Los Bamana
Aspectos de la vida cotidiana entre los Bamana. En todo Malí los recipientes cerámicos oscuros son los utilizados para cocinar y los claros para contener y ofrecer al visitante agua. Una vez fabricados los recipientes en barro y secados al fuerte sol que medio los cuece, se sumergen en un pozo preparado al efecto, donde se apelmaza una amalgama liquida de determinadas hierbas y vegetales con escoria y residuos férricos pulverizados que los impermeabilizan tras volver a dejarlos secar al sol.
El Bogolan, que veremos en capítulo propio, es un paño de algodón hecho tanto por los Bamana como por los pueblos colindantes; teñido con tintes vegetales disueltos en barro, es tradicionalmente usado para marcar la participación en eventos u ocupaciones específicas. Las muchachas usan el paño después de la escisión, ya que se cree que las protege de las fuerzas malévolas que pueden dañarlas cuando son más vulnerables.
Edmundo Fortier
Los Donso
También es usado por los Donso o cazadores, hombres que tienen un estatus especial en la sociedad Bamana debido a su capacidad para enfrentarse a los peligros del desierto o el monte. El uso de la tela, específicamente hechas para ellos, podía ser visto como una afirmación de las capacidades de uno como cazador; hasta hace poco, su especial camisola de Bogolan no podía ser usada por un no cazador, pues hacerlo sería asumir un estatus al que no tenía derecho.
Como los paños Adinkra de los Asante, los diseños de los Bogolan, tienen significados específicos, de manera que la tela puede servir como fuente de información sobre la historia y la mitología, en este caso de los Bamana.
Mito del Sahel
Cuenta un muy muy antiguo mito nacido dicen en lo profundo del Sahel, que llegado su día un hombre sabio murió. Previsto, no dejó de compungir a todos los vecinos pues había sido un hombre risueño, siempre amable y cercano y por ello tenido por sabio.
Tras llorarle, tocó la hora de enterrarle y fue cuando ante enorme sorpresa se encontraron con un problema, tenía una erección, pero no una erección ‘normal’, su pene había adquirido proporciones desmesuradas, lo que obviamente no sabían si era su habitual modo cuando estaba vivo o era algo puntual. Ante la imposibilidad de llevar el entierro de manera usual y tras muchas disquisiciones, propusieron que su primera esposa yaciera con él para ver si así se solucionaba.
Desarrollo del mito…
La mujer se dejó penetrar por aquello hasta que sintió que sí, que su pene estaba flácido. Fue entonces cuando se pudo dar entierro al ilustre convecino debidamente. Si este se tuvo como un episodio relevante, lo extraordinario surgió después, pues la mujer dijo al poco que estaba embarazada. Lo conmoción fue en aumento y hasta en lugares muy alejados del pueblo no se dejaba de hablar del suceso. Al tiempo común la mujer dio a luz un hermoso niño, sus luminosos ojos y primeros balbuceos, auguraban un notable desparpajo que se fue incrementando según crecía.
En tiempos en que la palabra aún era escasa como el tiempo tenido para escuchar, pues lo prioritario era tener qué comer, él se acercaba a los campos donde los agricultores, ellas y ellos sin dejar sus herramientas le escuchaban agradecidos de ver rota su rutina, o al río donde las abuelas llevaban a los niños a que jugaran en las orillas mientras ellas lavaban los paños o a las plazuelas donde los hombres mayores se reunían para buscar soluciones a los problemas que se presentaban.
Él, en cada caso, dotado ya de una palabra fluida y comprensible en cada ocasión, contaba historias que unas veces hasta a los más tristes hacían reír a carcajadas y otras en que los aspectos éticos o morales hacían profundizar en los pensamientos de su cada vez más numerosa audiencia.
