EL DÍA A DÍA
Lo llamado Arte Africano, en este casoel Luba, no deja de ser el compendio de sus conocimientos y cultura. Todos los sucesos enla vida de un Luba están impregnados de sus realizaciones que son emblema pero también manera de recordar su función. Lo veremos en un capítulo concreto, pero antes, como hemos visto hasta ahora, entendamos en qué consiste su día a día.
Ceremonias.
Todo se festeja. Si la tierra es fértil, la pesca productiva, el trabajo rentable y la paz duradera, saquemos tiempo para agradecerlo y disfrutarlo. Y a eso prestaban gran parte de su tiempo. Hasta que llegaron unos tipos como Vumbi, ‘blancos como los fantasmas’, que estropearon todo.
Saber hoy que la jóven pareja se va a casar, que la muchacha tiene su primer embarazo, el nacimiento, aunque también de un funeral, del fin del duelo, o circunstancialmente de la entronización y el funeral del MuLopwe, de sus dignatarios y del Kilumbu son ocasiones para grandes ceremonias. Está claro que son momentos importantes en el transcurrir de la vida de cualquier persona. En el pasado, la llegada de los primeros dientes, la circuncisión de los niños, la iniciación de las niñas, la cosecha de los primeros cultivos y el inicio de la temporada de caza al final de la estación seca eran ocasiones para realizar las ceremonias de agradecimiento de ritos colectivos.
Medicina
Los Luba, también muchos otros en África, tienen la idea de que la causa de la enfermedad tiene un origen mental, o sea, producto de algo espiritual, y que para darle solución se tiene que averiguar el porqué mediante la adivinación.
Una vez conocido el origen y el espíritu responsable de la desgracia, el enfermo, previa receta del adivino, debe aplacarle mediante rituales y libaciones que le reconcilien o dotarse de un amuleto que le proteja, y si es causado por un hechicero, mejor ambas cosas.
Los sanadores pertenecían a la asociación Buhabo, una de las más secretas y poderosas de la región. Su poder obedecía al temor a ser envenenado, de modo que todo el mundo pretendía ser miembro. El candidato pasaba por una iniciación pero además, debía pagar un importante tributo. En la cúspide de esta sociedad, rígida y jerarquizada, el gran maestro, Tata, ejercía de guardián de las pequeñas estatuas, que se depositaban normalmente en una calabaza.
Muerte y vida futura
Los Luba creen que existe un mundo paralelo bajo la tierra, donde se van los muertos para vivir una realidad idéntica a la que tenían, pero relacionándose con los que les precedieron y sabedores de que los que dejaron arriba, los vivos, en algún momento se juntaran con ellos. Este mundo de las sombras, está igualmente estructurado en grupos familiares, con pueblos, bosques y cultivos.
Desde ese otro mundo los antepasados vigilan a sus hijos, contactan a los vivos a través de los sueños o en sesiones de adivinación y hacen que sucedan todo tipo de cosas extrañas e inusuales para llamar la atención sobre acontecimientos que puedan resultar dañinos. Los muertos gustan de regresar al mundo de los vivos, cuando los niños al nacer reciben sus nombres.
Según Merriam, p. 298:
“Los Luba Songye son únicos porque creen en la transmigración del alma, Esta alma parece regresar normalmente tres veces a la Tierra en un cuerpo humano y la cuarta vez en el cuerpo de un animal antes de que vaya a Efile Mukulu para permanecer ahí indefinidamente”.
Los muertos están pendientes de todo lo que acontece a los vivos, sabedores de que las honras y rituales en su honor, se traducen en su pervivencia espiritual colectiva, viven, en función del recuerdo que los vivos mantengan de ellos. Por eso interactúan constantemente con los vivos. La supervivencia de los muertos depende de la devoción de sus familiares vivos.
Los descendientes
Si sus descendientes no muestran su amor filial, los muertos no prestarán su ayuda y sí mostrarán su ira, provocando que los cultivos fracasen o enfermedades u otros daños en función del dolor del olvido. Por supuesto, ese recordatorio tiene mayor incidencia cuanto más cercano es el parentesco, no es lo mismo un abuelo o padre que el tío del bisabuelo.
Aquellas personas que fallecieron en tiempos antiguos o más recientes pero con las que no se tuvo contacto en vida, pero dejaron constancia en la comunidad de su buen paso, se les da el vago título de ‘antepasados’; de este grupo solo a aquellos realmente importantes se les reconoce por su nombre.
Concepción del mundo
Más allá de esto, los Luba concebían el mundo como un todo unificado; de hecho toda la concepción de sus representaciones y las funciones de sus instituciones, iban encaminadas a poner en valor el concepto de ‘dios creador’.
Ese único dios creó el mundo, al ser humano, la naturaleza y lo que implica: aquello que alimenta y cura y lo que se indigesta y mata. Para los Luba, el creador es dueño de la tierra y los que la habitan, absoluto dueño del mundo. Lo ‘universal’ adquiere su pleno valor. Lo que no contradice que se considere que la especie humana es una y la mente humana es una; trascendiendo a la realidad empírica.
Cuando los Luba manifestaban que: Vidye udiko, ‘el espíritu existe’, querían exactamente decir eso: el espíritu trasciende y crea otra realidad, conectada a los antepasados. Sin embargo dios no es una sublimación de los antepasados; por el contrario, los antepasados solo pueden existir porque primero existió el concepto de un dios creador. Por eso en sus oraciones, las de ayer y hoy, queda implícito que: “Dios es siempre el padre de todo y de todos”.
la sociedad secreta Tusanji
En el acervo Luba, se consideraba posible que ciertas personas que fueron respetuosas y amigables en vida, a su muerte se volvieran perjudiciales y mal intencionadas con los vivos. Aún disculpando este proceder, pues pensaban que alguien o algo había intervenido para que esto ocurriera, para solucionarlo se requería de ciertos rituales que los alejasen. En el pasado, la sociedad secreta Tusanji era la responsable de neutralizar esos y otros espíritus malignos; para ello desenterraban sus cadáveres y los comían ritualmente.
Generalmente, se consideraba sin embargo, que los espíritus de los muertos eran benevolentes y protegían a los miembros de su familia que aún estaban vivos. Aquellos que murieron sin dejar poso ni vínculo afectivo o emocional entre quienes aún vivían y que por tanto ningún recién nacido recibiría su nombre, dejaban de existir al quedar innombrados e impensados, no existían ni espiritual ni físicamente, hundiéndose en lo más profundo y sombrío, sin poder emerger y situarse en ese plano donde habitaban los ancestros recordados, que no dejaba de ser la continuación de lo que ya tuvieron cuando vivos.
Mwadi
Cuando moría un jefe o rey Luba, su espíritu se reencarnaba en una médium espiritual femenina, cuyo título era Mwadi. Los Luba dicen que solo el cuerpo de una mujer es lo suficientemente fuerte como para sostener un espíritu tan poderoso como el de un rey, por lo que la escultura dedicada a la realeza es morfológicamente casi siempre femenina. En el origen se dice que La primera Mwadi, residió en la antigua aldea real; había adquirido sus títulos e insignias y recibía regularmente regalos del nuevo rey que había establecido su residencia en otro lugar diferente.
Las distintas residencias de los trece reyes Luba se convirtieron en santuarios donde se recordaba su memoria y se llamaron capitales espirituales donde las mwadis gobernaban sus ‘reinos de los muertos’. Cada Mwadi era sucedida tras su propia muerte por otra mujer de su linaje, asegurando así la perpetuación de la memoria del rey.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano