Grados de los iniciados a Poro
Los grados de los iniciados a Poro eran:
- 1. Yuyira, solicitaban ser mensajeros, auxiliares del Poro o sirvientes y Wujanga, las clases más pobres.
- 2. Missi y Binima era para hombres mahometanos Mori y futuros hombres diablo.
- 3. Kaimahun, era el grado exclusivo de los jefes de alto rango.
Los diferentes tipos de trabajo, como herreros, ceramistas, tejedores, carpinteros, recolectores de palmeras o granjas etc., se integraban en el Yuyira. Quedando el Missi para los elegidos para el culto.
Al asignar al novicio en uno de los dos primeros grados, se le enviaba al jefe del grado, quien le cobraba entre 2 y 3 chelines; para enseñar al niño los principales conocimientos de su oficio o dedicación y que luego, como adulto pudiera integrarse.
Era fundamental y también se enseñaba, el conocimiento de hierbas y plantas medicinales y no para hacer ‘medicina’ ritual, sino curativa, para todo tipo de trastorno o malestar físico, teniendo más fe en ese conocimiento y sus expertos que en la farmacología europea y sus médicos, a la que si acudían era por cómo se les atendía pues comían, descansaban y el costo si no gratis era menor.
el baile
Otro fundamental aprendizaje ere el baile pues descontando el de sus trabajos, el resto del tiempo despiertos, era casi igual para lo lúdico y lo ritual. La vestimenta de baileconsistía en un cinturón del que colgaba una cascada de fibras sueltas pero tupidas y enredadas hasta los tobillos; una especie de faja de algodón campestre alrededor del cuerpo; un curioso tocado que por delante semejaba una fantasiosa mitra y colgando del cuello un sinfín de Sebehs, o amuletos fetichistas.
El baile se acompañaba de golpes del Sangboi, o tam-tam; este baile y son solían ser la principal diversión de los Mende después del anochecer. Se inducía al novicio a que sobresaliera en estos conocimientos, pero nunca se le decía nada relacionado con las cosas secretas de los jefes pertenecientes al tercer grado.
el Kaimahun
En el Kaimahun o tercer grado, cuando un jefe deseaba convocar una reunión con sus pares, lo comunicaba enviando a hombres del Poro como mensajeros. Reunidos y solos, lo primero que hacían estos jefes era jurar sobre la “medicina fetiche” bien la Tehlang, la Torma o el Boru-Boreh, tras lo que aún solos, se reunían en la arboleda Poro y deliberaban.
La primera ‘medicina’ la Tehlang, era parecida al rapé, y se inhalaba por la nariz, haciendo que si el jefe incumplía el juramento perdiera su nariz; la segunda, Torma, se suponía que mataba no sólo a la persona, sino también a cualquier miembro de su familia que al morir se doliera o llorara por él; la tercera, Boru-Boreh, mataba solamente al infractor, no afectaba a sus parientes.
El Kaimahun era algo de absoluto secreto y exclusivo de jefes; incluso aunque se propusiera un atentado, golpe de estado o cosa similar, nada saldría de su arboleda de Poro, ni aunque los afectados fueran jueces o miembros de su hermandad, solo todos los jefes aunados y consensuados podrían decirlo. A nadie se le permitía entrar a la arboleda del Bosque Poro de Kaimahun si no era por invitación de los jefes.
Una persona llevada ante un tribunal de Poro podría ser juzgada, ejecutada y enterrada dentro del recinto del Poro y no habría la menor posibilidad de que tal hecho se divulgara al exterior.
la medicina fetiche
Antes de ser aceptado y recibir el plácet, el iniciado debía jurar sobre la “medicina fetiche”. Entonces se convertía en miembro de la hermandad, pero debería aún esperar un tiempo para junto a otros miembros, ser iniciados en los misterios de la hermandad, y entonces “acudir al diablo”, quien los debía aceptar para después presentar a estos nuevos miembros al mundo exterior.
La noche anterior a esta ceremonia todos los hermanos, viejos y nuevos, dormían en el Bosque Poro y lo debían hacer sin sobresaltos hasta las dos o tres de la mañana, cuando uno de los cofrades se subía a un árbol y gritaba fuertemente tres veces despertando a todos. Después del tercer grito, el lugar resonaría con los gritos de los internos, el toque de bocinas y el repiqueteo de tam-tams, que se prolongarían durante dos o tres interminables minutos. Esto debía repetirse tres veces.
