Las esculturas de madera Luba
Reitero lo difícil que es delimitar lo espiritual o religioso de su visualización material. Se me hace imposible explicar los conceptos espirituales contenidos en sus objetos rituales, de madera metal o marfil o hueso, sin explicar para qué cómo y por qué los hacen así.
Lo primero es que para ellos, lo tallado, aunque veamos un asiento, recipiente o bastón, encierra o es la morada de un espíritu.
Las esculturas de madera Luba, semejen pequeñas mesas, extrañas figuras genuflexas o sentadas, copas, bastones, hachas o cualquier cosa por extraña que parezca, no dejan de ser objetos que por su delicadeza y buen hacer han ganado un puesto en los museos o colecciones más renombrados, casi todas ellos fueron creados para los grandes reyes o jefes, MuLopwe, su corte o los especialistas en rituales a los que cada uno estaba destinado.
Ya sabemos que para tener eficacia, una talla debe ser activada por un especialista en rituales, que la dote de poderes para que sea aceptada como habitáculo por un espíritu. El taburete en el que nadie se sentará, pero será entonces receptáculo para el espíritu de un rey; el Lukasa, tablero de madera con cuentas que la sociedad Mbudye utiliza como dispositivo mnemotécnico para relatar la historia del reino. O las variadas máscaras, cuya utilidad sigue estando velada, pero cuyas elucubraciones nos llevan casi unidireccionalmente a creer que pertenecen o emplean sociedades secretas en las ceremonias de circuncisión, necesitan previamente de la buena mano y acierto, de alguien que las dote de ese poder.
Frans Olbrechts
Es el emblema más importante de un rey o jefe Luba. Con ellos se reaviva la memoria e historia. En su acervo es una imagen del palacio o residencia del rey, pero en el plano espiritual. Metafóricamente muestra el nivel jerárquico que tiene la realeza entre los Luba. Refrenda los ritos de investidura y marca el momento en que el nuevo gobernante jura su cargo.
Frans Olbrechts, etnógrafo belga que trabajaba en el Museo Real de África Central en Tervuren, donde esta obra está depositada, sobre 1940, tras un exhaustivo estudio, sacó la conclusión tras múltiples comparaciones con otras obras Luba, que este asiento o taburete, podía ser obra de un artista al que se dio el nombre de Maestro de Buli.
Se cree que era un individuo Luba Hemba llamado Ngongo ya Chintu, que vivió entre 1810 y 1870. Parece que hay otras 20 obras atribuibles casi sin duda a este excepcional artista.
Hay fotos de esta obra de arte, técnica y cromáticamente inmejorables, pero prefiero colocar tal vez la primera con la que fue catalogada.
tradiciones
Los tronos son ya de por sí, una imagen visual que nos habla de, regiones, épocas, tradiciones, poder, inteligencia, nivel artístico y conceptos del usuario y su pueblo. Entre los Luba, como en gran parte de África, también, como también los primeros asientos de poder fueron pieles, después esteras tejidas, tal vez más tarde formas burdamente cinceladas en piedra y finalmente ampulosas tallas de madera.
Entre los Luba y sus asumidos a los que nos referimos en concreto en este estudio, eran además fundamentales para los ritos de investidura, con los que los reyes y jefes accedían al poder, adquiriendo con ellos el principal símbolo de su cargo. La función ya hemos visto que no era sentarse, nunca se utilizaban, pues eran receptáculo del espíritu del jefe. No se heredaban, eran personales. Tanto que eran ‘presentificación’ del rey o jefe, no era necesaria su presencia si estaba en otro lugar, dotaban del don de la ubicuidad al poseedor.
Para protegerlos, no siempre se guardaban en el mismo sitio ni pueblo, sino que cuando se presagiaban conflictos, podían secretamente guardarse en cualquier otra aldea o población, siempre bajo la vigilancia de un funcionario específico.
Se envolvían en tejidos de algodón puro y sin teñir, y se mostraban en contadas ocasiones, reforzando así la idea de que no estaban destinados a percepciones de seres humanos, sino a actuar al nivel requerido en el mundo de los espíritus.
Los taburetes Luba
Los taburetes Luba, aunque personales, sí eran un eslabón de aquella cadena de la que antes hablabamos, pues se entendían enlazados con el primer taburete que ungió al primer rey a Kiluwe Mbidi o Mbidi Kiluwe, que de ambas formas escriben.
El asiento en sí de este taburete, lo sostiene una mujer genuflexa, con la punta de los dedos y la parte occipital de la cabeza; presenta las escarificaciones rituales y étnicas de procedencia, estatus y embellecimiento, en su estómago y abdomen. Los hermosos dibujos en la piel y su elaborado peinado, reflejan a un miembro de la sociedad cultivado y respetado, que encarna el ideal de civilización Luba y el refinamiento de sus gobernantes, trasmitido a su sociedad.
Las imágenes femeninas son emblemas de liderazgo en la cultura Luba, y metáfora de lo que llamaríamos ‘descanso del guerrero’, y no del físico, sino del guerrero espiritual, pues ese cuerpo tallado es habitáculo del rey al que no solo guarda y protege sino que sustenta los principios de la realeza divina.
Es la visualización del rey pero también de su continuidad, en la dualidad que aquí muestra, representa al rey, pero la mujer reflejada, posiblemente su esposa o madre, es garante de la continuidad hereditaria legítima.
Burton
Burton, 1969, p. 22 nos cuenta:
“Durante su investidura, un jefe Luba recibe el asiento de su Kioni, consejero, y se le dice: “ ‘Ahí está tu trono; tómalo’. El jefe se sienta entonces entre su consejero y su Mfinga, sobrina, de acuerdo con un dicho Luba: ‘Una sobrina con quien dormir, un nieto a quien acariciar y una abuela en quien apoyarse’ ”.