Sus historias, entre lo histriónico y didáctico, encerraban siempre profundas moralejas que reforzaban los aspectos sociales, o dando antiguas soluciones a los similares problemas que en esos momentos acaecían. Contaba historias de sucesos pasados citando hechos prevalentes de gentes relevantes fallecidas hacía siglos; otras del día a día, a los que encontraba aspectos que habían pasado desapercibidos pero resultaban elocuentes; y además, era capaz de asombrar con sus previsiones del futuro. Realmente era el guardián de la palabra, de la historia antigua, relator de lo cotidiano y previsor ante el futuro.
el primer Griot
Se dice que realmente él fue el primer Griot. Contra lo que algunos pudieran pensar, la tradición oral africana no se limita a una serie de cuentos, leyendas o relatos míticos o históricos; y los Griots están muy lejos de ser los únicos conservadores y transmisores exclusivos de ella. La tradición oral es la gran escuela de la vida, cuyos aspectos, todos, abarca y engloba. Puede parecer un caos a quien no es capaz de penetrar su secreto y desconcertar al espíritu cartesiano acostumbrado a dividir todo en categorías bien definidas.
En ella, efectivamente, lo espiritual y lo material no están disociados. Pasando de lo esotérico a lo exotérico, la tradición oral sabe ponerse al alcance de los hombres, hablarles según su entendimiento y desarrollarse en función de sus aptitudes. Es a la vez religión, conocimiento, ciencia de la naturaleza, iniciación a los oficios, historia, diversión y recreo. Basada en la iniciación y la experiencia, afecta al hombre en su totalidad y, en tal sentido, cabe decir que ha contribuido a crear un tipo de hombre peculiar, ha esculpido el alma africana. Vinculada al comportamiento cotidiano del hombre y de la comunidad, la Cultura Africana no es una materia abstracta que pueda aislarse de la vida.
la sabana al sur del Sahara
Al contrario, implica una visión particular del mundo o, mejor dicho, una actitud particular ante el mundo, concebido como un Todo en que todas las cosas se vinculan entre sí y reaccionan unas sobre otras.
Tomando ejemplos de las tradiciones de la sabana al sur del Sahara, lo que en otros tiempos se conocía con el nombre de Bafur, tenemos la tradición Bamana del Kómó, una de las grandes escuelas de iniciación del Mandé, en Malí, enseña que la ‘Palabra’ o Kuma, es una fuerza fundamental, que emana del mismo Ser Supremo, Maa Ngala, creador de todas las cosas. La Palabra es el instrumento de la creación: “Lo que Maa Ngala dice, es”, proclama el cantor del Kómó.
El mito de la creación del universo y del hombre, tal como lo enseña el Maestro Iniciador, que es siempre un herrero, revela a los jóvenes circuncisos que cuando Maa Ngala tuvo la necesidad de dirigirse a alguien, tener un interlocutor, creó a Maa, el Primer Hombre. Antaño el Génesis se enseñaba durante los 63 días de retiro impuesto a los circuncisos al cumplir los 21 años;
Komo
Luego había que pasar otros 21 años estudiándolo a fondo, eso sí, sin abandonar el propio trabajo con que debía aportar su contribución a la familia y la sociedad. A la vera del bosque sagrado, morada del Komo, el primer circunciso recitaba las siguientes palabras: Maa Ngala I ¿ Maa Ngala I ¿Quién es Maa Ngala? ¿Dónde está Maa Ngala? El cantor del Komo respondía: “Maa Ngala es la Fuerza Infinita. Nadie puede situarle en el tiempo ni en el espacio. Es Dombalí, Incognoscible; Dambalí, Increado Infinito”.
Luego, tras la iniciación, comenzaba el relato del Génesis Primordial: “No había nada salvo un Ser. Este ser era un Vacío Viviente, que incubaba las existencias posibles. El tiempo infinito era la morada de este Ser Único. El Ser Único se dio a sí mismo el nombre de Maa Ngala. Y entonces creó a Fan, un Huevo maravilloso con nueve divisiones, y en él introdujo los nueve estados fundamenta/es de la existencia. Cuando ese Huevo primordial se abrió, dio nacimiento a veinte seres fabulosos que constituían la totalidad del universo, la totalidad de las fuerzas existentes del conocimiento posible.
