Pueblo Jie o Holi
Los Jie o Ije, Holi o Holli, Ohori, Je Ikpobe y Zogbodome… son un pequeño grupo del sureste de Benín, que se dan nombre así como a las aldeas donde viven, en función del origen del fundador de dichas aldeas.
Se ubican, según Ethnologue 2016, en las zonas rurales de Pobè y Kétou y en el departamento de Zouen en los pueblos de Ouihni y Zogbodomey sobre todo, aunque el pueblo más conocido por visitantes extranjeros sea el de Ogniboló, tal vez por vivir aún en él, las únicas mujeres que tienen las antiguas escarificaciones.
Ethnologue 2006 cifra en unos 145.000 al conjunto de individuos yoruba de Benín, obviamente descendientes o relacionados con los nigerianos, a nivel mundial, entre los que incluye a los Nago, Gun, Mina, Aizo y Holi, aunque cuantifica en menos de 500 a estos últimos, los Holi.
Hablan el EdeIjeun un dialecto derivado del Ga Gbe.
Ellos se reconocen como Jie aunque sus vecinos y administrativamente son conocidos como Holi. Sus vecinos más poderosos son los Nupe ya en Nigeria.
Tienen un claro orígen yoruba parece que de la zona de Oyo que cuando este formidable emplazamiento y reino se ve ferozmente atacado por los fulani del Califato de Sokoto bajo el mando de Uthman Dan Fodio que lo arrasa, en vez de bajar hacia el sur donde la mayoría yoruba se desplaza y fundan Ibadan y Abeokuta, un grupo se escinde y se desplaza al noroeste, del que resultan los Nago y estos de los que aquí hablamos, el pequeño clan de los Holi.
Foto de Chavetas.
Aunque animistas, el 94%, practican el vudú y las creencias yoruba y el 6% restante se dicen practicantes del cristianismo; el tiempo, el aislacionismo y los escasos recursos han ido perfilando a su criterio tales manifestaciones religiosas.
Viven en minúsculas aldeas a las que llaman tunga habitadas por unas cincuenta personas y que escasamente llegan a superar los doscientos individuos, que básicamente consiste en un habitáculo central para reuniones de cualquier tipo y que en la actualidad puede tener una pantalla de tv; aunque donde más gustan reunirse es bajo el árbol que se escogió para asentar el pueblo o un vástago de este. Alrededor pueden verse cabañas familiares de solo una sala, levantadas de un enramado principal anclado al terreno, al que ‘cosen’ otro de ramas más pequeñas que revisten por dentro con un mortero de adobe, alguna se ve ahora de bloques de cemento; los techos los forman entramados de ramas que cubren con grandes hojas que cambian cada temporada, aunque empiezan a verse techos de chapa galvanizada.
La autoridad la ejerce un jefe nombrado, pero dependiente, por un consejo de ancianos que puede intervenir ante cualquier contrariedad. No tienen una autoridad superior sino las derivadas del Estado central.
Foto de Chavetas
Son principalmente agricultores que cultivan mijo, ñame, arroz y maní. Mantienen alguna cabra y gallinas y ocasionalmente pescan, prácticamente no se ven perros. No practican la caza y como mucho capturan algún ave.
Los matrimonios suelen ser poligínicos y generalmente se acuerdan. Los niños quedan al cuidado de los padres, abuelos y hermanos mayores. Los niños deben respetar a sus padres y también compartir, cooperar y evitar disputas.
Es peculiar su personal manera de hacerse notar, con escarificaciones peculiares que se hicieron sobre todo las mujeres y ya las de cierta edad, pues las más jóvenes ni se plantean esa experiencia.
