Introducción
“Los Igbo, como cualquier otro gran grupo étnico, son una serie de pueblos muy similares que tienen, cada uno, sus propias tradiciones, normas y prácticas especiales.
Nuestras culturas individuales siempre han sido influenciadas por las de nuestros vecinos, y las suyas, hasta cierto punto, por las nuestras. Por ejemplo, los Igbo en la cuenca del río Cross comparten aspectos de sus tradiciones con sus vecinos Ibibio y Efik, mientras que los Igbo en el extremo oeste del país Igbo, lo hacen compartiendo tradiciones con sus vecinos. Uno pensaría naturalmente que los del País Igbo son aquellos cuyas tradiciones son las ‘verdaderas’, pero esto no es así desde onweghi onye ka ibe ya abu Igbo.
Lo que estoy diciendo es que no existe tal cosa como una ‘tradición Igbo’ ya que no hay dos subgrupos en el País Igbo que practiquen exactamente la misma tradición. Incluso, grupos de diferentes zonas culturales o regiones se visten y hablan de manera diferente, por lo tanto, ni tan siquiera hay solo una verdadera ‘forma Igbo de vestir’.
Sin embargo, con nuestro nuevo sentido de autoconciencia, combinado con una creciente identidad pan–Igbo, la gente ha llegado a considerar las tradiciones de un puñado de subgrupos como las de toda la nación Igbo; Nollywood hace esto. Además de esto, también ha mezclado la tradición de varios pueblos Igbo con el fin de formar una ‘identidad Igbo’.
Nollywood
Si ves películas de Nollywood de temática precolonial que se supone que se ambientan en el período anterior a que los europeos se aventuraran profundamente en el País Igbo, verás comunidades con monarcas Eze e Igwe, sagradas, a pesar de que el concepto Igwe no existía antes de los europeos y además, precolonialmente, los ndi Eze sólo estaban presentes en Nri y la cuenca del río Cross practicando las tradiciones de Nri y hablando dialectos del norte.
Con el fin de crear esta ‘identidad Pan Igbo’, la gente tomó prestado el uno del otro y comenzó a usar cosas como; okpu agu, okpu uvivie, el tocado o bonete rojo, isi agu. Además de esto, la gente llegó hasta el punto de tomar prestados nombres unos de otros y mezclar dialectos, creando áreas grises en la tradición y la cultura.
Lo que tenemos hoy en día es un producto terminado pero este producto terminado ha sido fuertemente influenciado por las tradiciones de los Igbo del norte.
Como se ha dicho, hay gente en Abia y Rivers vistiendo el ‘Atuendo Igbo’ como lo usaría un típico Igbo del norte, mientras que el atuendo de estos dos pueblos ahora es considerado Efik, aunque no lo sea; ser Igbo ahora, es cualquiera que lleve una gorra roja o Isu agu.
el país de Ngwa
Hemos construido una identidad nacional para nosotros mismos. Sin embargo, aunque divididos en subgrupos, todos seguimos siendo únicos. Una cosa a notar es que Nollywood juega un papel en esto. La mayoría, habría dicho todas pero sé que no hay absolutos, las películas tradicionales de Nollywood están ambientadas en la zona subcultural del norte, especialmente Anambra.
Personalmente, me encantaría ver una película tradicional de Nollywood ambientada en la zona de Cross River, en el país de Ngwa, o incluso en Aboh”.
Creo que es fácil deducir que aún considerándose un solo grupo, les gustaría, hoy, a cada grupo, ver reflejada su propia idiosincrasia.
Las gentes de Onitsha en Anambra como los Obosi, Ogidi, Nkpor u Ogbunike nunca reclamaron ancestros de Benin pero algunos, aunque no todos los de Onitsha decidieron rastrear su origen y atravesar ese puente a pesar de que no hay rastro de tradición o lenguaje Edo Bini entre ellos.
Gobernabilidad Igbo
Antiguamente entre los Igbo ambas cosas no siempre estaban relacionadas en todo el territorio, lo que sí creían es que compartían un mismo origen. Común era regirse por el jefe de familia, generalmente el más anciano de la más antigua familia, la del fundador, que hubiera en cada aldea. A él se acudía ante cualquier disputa o controversia y siendo quién realizaba las ofrendas a los ancestros para que intercedieran era objeto de gran respeto y honra.