Esa misma tarde hace su aparición el hombre que hace de demonio, el Gafe, al que en fila de a dos escolta toda la hermandad, los Wujangas se encargan de mantener elorden. La procesión está encabezada por siete u ocho muchachos, que entre cabriolas y saltos dirigen la marcha.
los Wujangas
Luego de visitar las diferentes chozas donde existe la posibilidad de recibir algún presente, todos regresan al Bosque Poro. Estando todos allí, ocupados en desembarazarse de lo que llevaban durante la marcha y poder descansar de la caminata, un suceso inesperado rompe la monotonía y todos entran en tensión…
El diablo Gafe yace en el suelo. Ha sido repentino y tras emitir un casi inaudible gemido que ha dado paso a un silencio sepulcral. Alguno muestra sorpresa y empalidece de miedo. Comienza un trasiego que se percibe desde el exterior donde la concurrencia del anterior paseo se muestra atónita preguntándose al no saber lo ocurrido. La inquietud se extiende y como un torrente inunda los corazones de todos.
Pero los hay avezados. Ellos sí saben qué sucede y disimulando se dan con los codos en muestra de su lucidez. Saben que el diablo está fingiendo su tremendo malestar; lo achacará al gran esfuerzo que ha realizado diciendo que le ha pasado factura, incrementando así la suya.
Binima
Mientras los Wujangas, cómplices, corren raudos a por agua y se la acercan. Tras un sorbo, le conducen al Binima, su recinto de grado personal y salen de nuevo esta vez a por leña, que previsores ponen a sus pies. Por tercera vez salen y vuelven con más agua que le acercan al Binima donde otros no pueden entrar.
En ese momento se oyen grandes suspiros de alivio en el recinto, lo que indica que bajo estas atenciones el Gafe ha revivido. Los otros grados empatizan y suspiran aliviados también, primero los del Missi, luego los de Wujangas, después los de Yuyira, y encadenándose, finalmente lo hace el público exterior, aliviado.
El Bosque Poro
El Bosque Poro solía permanecer abierto durante tres o cuatro meses, y durante ese tiempo se repetía la ceremonia tantas veces como novicios suficientes, o Poi, se presentaran queriendo ser elegidos.
Cuando el diablo Poro se acercaba a un pueblo, nada lo hacía perceptible; era la comparsa de muchachos y hombres Poro que le seguían bulliciosamente la que lo anunciaba, en medio de la que él se mantenía. Al percibir en el pueblo tal ruido, todos aquellos hombres que no pertenecieran al Poro, mujeres y niños, debían esconderse dentro de sus chozas, clausurar puertas y ventanas usando esteras y arrodillarse en el interior aplaudiendo. Al oír los aplausos el diablo entraba en el poblado, acallando todo ruido.
Todos sabían qué quería el diablo aunque su discordante voz, emitida a través de la especie de trompa con intersticios abiertos a los lados cubiertos con membranas de tela de araña distorsionaran su voz, pero no su mensaje, quería al iniciado rebelde que no se había presentado. Capturado el infeliz, hacía llamar al jefe del poblado al que como si nada, saludaba, inquiría sucesos del pueblo, le felicitaba por la cosecha y se iba.
los Mende
No difería mucho esto entre los Mende. Entre ellos, cuando un niño iba a ser un Poi, o novicio, podía ir de manera voluntaria o por la fuerza: los no iniciados eran Powa que quedaban bajo la voluntad y dirección del Gafe, equivalente al Taso de los Grebo, o Kasi de los Temne.
El Gafe tenía como auxiliares a los Seki o Soko, el Làgá de los Grebo, que iban tras él, y se detenían en las afueras del pueblo para gritar: he, he, he, mientras se tapaban la nariz para disimular la voz; las mujeres al oírlos salían del pueblo escapando al campo para no toparse con ellos y dejar que se hicieran con los niños que no se habían presentado voluntariamente.
El Gafe murmullaba m, m, m, y un Seki llamado Ngahomwi, que sostenía una estera doblada, la golpeaba contra el suelo imitando el golpe que el Gafe estaba dispuesto a dar a cualquier novato revoltoso, Ngafe ngiwi ngunga. Los Suki llevaban al neófito al Bosque al que pasaba sin dilación.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
Deja una respuesta