Kuma nyon
Pero, por desgracia, ninguna de esas veinte primeras criaturas mostró aptitud para convertirse en el interlocutor o Kuma nyon, que Maa Ngala deseaba para sí: ‘Entonces tomó una parte de cada una de las veinte criaturas existentes, las mezcló e, insuflando en esa mezcla una chispa de su propio soplo ígneo, creó un nuevo ser, el Hombre, al que dio una parte de su propio nombre: Maa.
De modo que el nuevo ser contenía, en virtud de su nombre y de la chispa divina en él introducida, algo del mismísimo Maa Ngala’.Síntesis de todo lo que existe, receptáculo por antonomasia de la Fuerza Suprema al mismo tiempo que punto de confluencia de todas las fuerzas existentes, Maa, el Hombre, recibió como herencia una parte de la potencia creadora divina, el don del Espíritu y de la Palabra. Maa Ngala enseñó a Maa, su interlocutor, las leyes según las cuales se formaron y continúan existiendo todos los elementos del cosmos. Le nombró guardián de su Universo y le encargó que velara por el mantenimiento de la Armonía Universal. Por eso representa tan pesada carga el hecho de ser Maa.
Maa
Iniciado por su creador, Maa transmitió después a su descendencia la suma total de sus conocimientos. Se inició así la larga cadena de la transmisión oral iniciática, uno de cuyos continuadores afirma ser la orden del Kómó, como las del Nama, del Koré, y demás, en Malí. Cuando Maa Ngala hubo creado a su interlocutor Maa, le habló y, al mismo tiempo, le dotó de la facultad de responder, enseñándole el poder de la palabra. Así se entabló un diálogo entre Maa Ngala, creador de todas las cosas, y Maa, simbiosis de todas las cosas.
Al descender de Maa Ngala hacia el hombre, las palabras eran divinas porque aún no habían entrado en contacto con lo material. Tras su contacto con la corporeidad, perdieron un poco de su divinidad pero se cargaron de carácter sagrado. Sacralizada así por la Palabra Divina, la corporeidad emitió a su vez vibraciones sagradas que establecieron la relación con Maa Ngala.
De este modo la tradición africana concibe la palabra, como un don de Dios. Es a la vez divina en el sentido descendente y sagrada en el ascendente. A imagen y semejanza de la palabra de Maa Ngala, de la que es un eco, la palabra humana pone en movimiento las fuerzas latentes, las despierta y suscita, como cuando un hombre se levanta o se vuelve al oír su nombre. La palabra puede crear la paz, pero también destruirla.
La tradición o Kuma
Es imagen y semejanza del fuego, pues una sola palabra inoportuna puede desencadenar la guerra, como una brizna encendida puede provocar un gran incendio. Así pues, la tradición confiere a Kuma, la palabra, no sólo un poder creador sino además una doble función de conservación y de destrucción. De ahí que sea, por antonomasia, el agente activo de la magia africana. Debe tenerse muy presente que, en general, todas las tradiciones africanas postulan una visión religiosa del mundo.
El universo visible es concebido y experimentado como el signo, la materialización o la corteza de un universo invisible y viviente constituido por fuerzas en perpetuo movimiento. Dentro de esta vasta unidad cósmica todas las cosas se relacionan y son solidarias entre sí, y el comportamiento del hombre para consigo mismo y para con el mundo que le rodea, lo mineral, vegetal y animal y sociedad humana, será objeto de una ritual reglamentación muy detallada, cuya forma puede variar según las etnias o las regiones.
Considerábase que la violación de las leyes sagradas originaba una perturbación del equilibrio de las fuerzas cuyo resultado era toda una serie de perturbaciones subsidiarias. De ahí que la acción mágica, es decir la manipulación de las fuerzas, intentara en general restablecer el equilibrio perturbado, restaurar la armonía de la que el hombre fue nombrado guardián por su Creador”.
En Europa
En Europa se toma siempre en mal sentido la palabra ‘magia’, mientras que en África designa solamente el manejo de las fuerzas, es decir algo neutro en sí mismo y que puede resultar útil o nefasto según la dirección que se le dé. Hay un dicho que reza: “Ni la magia ni la fortuna son malas en sí mismas. Es su utilización lo que las hace buenas o malas”.