Este jefe de aldea, a su vez integraba el grado de edad, personas nacidas en el mismo ciclo, de cosecha a cosecha, que regían un área mayor con una serie de aldeas, regulando las cuestiones que les atañeran; podía darse el caso que algún jefe no estuviera en el mismo grado de edad lo que se solucionaba consensuando un consejo de ancianos formado por los jefes de familia que lo eran a su vez de la aldea.
Extrapolando a mayores regiones, sí era imprescindible la pertenencia al grupo de más edad, pues eran los que tenían más cercanos a los ancestros.
Los títulos adquiridos dotaban a los hombres de gran jerarquía en la sociedad Igbo, que se escalonaba según el orden de antigüedad y conllevaba a un sistema de cobros proporcional establecido de manera piramidal, a más antigüedad, más cobro, pues se recibía una parte de todos aquellos nuevos, mucho más numerosos, cuyas cuotas debían estar al día.
Jubilación
Algo parecido a una jubilación. No se admitía a cualquiera y para obtener un título había que pasar exámenes rigurosos, pero conseguirlo era sinónimo de éxito y sobre todo de la consideración y respeto de sus conciudadanos.
En cuanto a lo social, era importantísimo pertenecer a un grado de edad. Eran como hermandades, en que en función de la edad había un compromiso de llevar a cabo una tarea específica encomendada por la comunidad. Se propiciaba la rivalidad, sobre todo entre los más jóvenes, para que en su trabajo se vieran más valorados que sus inmediatos predecesores.
El mejorar en su dedicación, a su vez servía para valorar el resto de comportamientos del grupo cuyos componentes se encargaban de que nadie del grupo se saliera de las reglas, que ellos mismos cual espartanos, hacían más rígidas, sirviendo casi de policías sociales y siendo así muy valorados por el resto de la comunidad.
Control social en la Gobernabilidad Igbo
Si esto no era suficiente e incluso ‘picados’ con los grupos de edad, había lo llamado por los anglófonos ‘sociedades secretas’ y que a mí, por el número de adscritos y ser conocidos todos, me cuadra más como ‘hermandades’.
Bien, de una u otra manera, estas agrupaciones también realizaban funciones de control social, pero para no interactuar con los grupos de edad, estos utilizaban la noche para sus batidas.
Para ello iban enmascarados y disfrazados como si de espíritus se tratara, lo que la noche favorecía. El ir irreconocible por un lado, y el propio aura de que se rodeaban estas ‘patrullas’ hacía que fuera realmente raro que surgieran pendencieros, borrachos o alborotadores, y si así fuera estos serían retenidos, denunciados y castigados. Gozando por ello de gran respeto, no era óbice el que algunos salieran a ver su espectáculo.
La sociedad Igbo tradicional tenía un sistema básico a la hora de tomar decisiones sobre los comportamientos individuales o grupales, llamémoslo jurídicos; en lo referente a los individuales el paso previo era presentarlo ante el jefe del linaje que si no le daba respuesta, algo inusual, lo pasaba al consejo de ancianos que lo dilucidaban ante el pueblo; en tanto que un trámite que tuviera carácter grupal o popular, el consejo de ancianos se ocupaba, pero si les trascendía al sobrepasar ciertos límites, como una declaración de guerra, ellos emitían su parecer, pero se involucraba a todo varón adulto y libre a que opinara.
La sociedad Igbo tradicional
Este proceder favorecía los acuerdos pues se reconocía el carácter participativo y lograba la plena involucración de la gente. Se actuaba con reglas primarias, como en la primitiva democracia griega, donde si ante una situación extrema se necesitaba un líder que generara confianza para sobreponerse a ella y, por ejemplo, alguien en una batalla había demostrado coraje, decisión y cierta habilidad militar, se le ofrecía el puesto de ‘caudillo’, quedando claro que ese caudillaje era temporal.
Cuando la buena voluntad no había sido suficiente quedaba el recurso indiscutible, el oráculo. Aquí no había discusión pues su decisión no aceptaba recurso ya se hubiera acudido al de Ibibi Ukpabe de Arochukwu o al de Agbala en Awku.
Ambos preconizaban la verdad y recibían visitantes hasta de más allá del País Igbo, de los que vivían, pues o eran ricos dispuestos a pagar por sus consejos, siempre se podía hacer ver que no se habían cumplido a rajatabla, o los desesperados que aunque pobres, recurrían a empréstitos pues no eran baratos.