. Foto de Jorge Fernández Garcés
Este pueblo, al que los antiguos historiadores emparentaban y tenían como subgrupo Adja, desde hace algo más de un siglo esa idea se trastoca y cambia, reivindicando ese error y adscribiéndoles como yoruba. Algún dato tendrían aquellos anteriores historiadores, tal vez la cercanía de los adja, pero sus creencias ancestrales, ceremonias y maneras de ritualizar son inconfundibles,
lo que en realidad y dada su precariedad, número y exiguas posibilidades, no es que les reporte muchos beneficios, pues a día de hoy y como ejemplo, para surtirse de agua, no tienen otro medio dada la carencia de pozos y fuentes de uno u otro tipo donde abastecerse, que hacerlo en su único medio, las pozas que se forman con la lluvia en los márgenes de la carretera en que el trasiego de coches y paso de viandantes a consolidado el terreno y el agua tarda más en filtrarse. Por lo que veremos cómo entre sus peticiones en rituales o ceremonias, su prioridad es que llueva, lo que cuando se da en esos parajes, lo hace torrencialmente pero también con escasez. Poza con agua de lluvia. . Foto de Chavetas Al menos esa pertenencia a un pueblo tan antiguo y poderoso como los yoruba, motiva reivindicaciones sobre sus orígenes en base a la época en que partieron de Oyo; lo que al menos ahora les genera orgullo y los jóvenes que se mueven buscando un mejor porvenir piensan que tienen más posibilidades; y la confianza es una importante herramienta.
Es una cuestión de reivindicación, no sé si con intereses políticos, en la que no quiero entrar.
Sí, en dos aspectos de su idiosincrasia que les hace relevantes:
1º Sus escarificaciones
Muchas veces hemos alabado los magníficos esgrafiados que hacen pueblos como los Tiébélé de Burkina Faso en las fachadas de sus casas, este es el único pueblo que realiza sobre sus cuerpos ese mismo tipo de diagramas.
Torso y vientre de una mujer Holi, ya mayor no queda ninguna jóven, en una foto de Pepe Pont de hace unos 15 años.
Somera explicación de cómo se hacía una escarificación:
Con un instrumento afilado, antiguamente una caña, se hacía una incisión en la piel, presionando para que sangrara, sabían que sangrar era un buen método para prevenir infecciones.
Dependiendo de zonas, las costumbres variaban, en unas se dejaba la cicatriz tal cual, normalmente entonces eran más largas y profundas.
En otras les gustaba que se vieran protuberantes.
Para eso, insertaban en la herida, más pequeña que las anteriores, algún elemento que se enquistara.
Para eso normalmente introducían ciertos tipos de savia de árboles, como resinas de conífera o látex, presionando hasta llevar ese elemento extraño hasta donde se pretendiera y aplicando un coagulante, normalmente siempre tela de araña con emplastes de tomillo o espliego africano o de syzygiunca ryophillata el ‘clavo amarillo’, donde se diera.
Bien, pues los Holi o Jie, al contrario que lo anteriormente dicho, se hacen secuencias de pinchazos sucesivos, similares a los de los tatuajes, a los que aplican frotando con fuerza, el líquido resultante de quemar brea o alquitrán quemado, mezclado con aceite de palma y extracto de alheña, hasta que observan que se ha introducido en la totalidad del dibujo.
Las mujeres lo hacían al confirmar que estaban embarazadas, se tatuaban torso y vientre anunciando la buena nueva y su nuevo estatus, proteger la vida futura y como una muestra de belleza.
Para esta práctica, ellas, como muchos otros pueblos a los que no gustaban los pechos prominentes, se los ataban desde muy pequeñas, con bandas de tejido o rafia aplastándoselos contra el esternón.
Era solo algo estético, bastante más corriente y extendido de lo que se piensa, en África Occidental.
En ellas, de esta manera, el dibujo continúa sin perder el objetivo a trasmitir. Como es norma, una escarificación debe verse, pues en ella están las claves para reconocer al individuo y los Holi también han sabido hacerlo, destacando por sus tatuajes y escarificaciones en abdomen y rostro, símbolo de pertenencia a su pueblo y muestra de belleza con componente sexual.
