Kómó
Kómó es la segunda y más importante etapa, pues su instrucción se dilata desde los siete años en que el niño puede comenzar esta instrucción hasta más allá de los 56 que es la edad en que se puede optar a ser ‘Gran Maestro’. Preámbulo y también a veces coincidente con las demás, inculca y profundiza en el conocimiento del tejido social.
Cuando los niños accedían al Kómó eran llamados Tigi denw ‘hijos del Tigi’ o Tigi tuguw ‘portadores de la antorcha’, como símbolo de la luz que conduce a la consciencia. El líder de la asociación de culto Jo era el Kómó tigi o ‘jefe del Kómó’. El Kómó, impartía a los iniciados enseñanzas sobre el liderazgo, la autosuficiencia, la destreza militar y diversos conocimiento científicos prácticos.
Del mismo modo, Kómó es como un curso en las Facultades de Filosofía y Humanidades que remonta su antigüedad a un período anterior a la fundación del Imperio de Malí y su toma de poder en el siglo XIII, encontrándose por entonces bien difundida y asentada. Está considerada, desde la antigüedad, la más poderosa de las asociaciones de hombres en la región.
Cada comunidad distribuida por la región tiene su Kómó, su prestigio y liderazgo se potencia con el buen hacer de lo que se espera de él pero también de la efectividad de la coalición producida entre los poderosos espíritus salvajes y los objetos de poder creados.
Los herreros
Los herreros, con su trabajo esotérico a través del fuego para fundir, el agua para templar y el aire para enfriar, dando vida y forma al hierro, no podían dejar la ocasión de establecer una hermandad propia, que les agrupara y diera preeminencia social y prestigio.
Crearon el Kómó, con el que se atribuyeron la capacidad de aprovechar ese canal de energía en beneficio del bien común. Solo ellos tienen la autoridad sobre sus máscaras y ser titulares de ellas y sus prácticas, pues ellas están dotadas del Nyama, o poder de discernir.
Estos tocados fueron hechos en secreto y utilizados, por miembros de la hermandad Kómó, asociación de los Tatuku o ‘maestros del fuego’ Bamana pero también por y para los del resto de pueblos de lengua Mandé.
Su Tne o animal tótem es la hiena o Suruku, pero el mítico es Jaturu la ‘hiena divina’ o ‘gran espíritu de la hiena’. Sobre una talla de madera con una abstracta forma híbrida y o simbiotizada de cabeza de hiena sobre todo, o cocodrilo u otro animal real o inventado pero aterrador, sobre el que se pueden encontrar insertados cuernos de antílope, cráneos de ave de afilados picos, púas de puercoespín o plumas, como metafóricos elementos que remiten a las capacidades de dichos animales, todo ello bien recubierto con materia proveniente de sangre sacrificial de cabras, perros o gallinas, cualquier otro tipo de acúmulo que consideraran.
Nyama
Como ciertas plantas, libaciones de vino de palma y mijo deglutido que agitaba el maestro o adivino en la boca espurreándolo a posteriori por encima del conjunto, y como final agua como elemento purificador, se dotaba a esta cimera de la fuerza vital crítica o Nyama, fuente de su extraordinario poder. A la hora de danzarla colocaban en sus fauces escorias candentes y restos de huesos, que al moverse conseguían emitir chispas y volutas de humo entre una suerte de luz fosforescente.
Lo que puesto ya el sol, daba al acto una teatralidad considerable y apabullante. Asociada a la noche, aunque actuaba a cualquier hora del día, el miedo que infundía y el poder atribuido hacía que nadie lo nombrara tan solo los iniciados, así como que estos objetos se guardaran en lugar secreto y fuera de la percepción de los no consagrados.