La lógica primaba en sus dictámenes pues les iba a los sacerdotes su día a día y aunque ese día se vivía muy bien, lo suyo era perpetuarlo a base de buen prestigio por lo que procuraban ser ecuánimes y controlar impulsos.
Este sistema de tácita democracia, en la que se respetaba a aquellos considerados capacitados y experimentados, avalados y apoyados por el concurso del pueblo, resultó sorprendente a los europeos desde el primer momento, dado que venían de regímenes feudales.
Compuestos
Los Igbo se acomodaban en compuestos, ocupando cada una su propio espacio en la aldea, consistente en una serie de chozas agrupadas. Regía por lo general el compuesto el varón más antiguo, siendo responsable de los miembros de su familia, y su jefe y el jefe de su jefe, lo era por edad y títulos, de los suyos y todos.
El matrimonio era el estado usual del adulto, aunque la poligamia colocaba al hombre en alta posición en función del número de esposas, jerarquizándose estas en función del orden en que se casaron con su marido. Importante era también la clasificación por nacimiento, siendo los primeros hijos hombres o mujeres, con independencia de la posición de sus madres, quienes recibían un estatus especial, ocupando importantes posiciones sociales y de responsabilidad en la familia.
Ser primogéniteno, dictaminaba ya en el nacido, hembra o varón, ser un Diala, un ‘nacido libre’, un ciudadano de pleno derecho, lo que se representaba tras nacer enterrando su cordón umbilical al pie de una palmera aceitera. El o la Diala podía optar a un título lo que pasaba por pagar la membresía o cuota que imponía la asociación que lo otorgaba.
el Ohu
Otro caso era el del Ohu, un esclavo casi carente de derechos, pero que tenía la posibilidad de entrar en el linaje del amo, el maestro al que servía, llegando a ser ayudante o hasta compañero de fatigas de este y darse el caso de llegar a casarse con alguna de sus hijas.
Luego, sin espacio que ocupar estaba el Osu, al que se adscribía como perteneciente a un pueblo que debía pertenencia, por una especie de pecado original, a servir a un culto. Pero eso daba igual, era un Osu, ser irrelevante y despreciado; no había mayor insulto para un Diala u Ohu que ser llamado Osu.
Un osu
Se tiene la conciencia de un Osu al que un adivino de Owerri Okigwi había encargado servir a una deidad, pero la había descuidado cayendo en desgracia por tal pecado y siendo desde entonces quién debía purgar los pecados o desidias de los demás, con la creencia además de que debía asumir las enfermedades o desgracias de los Diala, cuestión por la que estos le odiaban tanto como temían, pues les recordaba sus culpas pero también el temor de que no satisfaciera a la deidad.
Un Osu, no podía nunca pasar a ser ayudantes de nadie y por tanto pasar a ser familia de un amo, pero tampoco podían ser vendidos ni asesinados. Para establecer una relación con aquella deidad que se pretendiera, sin necesidad de que fuera Chineke, se creía que la mejor manera era dedicarle un Osu. Sucedía por lo normal cuando se avenía sobre el pueblo, familia o individuo, alguna enfermedad o desgracia y tras consultar un oráculo sobre tal problema.
Y el oráculo, que como todos era propicio a remedios que ganaran tiempo, se decantaba porque recayera sobre un Osu la obligación de expiar las culpas del aquel Diala que habían agraviado a la deidad.
Diala
Lo que los blancos dieron en llamar ‘esclavos de culto’, y los Igbo, Osu, eran entonces manifestaciones vivas de la deidad agraviada, que a lo mejor nadie conocía, pero si rememoraban quién era el pecador y tal vez el pecado, avergonzándolo.
Puede que odiados, pues hoy era tal y mañana cual, pero nadie se atrevía a tocarlos pues creían que estaban protegidos por aquel a quién había sido entregados que podía ofenderse aún más si se dañaba su propiedad, eran como sacerdotes. No eran comparables a los sacerdotes nacidos Diala, pues ellos eran ‘la culpa’, siempre, pues si exculpada una recaía otra de seguido sobre ellos, pues nadie estaba libre de alguna culpa.