La buena magia, la de los iniciados y los ‘maestros conocedores’, intenta purificar a los hombres, los animales y los objetos para que las fuerzas recobren su orden. En este punto es decisiva la fuerza de la palabra. En efecto, igual que la palabra divina de Maa Ngala vino a animar las fuerzas cósmicas que reposaban, estáticas, en Maa, el hombre, así mismo la palabra de este viene a animar, a poner en movimiento y a suscitar las fuerzas que se mantienen estáticas en las cosas, aún más, para que la palabra produzca plenamente su efecto, debe recitarse rítmicamente porque el movimiento necesita del ritmo, que a su vez se basa en el secreto de los números.
Es preciso que la palabra reproduzca ese vaivén que es la esencia del ritmo. Así, en los cantos rituales y en las fórmulas de encantamiento la palabra es la materialización de la cadencia. Y si se considera que puede actuar sobre los espíritus es porque su armonía crea movimientos, movimientos que generan fuerzas, las cuales actúan sobre las mentes que son a su vez potencias de acción. Según la tradición africana, la palabra, al extraer de lo sagrado su poder creador y operativo, se relaciona directamente bien con el mantenimiento y la armonía, tanto en el hombre como en el mundo que le rodea.
las sociedades orales tradicionales
De ahí que la mayoría de las sociedades orales tradicionales consideren la mentira como un verdadero cáncer moral. En el África tradicional, aquel que falta a su palabra mata su personalidad civil, religiosa y oculta, se separa de sí mismo y de la sociedad. En tales condiciones, tanto para él como para los suyos, mejor es que se muera.
El cantor del Komo Dibi, de Kulikoro en Malí, canta en uno de sus poemas rituales: “La palabra se nos dio por lo divino, de manera que siéndolo fuera cabal, conviene ser exacto con ella. La lengua que falsea la palabra vicia la sangre del que miente”. La sangre simboliza aquí la fuerza vital interior cuya armonía es perturbada por la mentira. “El que malogra su palabra se malogra a sí mismo”, dice un proverbio.
Cuando alguien piensa una cosa y dice otra, se aparta y aísla de sí mismo. Rompe la unidad sagrada, reflejo de la unidad cósmica, creando de tal modo la inarmonía tanto en sí mismo como en torno a sí. Podrá así comprenderse mejor en qué contexto mágico religioso y social se inscribe el respeto a la palabra en las sociedades de tradición oral, particularmente cuando se trata de transmitir las palabras heredadas de los antepasados o de los mayores. Expresiones como ‘Lo sé por mi Maestro’, ‘Lo sé por mi padre’ o ‘Lo mamé del seno de mi madre’ expresan ese apego religioso al patrimonio transmitido.
Los grandes depositarios de ese legado oral son los llamados ‘Tradicionalistas’, sí, comúnmente Griots, pero de un escalón muy específico. En ellos encarna la memoria de África, de la que son los mejores testigos. ¿Quiénes son esos maestros? Para los Bamana son los Doma o O’oma, los ‘Conocedores’, o Donikeba, ‘Hacedores de conocimiento’.
Los Fulah
Los Fulah según las regiones, les llaman Silatigui, Gando o Chíorinké, palabras que encierran el mismo sentido de ‘conocedor’. Pueden ser Maestros iniciados, e iniciadores, de una determinada rama tradicional, la iniciación del herrero, del tejedor, del cazador, del pescador, etc., o bien poseer el conocimiento total de la tradición en todos sus aspectos. Así, hay Domas que conocen la ciencia de los herreros, la de los pastores, la de los tejedores, y hay también grandes escuelas iniciáticas de la sabana, como, por ejemplo, el Kómó, el Koré, el Nyama, el Do, o el Dya, en Malí. Pero no hay que equivocarse, la tradición africana no divide la vida en sectores, en capas, y el Conocedor rara vez es un ‘especialista’; lo normal es que sea un ‘generalista’.
