Iniciación al Bô
Entrada e Iniciación al Sande o Bô. Cuando todo estaba listo para que comenzara una sesión de Sande, se cerraban los caminos que conducían al Bosque colocando plantas de Tofa sobre ellos. A partir de ahí y ese momento, los varones debían mantenerse alejados.
Mediante una especie de letanía, entonada con grandes gritos a primera hora de la mañana, la lideresa o una de sus asistentes, hacía saber que las niñas ya podían entrar. Las madres acompañaban a sus hijas hasta la entrada del Bosque y allí se las entregaban a una asistente Zo que las llevaba ante la lideresa.
En Mano, había una o dos semana de celebración, con bailes y festejos, antes de que entraran las niñas. En la mañana en que debían entrar, las mujeres del pueblo comenzaban a atrapar a las niñas rebeldes cuyas madres no habían podido mantener bajo su control y cuidado, llevándolas al Bosque. Incluso por la fuerza si se oponían. Mientras esto sucedía, los hombres del pueblo seguían bailando al son de los tambores.
En un pueblo de Gio, varias muchachas estaban en una casa rectangular en el centro del pueblo, esperando para irse al día siguiente. La casa tenía a la entrada una galería con cortinas de rafia. Antes un mortero, parcialmente incrustado en el suelo. Ni pensaban, en saltarse tal tabú.
Loma
En Loma si una niña enfermaba, se notificaba a su madre que podía ir a cuidar a su hija. Si la niña moría, la madre podía informar al padre, no tenía por qué esperar a que las chicas salieran del Bosque.
Se decía que todas las niñas que morían estando en su Bosque se hechizaron a sí mismas. Lo que entre los Mano y Gio quería decir que ‘supuestamente’, no ‘necesariamente’, se envenenaron.
De cada lado del Bosque hasta la entrada de la casa había en el suelo un semicírculo de plantas de tofa. Schwab, p. 290 dice:
“En la puerta de la casa estaba sentada una anciana. Cuando pasamos inquisitivamente sobre las plantas de tofa y debajo de la cortina de la galería, la anciana nos repelió frenéticamente. Aún más frenético, un anciano vino corriendo desde donde estaba sentado en la casa de la palabra. Como nos habíamos retirado antes de que él se nos acercara, volvió, pero durante la media hora que nos vimos obligados a dejar que nuestros cargueros descansaran aquí, ni por un momento dejó de hablar de ello, contándole a cada recién llegado lo que habíamos hecho”.
En otro pueblo de Gio en el que acampamos una noche, los preparativos para la entrada de las niñas habían estado en marcha durante el día de nuestra llegada y continuaron durante la noche y la mañana siguiente.
Después de un día de fiesta y jolgorio, las mujeres y las niñas, la mayoría de las cuales llevaban tobilleras con cascabeles de latón fundido, entraron y salieron bailando de las chozas por todas partes del poblado.
la casa del Bosque
El sonido que hacían las que llevaban tobilleras se parecía al de una procesión continua de trineos que pasaban por las aldeas rurales de Nueva Inglaterra con las que estábamos familiarizados en nuestra niñez. Todavía bailando a la mañana siguiente, muchas de las mujeres, en éxtasis ritual, abrieron sus ropas por delante y expusieron sus cuerpos a la vista de toda la gente del pueblo reunida.
En la parte trasera de la casa del Bosque, en las afueras del pueblo, había una valla recién hecha con cortinas de rafia. Esta cerca separaba la choza del resto del lugar. Otras dos chozas cerca de este recinto, con cortinas de rafia colgadas sobre sus puertas eran para las mujeres Zo.
Cuando la señora Schwab fue a investigar, al principio se le prohibió acercarse a las casas; no se permitía acercarse a ningún extraño. Mientras ella estaba allí, algunas jóvenes, muy decoradas con arcilla blanca, se acercaron paseando. Entonces dos mujeres que llevaban cántaros de agua sobre sus cabezas vinieron del manantial o pozo de agua cercano. Al ver que la señora Schwab estaba interesada y aparentemente no tenía intención de irse, las guardianas de la cabaña finalmente le dijeron que ella, por ser mujer, podía entrar, pero que todos los hombres debían mantenerse fuera. No había nada en esta casa que indicara que se usaba con fines de culto.
Camerún
Cerca de estas casas aparecieron dos mujeres bailando solas. Sus cuerpos estaban enteramente cubiertos de arcilla blanca. Cada uno sostenía un ramito de hojas verdes en una mano. Estas dos mujeres fueron seguidas por una tercera, decorada como sus hermanas de culto. En la cabeza llevaba una especie de corona tejida con ‘licopodio’. La jefa del culto de las parteras Basa del sur de Camerún usa un tipo de corona muy parecida, hecha de la misma planta.
Después de la aparición de estas tres notables, la danza de los demás se hizo cada vez más entusiasta. Algunas de los participantes incluso desecharon lo que sea que estuvieran usando. Una de ellas tenía la cabeza recién rapada. A continuación, dos mujeres aparecieron del recinto detrás de la choza donde las niñas debían estar, cada una cargando a una niña sobre sus hombros a horcajadas sobre su cuello. Las chicas desfilaron durante un tiempo. Entonces las bailarinas se reunieron cerca del recinto en el que ahora habían aparecido otras chicas. Algunos hombres se unieron al grupo y no fueron despedidos.