A la par que estas biografías sobre la piel de las mujeres, era tan importante distinguir la pertenencia al grupo que incluso se llegó al extremo de que si un niño o niña no llevaba ninguna marca se entendía que era un bastardo, sin familia a la que recurrir. Esto por tanto se consideraba tan importante que en la transición a la edad adulta, se practicaba entre los más jóvenes, realzando con sus escaras esa pertenencia a la sociedad que primero le amparaba y a la que ansiaba cuanto antes servir.
Ni que decir tiene que estos tipos de prácticas se pierden, que los instrumentos han variado y que como en otros sitios se utilizan cuchillas de afeitar corrientes, a veces oxidadas, en vez de los costosos cuchillos que realizaban los antiguos herreros.
La influencia del mundo global ya hace que en todo el mundo se opte por otros estándares de belleza y que esto, otro tipo más de cultura, desaparezca.
Consecuencia de ello es que los tatuadores, antaño numerosos y alguno famoso, hayan desaparecido o se hayan transformado en curanderos.
En ciertos parajes de África, donde se sabía que los recursos o materias primas de cada momento, eran inexistentes, el blanco no se molestaba en entrar y si se ha llegado a este pueblo es más por esta peculiaridad que aquí se muestra, que por ninguna otra causa. Hasta tal punto están fuera de circuitos que muchos nunca han visto a un blanco y los niños se ocultan o miran atemorizados, y eso que están a algo menos de 2 horas de un centro urbano. Es el sitio por donde se pasa sin advertir mas que el polvo del camino.
Al porqué de repente la atención que los turistas han prestado a este pueblo, hay que sumar el morbo surgido tras los reportajes y noticieros que los han tachado y dado fama como antropófagos reconocidos, al menos hasta 1984, en que se judicializó un caso. Obviamente la antropofagia no está legalmente permitida, ni tampoco está entre sus reglas actuales, aunque escrito quedó en sentencias de esos años que: “Cuando un jefe de tribu muere, el nuevo come un pedazo de corazón, debidamente sazonado y especiado para que sea más digerible, puesto que para ellos es donde reside la sabiduría”.
Foto de Chavetas
2º El Gelede
Aunque hacen algún tipo de ceremonia relativa a la extensa liturgia yoruba, en realidad solo celebran en la actualidad el Gelede de similar manera a los Nago.
Homenajean igualmente a la madre primordial, Iyà Nlà, utilizando unas mascaras ventrales con una original concepción.
Gelede es la máxima expresión del futuro. Es fertilidad y fecundidad, crecimiento inmaterial y material que es de lo que se compone la vida de un ser humano y eso, indisoluble, ellos lo tiene claro.
En esta magnífica foto de Chavetas, observamos un ventral donde el ‘niño’ que representa ese futuro, va surgiendo, y cómo desde el jefe, engalanado para la ocasión con todo lo mejor de su ‘armario’, incluso con su gorro carmesí, su pequeña hija y el pueblo observando atónitos el premonitorio nacimiento de tiempos mejores, e incluso algunos guardando el ritual con los bailes reglamentados; todos ellos en la Gran Vía de su pueblo, donde esta forma la Plaza Mayor más bonita que nadie pueda imaginar y si alguien se la imagina no les importa; al lado de su nuevo ‘Parlamento’ bien techado con las placas de cinc, esperan emocionados que pase a su lado dejando ilusiones, alimento fundamental para seguir… Y esta a veces es la última en presentarse y otras ella encabeza, pero siempre es augurio de lo que vendrá. Y llegan el resto de máscaras que ilustran pero ahora sobre todo, divierten.
Y los Holi, apenas a dos horas en coche de la capital, en la que ‘algunos’ han visto deslumbrados hasta edificios de cuatro y cinco alturas, calles pavimentadas y luces eléctricas, sueñan aquellos sueños de la Madre Negra, donde sus hijos corren jugando en el patio del colegio con los hijos de la Madre Blanca.