Pero eso los clasificaba fuera del círculo común y por tanto alejados de lo común, tanto en consideración, lo emocional, como en lo físico, el territorio, dado que solo podían transitar por el que quedaba más allá de donde se vertían los desechos tras el mercado.
Esta marginalidad propició el que los Osu fueran de los primeros en convertirse al cristianismo. En 1956, el Gobierno de Nigeria Oriental, entendió, por fin, que tener esclavos de ningún tipo no era coherente y dictaminó prohibido el culto y dedicación de los Osu.
El matrimonio
Las ceremonias son algo a lo que los igbo dan una importancia inusitada. La del matrimonio tenía, y tiene, una especial relevancia en la cultura Igbo. Antiguamente podía acordarse la boda siendo niños los contrayentes o, como en muchas otras tradiciones, cediendo la niña a un hombre adulto pero de mejor posición.
Esto en origen no era cultural, más bien se debía a que proporcionalmente había un mayor número de mujeres, dado que la mortandad de hombres era mayor por las continuas batallas, accidentes de caza o porque los hombres, antes del nuevo mundo, eran presa en mayor medida de los esclavistas.
De entrada el matrimonio entre los Igbo debe ser entre contrayentes no relacionados por patriliniage o Umunna, lo que implica hacerlo fuera del entorno de su aldea, donde todos suelen tener alguna relación de parentesco. Nunca un Diala podría casarse con un Osu, aunque si con un Ohu.
Y un poseedor de ‘título de ñame’, no podía aceptar que su hijo se casase primero con una mujer cuyo padre no lo fuera a su vez, aunque ninguna otra posterior debía tener un padre así titulado, aunque está claro que el título no era hereditario. Aunque el fin principal era tener hijos, algo fundamental para mantener e incrementar el ámbito Igbo, procrear fuera de un matrimonio era tabú, ilegítimo e inaceptable, pero… Un niño de matrimonio reconocido adquiría legitimidad como descendiente y miembro del patriliniage o Umunna de su padre. …
Componente biológico
Pero no era tan importante el componente biológico como el carácter jurídico que en sí se adquiría. Si una mujer tenía hijos antes de casarse, se convertían en miembros de su grupo patrilineal. Si quedaba embarazada por una aventura extramatrimonial, el bebé era considerado como hijo de su marido legal.
Y curiosamente podía darse el caso que una mujer pagara el ‘precio de una novia’ convirtiéndose en su marido a todos los efectos, y por tanto con derecho de reclamar hijos, o cualquier otro asunto de esta como propio; esto que puede parecer extraño, se daba sobre todo cuando una esposa legal no tenía descendencia y entonces pagaba una ‘novia’ que los tuviera por ella, y así otorgárselos a su marido, que debía aceptarlos como lo que eran, propios. El caso se daba sobre todo para dar un heredero.
Esta serie de compromisos, donde el compuesto familiar se incrementaba con las esposas, las ‘novias de estas’ y los hijos de todas, a lo que podían sumarse las hermanas solteras del esposo, que tenían más estatus que ninguna esposa, por lo que el número de habitantes dotaba al hombre del poder de ‘cabeza de gran compuesto’ otorgándole un importante papel en su entorno.
Roles
Aunque los roles estaban bien definidos, la mujer gozaba de la misma libertad que el hombre, pero la poliginia establecía un estatus que marcaba la posición social de cada mujer. Por eso, para no perder esa privilegiada posición como primera esposa y utilizando sus propios recursos, esta podía hacerse con una esposa teniendo capacidad legal para reclamar cualquiera de los hijos que esta tuviera.
Y si una mujer disponía de riqueza suficiente, podía tomar las esposas que pudiera permitirse y crear su propio complejo, para ello, ella, como ‘esposo’ escogía a los varones que fecundaran a sus mujeres, pero pasando a ser suyos todos los niños nacidos en su complejo.
Sería fundadora de un linaje propio, que adquiriría línea patrilineal con el primero de sus hijos que tuviera descendencia. Incluso las ‘hijas varones’ con estatus masculino, no necesitaban casarse para tener descendencia. Aunque ciertamente las mujeres optaban mayoritariamente por las facetas de esposa y madre, esto no era esencial para que una mujer Igbo en cualquier estado, no adquiriera preeminencia social tanto en el ámbito político como económico, pudiendo ser una fuerza determinante.
