Kwaku Ananse y reglas sociales
Dentro de sus innumerables cuentos tomamos este que también tiene como protagonista al señor araña Kwaku Ananse. Ambicioso este por conseguir toda la sabiduría del mundo para sí, el señor Kwaku Ananse va en su busca por todos los rincones de la tierra para encontrarla. Como va encontrando retazos de ella, la va depositando en una olla para tenerla a buen recaudo y poder usarla después.
Cuando finalmente piensa tener conseguida toda la sabiduría del mundo, decide colgar la olla en el alto de un frondoso árbol para ocultarla y que nadie más tenga acceso a tanta sabiduría. Dispuesto, se ata fuertemente la olla bajo su panza, luchando para poder llegar a lo alto del árbol.
Con tanta dificultad como tenía, se ve de repente paralizado cuando su hijo primogénito, Ntikuma que llegaba por allí y le había visto esforzarse tanto, le grita bien alto para que escuche:
“¡Pero padre! ¿A quién se le ocurre trepar a un árbol con una olla atada a la barriga? ¿Por qué no te la sujetas a la espalda y así podrás subir mejor?”
Enojado por el razonamiento de su hijo, Ananse miraabajo y le contesta:
“¿Cómo te atreves a enseñarme?”.
Ananse
Airado, pues se da cuenta que tanta sabiduría acumulada no le había servido de nada y que todavía le faltaba mucho por aprender y guardar en la olla, Ananse, ofuscado, se suelta la olla lanzándola indignado al suelo, donde se hace añicos, desparramando la sabiduría y permitiendo que los primeros que llegaron bajo el árbol fueran los que se hicieran más sabios.
Moraleja de la historia, “nadie tiene el monopolio de la sabiduría”. Razonando, los akan concluyen con este proverbio:
“Una sola cabeza no constituye una asamblea”.
En su aprendizaje además de los asertos morales y los modales, los jóvenes aprenden de sus padres el oficio de la agricultura para que en su futuro puedan ser autosuficientes y capaces de alimentar su propia casa. Entre otros conocimientos básicos, de aquella época, que se inculcaban a estos muchachos, estaban la caza, el sangrado de ciertas palmeras para la producción de vino de palma, la cestería y otras necesarias artesanías.
También se contemplaban el proceso de tallar madera, así como reconocer hierbas y saber elaborar ungüentos medicinales con ellas.
En cuanto a las niñas y además de aprender también las reglas socio morales, aprendían las labores domésticas, como elaborar jabón, la alfarería, el hilado de algodón, la extracción de aceite vegetal y alguna otra cosa más por el estilo. Pero no se olvidaban de enseñarles a todos a contar con los dedos, y a ello sumar cantidades mayores ayudándose con piedras y trozos de palos.

Los funerales
Los funerales eran la ocasión propicia para que los jóvenes aprendieran poesía, que era recitada en homenaje del difunto. Eran cantadas durante las endechas, las luctuosas alabanzas relatadas musicalmente, junto a algunas de las historias tradicionales. Donde se podía también escuchar el lamento de los tambores parlantes, mientras otros danzaban.
Los niños desde bien pequeños aprenden a ser parte de la comunidad, no se les mantiene aislados, y cuando ya tienen la edad apropiada se les predispone a que participen con la comunidad.
La indisciplina de un niño no es solo deber de los padres el reprenderlo o castigarlo, sino de toda la comunidad. Para los akan es un deber de todos los adultos enseñar y reprender a los niños que se portan mal. Los niños están atentos a su disciplina porque ya desde temprano son enseñados a respetar a los adultos y por esto entre otros, usan este proverbio:
“Una señora mayor no es abuela solamente de una persona”.
Y si por casualidad el niño se resistiera aceptar la disciplina de un adulto, se informa de inmediato a los padres para que la apliquen.

Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
Deja una respuesta