Porque claro que destacan y les gusta hacerlo con sus escarificaciones y coloridos vestidos, como al blanco le gusta hacerlo con su chirriante y brillante coche, pero eso de momento no les importa, porque saben medir sus pasos y lo primero es que sus hijos, en la tierra de sus padres, asistan al colegio situado allí, en el barrio de los blancos, en que el hijo del jefe blanco estudia para….
. Foto de Chavetas
Entre cruda realidad y lúdico divertimento, estas ceremonias teatralizadas no dejan de manifestar el día a día. En esta foto, donde vemos otro momento del paso del ventral que abre la marcha, podemos observar que el niño se ha movido, está vivo, mamando, bien asido a su nutricia madre, que en las escarificaciones muestra quién es, pero… también qué desea para los suyos.
Fijaos bien, lo veis? Es blanca.
Antiguo ventral Holi representando el de una jóven conocedora de su primer embarazo. Por lo que no tiene los dibujos relativos al sexo del niño ni nigún otro de alumbramientos posteriores, sí el enfatizado ombligo que promete un feliz alumbramiento y fertilidad abundante. Vemos los pechos llenos, pero al estilo de los pueblos de la zona que tienden a atarselos para que queden hacia abajo, lo que obviamente si tu labor es trabajar agachada en el campo facilita el poder amamantar al bebé, pero que a su vez es para ellos un excitante símbolo sexual.
Esta sociedad yoruba, se organice donde se organice, es exclusiva de mujeres y secreta. Ocupándose de reverenciar y honrar a la primera mujer y madre yoruba Iyà Nlà, y también del compromiso de prestarse ayuda mutua en cualquier circunstancia, lo que necesita y crea un vínculo que da a las mujeres una fuerza considerable, por el aporte social que significa, del que se beneficia el pueblo entero. Pero el casco o ventral de madera no es todo. La máscara, no es sólo lo que cubre la cabeza o abdomen, sino todo aquello que conforma al danzante, el vestido u otros tejidos, los sonajeros de pie o chawolos e incluso el rítmico tañido de tambores y la música.
Preparados para recibir la mascarada. Foto de Chavetas
Y dejadme poneros un extraordinario texto de Jose Miguel Redondo, ‘Sele’, empedernido viajero, donde buscando fotos que ilustren este trabajo he encontrado su blog del que he extraído también fotos que junto a las de ‘Chavetas’ relatan la ceremonia que sin duda ambos vivieron juntos:
“Quien piense que una máscara africana es un simple trozo de madera tallado con mayor o menor acierto que, colgada en la pared o sostenida por una peana de metal, puede servir como un curioso elemento decorativo… se equivoca. Cuando se observa una máscara en un museo, una tienda de artesanía o en una casa, por supuesto que se trata de un objeto desnaturalizado. Tanto como la cabeza disecada de un león de la que no sobrevive la más mínima expresión y energía de una criatura que una vez en la sabana rugió y prendió a sus presas son sus afilados colmillos. Es in situ, en el África negra, en el olor de la tribu, entre ruidos de tambores, palmas, timbales, polvareda y el trance de los danzantes que la portan cuando una máscara encuentra todo el sentido. Esa pieza tallada de un árbol es entonces un ser tan vivo como tú y como yo, captadora de las esencias, formas de vida, miedos y deseos de una tradición cuya antigüedad no entiende de fechas sino de devoción. De una fe imposible de quebrantar. El Gelede no es un mero festejo. Hay mucho más detrás de un concepto demasiado amplio y complejo. Tanto que me parece imposible explicar en apenas unas líneas cuando a mí mismo incluso me resulta difícil comprenderlo del todo. Pero, para tratar de entenderlo, aunque sea vagamente, hay que pensar en una sociedad secreta