El valor que los Mandé, entre ellos los Bamana, otorgan a los animales en su percepción de lo ejemplar, como ejemplo, de sus comportamientos, es muy notable, como lo es en el resto del mundo. Las aves, por ejemplo, están asociadas a la sabiduría y las artes adivinatorias, algo así como la lechuza en la antigua Grecia. Mientras que al puercoespín se le valora por su facilidad para huir de conflictos y saber protegerse, la importancia de preservar el conocimiento.
la fraternidad Kómó
Hay unas piezas de este tipo consideradas como altar, por lo que se sacan en ritual pero sostenidas entre las manos, es imposible ponerlas sobre la cara o usarlas como cimeras. Suelen llevarse horizontalmente. El material sacrificial que se ve incrustado en las superficies de estos tocados son una indicación de su conexión con una de las tres principales sociedades de poder, a saber: Kómó, Kono y Nama.
Estos ‘altares’ son usuales en la fraternidad Kómó, que funciona como custodio de la tradición y se ocupa de todos los aspectos de la vida comunitaria: la agricultura, los procesos judiciales y los ritos de paso, donde cada palabra es sagrada, por tanto meditada y medida siendo su contravalor mayor que el oro o cualquier otro bien material. El Kómó es una hermandad, similar a las congregaciones cristianas, de sacerdotes, ancianos conocedores y herreros, formando la principal institución social de los Bamana.
Los miembros del clan herrero que nacían quedaban inscritos en la sociedad Kómó debido a atribuirles su capacidad para aprender y emplear en exclusiva el poder del fuego para transformar la materia de un estado en otro y de una forma en otra. Los herreros de la sociedad Kómó usaban estos tocados de la hermandad o KómóKun para invocar en una danza el Nyama, la fuerza que activa el universo. Veamos un extracto de nuestro texto sobre las ‘fraternidades’: “Tomando ejemplos de las tradiciones de la sabana al sur del Sahara, lo que en otros tiempos se conocía con el nombre de Bafur.
La tradición Bamana del Kómó
La tradición Bamana del Kómó, una de las grandes escuelas de iniciación del Mandé, en Malí, enseña que la ‘Palabra’ o Kuma, es una fuerza fundamental, que emana del mismo Ser Supremo, Maa Ngala, creador de todas las cosas. La Palabra es el instrumento de la creación: “Lo que Maa Ngala dice, es”, proclama el cantor del Komo.
El mito de la creación del universo y del hombre, tal como lo enseña el Maestro Iniciador, que es siempre un herrero, a los jóvenes circuncisos, revela que, cuando Maa Ngala tuvo la necesidad de dirigirse a alguien, tener un interlocutor, creó a Maa, el Primer Hombre. Antaño el Génesis se enseñaba durante los 63 días de retiro impuesto a los circuncisos al cumplir los 21 años; luego había que pasar otros 21 años estudiándolo a fondo.
A la vera del Tù o bosque sagrado, morada del Kómó, el primer circunciso recitaba las siguientes palabras: Maa Ngala I ¿ Maa Ngala I ¿Quién es Maa Ngala? ¿Dónde está Maa Ngala? El cantor del Komo respondía: “Maa Ngala es la Fuerza Infinita. Nadie puede situarle en el tiempo ni en el espacio. Es Dombalí, Incognoscible; Dambalí, Increado Infinito”.
Luego, tras la iniciación, comenzaba el relato de la génesis primordial: “No había nada salvo un Ser. Este ser era un Vacío Viviente, que incubaba las existencias posibles. El tiempo infinito era la morada de este Ser Único. El Ser Único se dio a sí mismo el nombre de Maa Ngala”.
Ciclos
Sus cimeras, pues se colocan sobre la cabeza, incluyen formas en madera que semejan a aterradores cocodrilos o hienas sobre los que se acoplan, cuernos de antílopes, colmillos de facóquero, púas de puerco espín y o plumas de buitre, bien asperjado todo por lo general de rústica pátina sacrificial.
No son máscaras no cubren la cara sino que las portan encima de la cabeza, a manera de tocados, y suelen colocar en las fauces ascuas o material fosforescente, antiguamente sacado de huesos triturados, pareciendo exhalar al moverse advertencias de los espíritus.
El Kómó, se subdivide a su vez en siete ciclos. Que como se ha dicho, ocupan al individuo desde la iniciación del niño a los siete años hasta el grado de Gran Maestro que sólo puede darse a partir de los 56.
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