Los hijos
Si se buscaba esposa para un hijo, la madre marcaba el compás, pues la joven sabía que durante los primeros meses quedaría al arbitrio de su suegra, con la que conviviría y a la que debería servir aprendiendo los gustos de su ya marido, hasta que la nueva pareja pudiera disponer de casa y tierras de cultivo propias.
Las niñas, desde su infancia y en la adolescencia, recibían orientaciones sobre su papel en una futura familia pero también como “ciudadanos útiles y responsables”. Nunca quedaba la mujer al margen, pero era determinante a la hora de emparejar a sus hijos, del sexo que fueran, y en las negociaciones matrimoniales.
En tiempos pasados un hombre con muchas esposas era tenido por rico, mientras que al casado con una sola esposa se le tenía por pobre. Eso no se contempla hoy.
El matrimonio tradicional entre los Igbo es algo que compete a lo espiritual y por tanto de suma importancia. De hecho, para que se reconociera a una pareja Igbo como casada, esta debería cumplimentar el rito tradicional íntegramente, sobre todo cuando quien se casaba, o casa, era o es el primer hijo, Obi, o hija, Ada, de la familia. No se casaban un Obi y una Ada, sino realmente dos familias. Y es curioso pero la última palabra la tenía la joven, aunque obviamente lo normal fuera que no se enfrentara a la decisión de sus padres, esto antiguamente claro.
tabú
Algo tan relevante no lo sería tanto sin algún tabú al respecto.
Por ejemplo: un hombre y una mujer no debían vivir juntos sin pasar antes por el ceremonial apropiado. Antes de casarse, tanto el hombre como la mujer debían abstenerse de realizar ninguna conducta inapropiada, por lo que se tenía como inaceptable tener un hijo antes.
Sin embargo, tampoco se debía castigar de manera cruel a la mujer, pues eran conscientes de que casi siempre se encontraría en mayor indefensión y un niño siempre era un don.
En cuanto a la ceremonia en sí, en la cultura Igbo, es el hombre que desea casarse quien debe dirigirse al padre de la novia o Ika akalika, para solicitar su permiso.
Esta pasaba por varias etapas:
- 1ª: Ikụ aka na uzo o ‘llamar a la puerta’, una comitiva de no menos de 3 personas que acuden a casa de la novia a presentar respetos y el interés de parte del novio.
- 2ª: Ijụ ajụjụ tiempo que ambas familias toman para comprobar que no hay concomitancias de sangre, pero también lo que de interés crean conveniente.
- 3ª: Es el 2º Ikụ o visita de la delegación familiar del novio que en casa de la novia acordará con su familia, la lista*12 de provisiones para las celebraciones y en que la Umunna solicitará el día del Nkwụ Igba o ‘transición de vino’, ritual principal.
- 4ª: Es el Igba ndụ donde se acuerdan y cierran la dote y resto de cuestiones.
Nkwụ Igba o Igba nkwụ
5ª: Es el día principal, el del ritual Nkwụ Igba o Igba nkwụ ‘viene en tránsito’ donde la novia saldrá en busca de su novio, que se habrá escondido entre todos los invitados, ella descartará a todos los que la adulen o se le insinúen, hasta que ‘localizado’, le ofrecerá en una taza de madera ritual, Iko, el ‘vino de tránsito’ o Igba nkwụ, de la que él beberá primero aceptando y que ya consumirán ambos cerrando la ceremonia.
La pareja recibirá entonces el Idu Ụnọ, los agasajos, y buenos deseos de familia, amigos e invitados, tras lo que recibirá las Imata ani o bendiciones de sus padres dando paso a las celebraciones, bailes y cantos.
* 12 Nota: Esta ‘lista’ iba y va en función del acuerdo por lo que no es igual en todas partes. Se dilucidan los regalos o recuerdos para las Umu Ada o niñas, las Umunwayi o mujeres y los jóvenes o Umunwoke.
También el efectivo para los gastos, y cuanto vino de palma, botellas de ginebra, nueces de kola, cabras y pescado para el convite, hojas de tabaco o cigarrillos, y la joyas que lucirán los novios, todo listo para el día del Nkwụ Igba. Todo esto dependía de las tradiciones de cada localidad y en ese día, sobre todo si vivían alejados, se discutía la dote a pagar.
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