cuyos miembros son mujeres, la única compuesta sólo por ellas, cuya intención pasa precisamente por plasmar su importancia fundamental en la comunidad yoruba”. “Se cuenta que el origen de este culto evoca el paso de una sociedad matriarcal a otra patriarcal, algo que encolerizaría a las mujeres hace ya mucho tiempo. La madre primordial Lya Nla, así como los antepasados femeninos, deben ser aplacados por medio de ceremonias con bailes, música y un tipo concreto de máscaras cónicas que se colocan sobre la cabeza y no en la cara, son más bien como cascos. Allí se pronuncian cánticos que mencionan la historia y mitología yoruba e incluso se dan mensajes relacionados con la convivencia, el saber estar personal y la necesaria unión del pueblo. La idea del Gelede, por tanto, es, además de honrar a las mujeres de estas sociedades, poder canalizar las energías positivas de la aldea y dejar atrás las negativas, de ahí que este tipo de ceremonias que se celebren con gran entusiasmo y se lleven a cabo ante acontecimientos importantes como el fin de la cosecha, las difíciles sequías, posibles hambrunas o epidemias y, en definitiva, un cúmulo de circunstancias en su mayoría negativas que deben ser contrarrestadas con bailes, cánticos y mascaradas.
Para ello resulta primordial un elemento como es la máscara de madera, generalmente con rostro femenino y amable, sobre todo si las comparamos con otras etnias de África Occidental como los Wé, Pende*, Salampasu* y muchos otras donde los rostros parecen mucho más temibles. De tipo cónico para sobreponerse a la parte superior de la cabeza, casi como si fuese un tocado o un bonete, se caracteriza por sus colores vivos, una mandíbula prominente, ojos abiertos y expresivos y cortes en las mejillas. Aunque es en la parte superior de la misma donde se incluyen distintas escenas de la vida diaria yoruba, muchas veces aleccionadoras o narradoras de una historia”. * Notas: Una precisión, los Wé sí estarían dentro de África Occidental, pues se sitúan en Costa de Marfíl, los Pende y Salampasu se ubican en la R.D. del Congo, por tanto en África Central. Ogbagba preparado. Foto ‘rincondesele’
Y rendidos ante él músicos y pueblo. Foto de Chavetas
“¿Qué sucedió entonces? Pues apareció el primer portador de la máscara bajo un traje tosco y poco elaborado hecho con hojas de banano y donde emergía un rostro masculino con un fino bigotillo. ¿Pero no había dicho que las máscaras Gelede son femeninas? – te preguntarás. Tienes razón. Pero la respuesta es afirmativa en parte. Porque en una ceremonia Gelede la primera máscara en aparecer representa a Ogbagba, considerado el mensajero de los dioses. Y a partir de él todas representan rostros de mujeres. Éste apenas bailó, manteniéndose casi todo el tiempo en la esquina de una casa. Pero era como si su sola presencia significase el pistoletazo de salida de aquella ceremonia en mitad de la plaza. Se marchó tal cual como vino”.
“A los pocos minutos apareció por del extremo contrario otro personaje ataviado con una máscara completamente blanca. Esta vez sí tenía rostro femenino, mucho más estilizado y con una sola escarificación o hendidura en la mejilla izquierda. En la parte superior de la misma, un hombre levantaba la tapa de una especie de tinaja que sostenía una mujer desnuda arrodillada ante él. El portador de la máscara, que siempre es un hombre a pesar de que el Gelede tiene que ver con la mujer, envuelto en bella túnica de tela donde predominaban el malva, el azul y el verde sobre un dibujo estampado, inició el baile, no sin antes dirigirse a los sabios del pueblo, quienes parecían darle ciertas instrucciones amén de su beneplácito para todo lo que iba a realizar”.