Y Cameron, 1877, p. 333, informa que: “Cuando un jefe muere, una mujer se coloca de rodillas sobre sus manos, y se sitúa al jefe muerto sentado sobre su espalda cubierto con sus cuentas y otros tesoros, siendo sujetado a cada lado por una de sus esposas, mientras su segunda esposa se sienta a sus pies”.
los Kitenta
Sabemos que son una sociedad patriarcal pero que para su descendencia y régimen hereditario lo es matriarcal. El que en los Kitenta o ‘asientos de poder’ sea general representar figuras femeninas soportando el peso del rey o jefe, se debe a esa realidad física, en la que donde el hombre recupera fuerzas de verdad y se siente a gusto, es en lo que en el Congo se denomina Mushenge, término confuso pues su traducción puede ser residencia, madre o esposa, y que en realidad significa ‘allí donde el rey descansa’, si niño o joven con su madre y adulto con su mujer o esposa. Lejos de conflictos y deberes, ‘a gusto’.
Aunque eufemísticamente algún alto dignatario africano dijera a aquellos blancos, que interesados y amables pero en realidad temidos, preguntaban por qué era, y dijeran que:
“Es una tradición que fue diseñada para identificar y glorificar al rey, los jefes y los oficiales titulados que constituyen la compleja jerarquía de liderazgo dentro de nuestro Imperio Luba”. Cierto, pero sobre todo muy diplomático.
Hay varias ‘escuelas’ de talla, dos emergen por encima de las demás, una la llamada Maestro de Buli, posiblemente Ngongo ya Chintu, entre 1810 y 1870. El taburete representado es un ejemplo de su estilo, muy copiado, del que como hemos dicho hay unas 20 obras de la misma mano.
Maestro de Buli
Destacan al verlo sus enormes y abiertas manos, en un gesto de entre queriendo abrazar o solicitar a lo más alto; la cara muestra cierta introspección serena, alguien inteligente que en este caso se postra sumisamente, sabedora de que sus deberes están supeditados pero sus ideas o argumentos tal vez no muy bien comprendidos; dejando elucubraciones, el pelo muestra el típico peinado recogido hacia atrás dividido en bloques naturales, muy cerca del estilo hemba; es una mujer relativamente jóven de senos rotundos, que muestra en su cuerpo las escarificaciones que toda mujer debe presentar como esposa, madre y lo hermosa que es, alrededor de su enfatizado ombligo que dice que aún puede volver a ser madre.
Los expertos concuerdan en otorgar al Maestro de Buli una especial sensibilidad, que trasmite en sus obras dotándolas de una particular intensidad emocional.
Esta talla está realizada en una sola pieza de madera, monóxila, ahora impregnada por varias capas de aceite que la dotan de una característica pátina brillante.
Museo Real de África Central
Este otro taburete, pertenece y se exhibe en el Museo Real de África Central en Tervuren. Visualmente se aprecia que el asiento es más grueso que en el anterior; la cara de la mujer refleja el peso, metafísico, que soporta, teniendo que ayudarse de las manos como muestra su posición, así como la de los robustos brazos; su entreabierta boca insinúa dientes recortados en esa manera de embellecerse y que:
“… da a su lenguaje hablado, esa ‘dulce’ cadencia silabeante al tejer palabras y oraciones en expresiones de admirable claridad y belleza”;
vemos el típico peinado de la región en que las mujeres hacen una melaza con la que untan el pelo para darle una forma típica y colocarse a modo de tocado algún trozo de piel y abalorio; las escarificaciones vuelven a relatarnos su procedencia y dedicación, así como su protuberante ombligo habla de fecundidad; una gargantilla de cuentas azules y unas hiladas blancas alrededor de la cintura y muñeca, son como las que usaban sólo miembros relevantes de la corte para asegurarse protección espiritual. Aquí, las cuentas enfatizan el alto estatus social del asiento y de la mujer representada, protegiendo al rey y al taburete de cualquier daño sobrenatural.
Kitentade Buli
- a .- Kitenta exhibido en el MetMuseum, atribuidoal Maestro de Buli
- b .- Pieza recolectada por Fobrenius, que atribuyó al Maestro Warua
- c .- Asiento fotografiado sobre 1927 por Williams F.P. Burton
El MuLopwe, el rey, está muerto. Se está ante el ‘lugar de la memoria’, donde reside su espíritu. Este era su trono, metafórico pues nunca se sentó.
Los líderes Luba descienden de una dinastía de reyes sagrados, y estos asientos reales son réplica de aquel primero y original utilizado por el progenitor de este linaje divino. Asocia a su dueño con la fuente de su legitimidad.
El kioni
El rey, de origen divino por tanto, ejercía una autoridad absoluta y era dueño de poderes sobrenaturales. Mostraba durante sus apariciones numerosos objetos de prestigio, pero el que predominaba era su asiento real, un taburete que durante la investidura se colocaba entre el consejero real. El kioni y la sobrina del rey, Mfinga.
El carcaj o portaflechas se colocaba en la cabecera del lecho, pues era símbolo de la indisolubilidad del matrimonio real.
Durante el ritual, en la danza de guerra o kutumboka, el rey llevado en andas por sus soldados, revivía el mito de Kongolo, el cruel tirano Songye que forzó a Kalala Ilunga a bailar sobre una fosa cuajada de lanzas.
Hemos hablado de los taburetes y de una escuela, la del Maestro del Buli, la otra escuela es la conocida como del Maestro de las Cascadas de la que al no tener un taburete de referencia veremos a continuación en el apartado de ‘reposacabezas’, que ellos llaman Mikanda.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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