Por ejemplo, el mismo anciano tendrá conocimientos tanto en materia de ciencia de las plantas, sus buenas y malas propiedades; como de ‘ciencia de la tierras’, propiedades agrícolas o medicinales de los distintos tipos de tierra; de ‘ciencia de las aguas’, de astronomía, cosmogonía, psicología, etc. Se trata de una ciencia de la vida cuyos saberes pueden dar siempre lugar a aplicaciones prácticas.
Conservador de los secretos de la Génesis cósmica y de las ciencias de la vida, el tradicionalista, en general dotado de una memoria prodigiosa, suele ser también archivero de los acontecimientos pasados transmitidos por la tradición o de los sucesos contemporáneos. Una historia que quiera ser esencialmente africana tendrá pues que apoyarse necesariamente en el insustituible testimonio de los africanos calificados.
“No puedes peinar a un ausente”, dice el adagio. En general, los tradicionalistas fueron marginados, cuando no perseguidos, por el poder colonial, que naturalmente se esforzaba en desarraigar las tradiciones locales para poder implantar sus propias ideas, porque, como dice el dicho, “no siembres en un campo plantado ni en barbecho”.
el antiguo Bafur
De ahí que la iniciación se refugiara generalmente en el campo y abandonara las grandes ciudades, llamadas Tubabudugu, ‘ciudades de blancos’, es decir, de los colonizadores. Sin embargo, todavía existen en los distintos países de la sabana africana que constituyen el antiguo Bafur y seguramente también en otras regiones, ‘Conocedores’ que continúan la labor de trasmisión de tan sagrado depósito a los dispuestos a aprender y escuchar, haciéndose dignos de recibir estas enseñanzas con ‘paciencia y discreción’, reglas básicas exigidas por los dioses. Probablemente no pasarán muchos años en que los últimos Doma habrán desaparecido, todos los últimos ancianos herederos de las distintas ramas de la tradición.
Si alguien no se apresura a recoger su legado y enseñanzas, todo el patrimonio cultural y espiritual de un pueblo se hundirá con ellos en el olvido, dejando abandonada a sí misma a una juventud sin raíces. Más que todos los demás hombres, los tradicionalistas O’oma, grandes o pequeños, están obligados a respetar, la verdad. Para ellos, la mentira no es sólo una tara moral sino un tabú ritual cuya violación les impediría ejercer su función.
tabú ritual
En lo que se me alcanza, ese tabú ritual existe en todas las tradiciones de la sabana africana. Un oficio de primordial importancia para la cultura oral africana es el del herrero, el ‘Señor del Fuego’, depositario del secreto de las transmutaciones. Sus conocimientos, como los del tejedor, se remontan a Maa, el primer hombre, al que su creador Maa Ngala enseñó los secretos de la forja. De ahí que en Bamana a la fragua se llame Fan, nombre del Huevo Primordial del que salió todo el universo y que fue así la primera fragua sagrada.
En mayor grado que cualquier otro individuo, los Doma están sujetos a esta obligación, ya que, en cuanto Maestros iniciados, son los grandes depositarios de la palabra, principal activo de la vida humana y de las mentes. Son los herederos de las palabras sagradas y mágicas transmitidas por la cadena de los antepasados y cuyo origen se sitúa en las primeras vibraciones sagradas emitidas por Maa, el primer hombre.
Maestro del Cuchillo
Es conocido el caso de un Maestro del Cuchillo que un día mintió para salvar la vida de una mujer perseguida a la que había escondido en su casa. Tras la mentira, espontáneamente dimitió de su cargo, considerando que no reunía las condiciones rituales para ejercerlo de una manera válida.
Si al tradicionalista, o Conocedor, se le respeta tanto en África es porque primero se respeta él a sí mismo. Interiormente en orden, puesto que no debe mentir nunca, es un hombre ‘en perfectas condiciones’, dueño de las fuerzas que en él habitan. En torno suyo las cosas se ordenan y la agitación se aquieta. Esto ayudará a comprender la importancia que la educación tradicional africana da al dominio de sí mismo. Hablar poco es señal de buena educación y de nobleza.