Fotos de ‘elrincondesele’
“Aquella ‘máscara’ Gelede bailarina que hacía sonar los aros metálicos, chawolos, de sus tobillos y que se movía de una forma menos errática de lo que podía parecer, danzaba al son de la música y los cantos en lengua yoruba donde, según nos iba contando, se narraban historias conocidas para ellos aunque totalmente incomprensibles para nosotros, por supuesto. Allí está buena parte de su mitología y su ideario, incluso de su día a día. Por otro lado empezamos a ver cómo la parte superior de la máscara empezaba a moverse también. El hombre abría y cerraba la tapa una y otra vez. Y es que ese es otra impronta muy repetida en las máscaras Gelede, que las tallas adquieren movimiento cuando el portador mueve un pequeño e imperceptible sistema de cuerdas que se acciona dentro del propio traje. De ese modo cada máscara sería algo así como un escenario de títeres que adquiriría vida propia más allá de su propia simbología”.
…agitando los ‘chawolos’.
“A partir de entonces se irían sucediendo nuevos personajes. Nunca todos juntos, sino uno por uno, adquiriendo su protagonismo”.
Foto ‘rincondesele’. “Constaba de periodos de aproximadamente veinte minutos desde la salida de uno hasta la incorporación de otro. Las vestimentas, en general consistían en telas con ricos estampados, siempre diferentes, además de esas especies de sonajeros en los tobillos. La variación mayor estaba en la máscara que iba sumando, con cada nuevo danzante, diversas temáticas donde primaba el movimiento de la talla superior al propio rostro de madera”. . Foto de Chavetas
“En una había un bailarín. En otra un hombre llamando a la puerta de la casa de la mujer a la que pretendía y donde terminaba entrando para mantener relaciones. En otra un hombre en bicicleta fumando una pipa… Ciertamente nuestro viaje a Benín estaba siendo tan novelesco que aún no me creo que hubiera sucedido realmente”.
el bailarín. Fotos de Chavetas Son Los actores que encarnan el día a día; personajes típicos que destacan por su habilidad o peculiaridad y que en cada lugar donde se realice esta mascarada, los representaran porque en realidad son parte de un todo, y nada en el pueblo sería igual si uno faltase. No porque no sepan que pueden morir, porque a eso saben que alguien hará esa mismo labor, sino porque de una u otra manera se rompería un eslabón de algo que alguien lo creó, siempre conocieron y funciona. . el ciclista repartidor
los búfalos enfrentados
Quien haya leído mis textos sobre los Yoruba de cualquier parte de Nigeria, o los Fon , Ga, Ewe, o Ashanti, que de una u otra manera realizan esta ceremonia, dada su magnitud y mayor poder económico, habrán leído y visto un desarrollo tan fastuoso que pensarán que aquello es La Scala, el Royal Ópera de Londres u Ópera Haus de Nueva York y esto el teatrillo del barrio, qué equivocación. Sería comparar la capacidad de emoción y sentimiento entre quien viaja en Rolls y quién lo hace en metro. Por eso la UNESCO no declaró Patrimonio de la Humanidad el lugar donde se celebra, sino la mascarada, el Gelede en sí. Porque no es dónde ni cómo, sino paraqué. Por eso, al menos yo, si tengo clara una cosa, el ser humano es, somos, una creación increíble, e igual que ellos incluyen a todos los habitantes y fauna, representados en algunos de los más variopintos, verdes rojos azules amarillos negros o blancos, todos somos fundamentales, imprescindibles y necesarios. Y ahora que esto llega su fin, una última pregunta y conclusión: ¿Os habéis fijado en las máscaras y en las representaciones que llevan encima? ¿SÍ? ¿De verdad? Bien. Vale. Entonces no necesitáis de más… Ah! Que tu no. Pues fíjate. Notarás si eres perspicaz, que las máscaras, cascos en realidad, son sonrosadas o blancas, todas. Como el personage representado. Por qué será. Claves creo que hay para sopesarlo.
Mascara ventral Nago o Jie con clara influencia Yoruba.
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