de fuerza. Lo que agradecen aquellos que las utilizan como objetos bellos con los que decorar un rincón dando aire de modernidad y buen gusto. Perfecto.
Pero eso a quien se apasiona, no le basta ni cierra el camino que gusta andar hasta llegar a donde se averigua el por qué y para qué se hizo. Estas piezas, bellas las más y visualmente potentes, necesitan de ese recorrido, pues no se hicieron para adornar, sino que encierran vivencias y secretos que a muchos nos parecen tesoros.
Pues esta pequeña talla, que posiblemente muchos desdeñarían, es tal vez una de las más valiosas del Museo de Arte Stanley de la Universidad de Iowa con nº de inventario: X1990.666, precisamente por eso, dado que encierra una visión y procedencia que prefiero explique directamente el profesor Allen F. Roberts, que en 1992 nos decía entre otras cosas:
“Observamos que la cabeza nos ofrece elementos suficientes como para atribuírsela a los luba, de los que en la talla vemos elementos estilísticos, incluido un peinado en cascada asociado con los Luba centrales de finales del siglo XIX, aunque también se asemeja a los objetos de los Tabwa occidentales. Es muy probable que esta figura se haya recolectado cerca de la Misión Católica en Mpala, un importante pueblo de los Tabwa en las costas del suroeste del lago Tanganica. Los Padres Blancos establecieron una misión en Mpala en 1885, en el puesto avanzado de la Asociación Africana Internacional fundada por Emile Storms dos años antes.
la Misión Católica en Mpala
Esta fue una época de intensas incursiones en el comercio de esclavos del este de África por los jefes Tabwa, Kansabala y Lusinga, quienes se mudaron a las cercanías de Mpala en la década de 1870 desde tierras a lo largo del río Luvua, adyacentes a los pueblos del este de los Luba.
Las tormentas derrotaron a los dos jefes y se les requisaron objetos importantes de la parafernalia política de estilo Luba que ahora se encuentra en las colecciones del Museo Real de África Central en Tervuren, Bélgica (ver Roberts y Maurer 1985). Esta figura es, sin duda, de un origen similar, pero probablemente fue colectada en 1888 o 1889 por los Padres Moncet y Moinet de la Misión Mpala, quienes pronunciaron sermones ardientes contra los males de la religión Tabwa y confiscaron muchas piezas de escultura que enviaron a los Padres Blancos con sede en Maison Carré en Argelia a fines de 1889, de donde se distribuyeron a iglesias belgas y otras para su exhibición. (WF 1889-1900, entrada del 9/1/1889).
kabwelulu
Este objeto es probablemente de un género llamado kabwelulu, básico para las prácticas magico-religiosas de Bagabo, una sociedad pre y colonial temprana, entre la gente en lo que ahora es el sureste de la República Democrática del Congo, desde el este de los Luba hasta los Hemba y Tabwa a las congregaciones de pequeños grupos étnicos que viven a lo largo de las costas del noroeste del lago Tanganica.
Parte de la magia ideada por los adeptos de Bagabo todavía se usa hoy en día, como el poderoso Mwanzambale, amuletos protectores. Bagabo también fue un movimiento de resistencia nativista con un propósito explícitamente anti-misionero y anticolonial, o eso temían los europeos residentes.
Se puede suponer que la sociedad ayudó a sus miembros a sobrellevar sus sentimientos de impotencia en circunstancias radicalmente cambiantes, ya que los misioneros y los colonizadores belgas impusieron una economía política capitalista.
- a .- Las lanzas reales se llaman Mulumbu y relatan la epopeya entre Nkongolo y Kalala Ilunga
- b .- Las espadas Luba, tienen hoja lanceolada, corta y hancha, de doble filo, curiosamente de un peso y características muy similares a la ‘gladius’ romana.
Los reposacabezas o mikanda
Los reposacabezas o mikanda, donde se ven personajes sobre poderosos antílopes del tipo ‘oryx’, se presuponen de los adivinos, capaces de domeñar la naturaleza y aprovechar partes de este animal como la piel, las tabas y parte de los cuernos como parte de su distintivo, interacción con fuerzas ocultas y recipientes donde guardar medicinas o ungüentos. En el que vemos, luce el hombre el peinado mabutu, es del subestilo Sungu, región de Katende al sur del lago Boya, rica región en hierro y sal.
Bien, creo que ahora os toca a vosotros ver más figuras de aquí y allá y escudriñar qué encierran, solo y para cerrar este apartado una reflexión, una más, sí.
Creo que nadie discute la maestría de Buonarroti y su soberbia ejecución en la Pietá, donde vemos a una madre no ya compungida, sino destrozada tal vez por ser consciente de lo, tal vez, no tan comprendido del sumo y mortal esfuerzo de su hijo.
Se ve su dolor, impotencia y creo que esa percepción de por qué hasta ahí, que le supo imbuir Miguel Ángel. El cuerpo del hombre, está yacente, no rígido aún, en un alarde de conocimiento anotómico pero también vital; capta la flacidez de un músculo antes poderoso en un hombre jóven y fornido, pero ya vacío de ninguna posibilidad y que mientras en manos y sienes de la madre, mujer jóven aún, el flujo sanguíneo es patente y abrupto, en este otro cuerpo simplemente son caminos vacios. Son dos magníficos exponentes de seres de este mundo que nos trasmiten sus dilemas.
pieza africana
Y qué veo yo en una talla africana? ¡Nada de eso! Ni una ordenada ni mímesis aproximada a un ser humano si eso se ha pretendido, ni angustia ni pasión. De verdad; solo abstracción, concentración, meditación. No hay alardes técnicos a los que estamos acostumbrados. Está fuera de esa pretensión. Parecen copias, todas, de un mismo tipo de cara, de tres tipos a lo sumo. Tres tipos? Sí. La solicitud tiene tres caminos, tu, yo, nosotros.
Primero tú, hijo, cónyuge, padre, hermano, amigo sin el que yo no soy; y los dos, nada, sin todos los demás. Para que tú funciones y yo te siga, tiene que funcionar el todo. Y eso es lo que encierra una pieza africana, cuando mujer, todas, pero también todos, incluso conceptos como poder político y regulación social; justicia y sobre todo paz.
Contrariamente a lo europeo, su catarsis les vuelve personajes de otro mundo donde habitan los deseos que han transformado en las buenas intenciones de aquellos que ya muertos, les enseñaron y que para no olvidar recrean virtualmente, pues no necesitan visualizar color de ojos ni gestos de manos que abracen acaricien o trabajen, para recordarlo, lo tiene bien presente en sus memorias y lo saben ‘leer’ recordándolo como si estuvieran presentes al ‘ver’ videos, en sus hieráticas tallas. Y eso, que me consta, quiero también ver yo.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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