El muchacho aprenderá muy pronto a dominar la expresión de sus emociones o de su sufrimiento, a contener las fuerzas que en sí lleva, siguiendo el ejemplo del Maa primordial que contenía en sí mismo, sumisas y ordenadas, las fuerzas del Cosmos.
los tradicionalistas O’oma
No hay que confundir a los tradicionalistas O’oma, que saben enseñar divirtiendo y poniéndose al alcance de sus oyentes, con los trovadores, narradores y animadores públicos, que en general son de la casta de los Jeli o Djeli los griots, o de los Woloso, los nacidos en la casa o cabaña, literalmente: “cautivos de cabaña”.
Estos no están sometidos a la disciplina de la verdad y la tradición les reconoce el derecho de disfrazarla o de embellecerla, incluso de manera tosca, siempre que logren distraer o interesar a sus oyentes, como veremos más adelante. “AI griot le está permitido tener dos lenguas”, dicen.
En cambio, a ningún africano de formación tradicional se le pasaría por la mente poner en duda la veracidad de las palabras de un tradicionalista O’oma, particularmente cuando se trata de transmitir conocimientos heredados a través de la cadena de los antepasados. Antes de hablar, el Doma se dirige con deferencia a las almas de los antecesores para pedirles que vengan a ayudarle a fin de que no se le trabe la lengua o tenga un fallo de memoria que le haga olvidarse de algo.
Por ejemplo, un tradicionalista O’oma que no sea herrero de nacimiento pero que conozca las ciencias relativas a la forja dirá, antes de hablar de ella: “Debo esto a Fulano, que se lo debe a Mengano, etc.”.
Homenaje al antepasado
Rendirá homenaje al antepasado de los herreros manteniéndose, como signo de sumisión, en cuclillas y con el codo derecho apoyado en el suelo y el antebrazo levantado, algo fácil de ver en la iconografía Mandé. Siempre hay una referencia a la cadena de la que el Doma mismo es sólo un eslabón. En todas las ramas del conocimiento tradicional la cadena de transmisión reviste una importancia fundamental. Si no hay transmisión normal, no hay ‘magia’: sólo charla o cuento. En tal caso la palabra resulta inoperante. La palabra transmitida por la cadena lleva en sí, desde la transmisión original, una fuerza que la hace operante y sacramental.
Es esta noción de ‘respeto de la cadena’ o de ‘respeto de la transmisión’ lo que hace que, en general, el africano aculturado tienda a repetir un relato en la forma misma en que lo ha oído, ayudado en esto por la ‘prodigiosa memoria de los analfabetos’*. *queriendo dar a entender con esta expresión lo vacío de su conocimiento.
Los iniciados y los neófitos
Y si le contradicen, se limitará a contestar: “Fulano me lo ha contado así”, citando siempre su fuente. Aparte del valor moral propio de los tradicionalistas O’oma y de su sumisión a una ‘cadena de transmisión’, hay una garantía de autenticidad suplementaria que proporciona el control permanente ejercido por sus padres o por los ancianos que les rodean, los cuales velan celosamente por la autenticidad de lo que transmiten y los corrigen al menor error.
Los iniciados y los neófitos que acompañan al tradicionalista aprenden las nuevas palabras, de modo que todos los cantos del Kómó son conocidos y se conservan en las memorias.
Griots en África
Bufón, saltimbanqui, juglar, cuentacuentos o cómico de la legua, no eran ni más, ni menos, que esos personajes que yendo de pueblo en pueblo tenían al corriente de las últimas noticias o sucesos, que contaban histriónicamente cuando se requería, o con el gesto adusto de un presentador de TV de hoy ante un hecho luctuoso.
Eran actores dramáticos o cómicos según tocara, adaptándose al momento y circunstancias, y que les hicieran coger notoriedad y seriedad en su trabajo, supeditando a ello el ser admitidos, e incluso a veces esperados, la próxima vez que por allí pasaran pues de ello dependía su supervivencia. Conocidos generalmente en África como Griots y que como veremos los hay de muy distinto grado o especialización.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
Deja una respuesta