Desgraciadamente, en esta etapa del procedimiento se nos dijo que por fin se habían encontrado porteadores para embarcarnos y que si no queríamos perderlos, lo mejor que podíamos hacer eran irnos de inmediato, lo cual hicimos. Schwab p. 291.
En Gbunde y Loma
Cuando las niñas son entregadas a la mujer Zo, que las lleva a la líder, sus madres o padrinos le hacen un pequeño regalo de lo que tienen y pueden prescindir más fácilmente.
Cualquiera que sea la ropa o los adornos que lleve la neófita en ese momento se convierten en propiedad de la “mujer principal”. La niña que vimos que llevaban al Bosque en Gio estaba completamente desnuda excepto por un ancho cinturón de cuentas alrededor de su cintura.
En Gbunde y Loma el proceso en el interior del Bosque era similar al del Poro. Había primero un ‘lavad0’ con Kalaba, caolín, disuelto en agua, que se solía repetir varias veces hasta conseguir el patrón deseado, que parece ser, y se decía, que enviaba un mensaje, más o menos subliminal. Como en toda África, el blanco es el color de lo espiritual y de los que en ese entorno viven, por lo que las niñas quedaban tras esas abluciones bajo la especial protección del mundo de los espíritus.
Tras estos ritos preliminares venía la escisión del clítoris y de los labios menores. Para ello se utilizaba una cuchilla especial hecha por el herrero Zo, normalmente circuncisor. En Gbunde, las partes extirpadas se batían en un mortero, se cocinaban con arroz y se las comía la muchacha a la que se las cortaron. Antes de probar este plato, juraba sobre él:
“Si revelo alguno de los secretos de Sande, que muera”. Este juramento era “como jurar contra sí misma”.
En Gio, a veces se admitía que fuera un hombre Zo quien realizara la operación.
Ne to
La mujer Zo que habitualmente practicaba la escisión a las muchachas, debía poseer un Ne to, el cesto de cuchillas, “un fetiche de Greegree”, para la gente común, del que era guardiana, y que tapado, custodiaba en sitio preferente y en alto, fuera del alcance de niños y animales.
Cuando daba comienzo el ciclo del Bosque, la Zo guardiana del Ne to, lo bajaba, lo recubría con otro paño y lo llevaba al lugar donde las niñas serían cortadas. El lugar siempre estaba fuera del poblado y solía ser siempre el mismo, al que se llegaba por una vereda que solía ser poco transitada, por un cierto pudor en unas y también por el temor o recuerdo para otras, la vereda conducía a un espacio abierto entre los matorrales en que quedaba preservada la intimidad.
Precedidas por las personas, mujeres normalmente y tres, que iban a participar en la operación se conducía allí a las niñas, tras las que otro grupo más numeroso de mujeres las seguía quedándose en la vereda y alrededor del lugar, para encargarse de que nadie se acercara ni pasase a la zona.
Previamente una asistente de la Zo escinsora guardiana del Ne to, elegida de antemano lo que es un honor, lo habría retirado de su lugar y se habría situado en un lugar preciso donde sentada y con el cesto en el regazo ofrecería el útil concreto que le solicitara la Zo en cada momento o escisión.
Terminadas las escisiones, la asistente, que habría ido limpiando cada útil, lo mostraba a la Zo que tras comprobarlo y ayudada por la asistente, los depositaría en el Ne to, colocándose este sobre la cabeza y volviendo así hasta la cabaña donde volvía a depositarlo en su lugar.
los Gio
Entre los Gio, cuando todo había terminado y con las niñas confortadas por madres tías o hermanas, las Zo del lugar, hubieran o no participado, se juntaban en una zona común del pueblo donde echaban una estera al suelo procediendo al curioso ritual del “pago por escindir”, allí no solo recibían parabienes por su buen trabajo sino que padres, parientes y amigos de las muchachas les dejaban los regalos que se suponía más les iban a agradar.
Solo cuando tras consultar a sus compañeras y ayudada por ellas, la líder Zo recogía la estera con los obsequios, se daba por satisfecho el trabajo realizado. Entre estos regalos debía haber siempre un nuevo paño que la Zo líder, normalmente a la vez guardiana del Ne to, lo tomaba y tras un sacrificio protegía y tapaba con él al Ne to.
Parece que este ceremonial de proteger el Ne to con un paño, al igual que se hacía con las medicinas, fueran vegetales, ungüentos o útiles, proviene de la consideración en que se tenía el cultivo e hilado de algodón en tiempos remotos, y ante la creencia de que los tejedores hubieran creado un gremio en el que se realizaba un culto que adquirió carácter sagrado.
las escisiones
Esto se producía al poco de haber realizados las escisiones, pero estas ‘operaciones’, como se ha visto en los chicos, no siempre resultaban bien. El estrés que niñas tan pequeñas sufrían, por mucho que previamente se las hubiera inculcado lo ‘positivo’ que era, se sabe que en algunas dejaba secuelas a veces incluso mortales; también se sabe que algunas morían desangradas, otras por infección contraída por inadecuada limpieza posterior de las heridas, de los útiles o de las mujeres intervinientes.
Schwab p. 292 nos cuenta:
“Se informó que cinco niñas, participantes en un “pequeño arbusto” cerca de la ciudad de Tapi, cuyas heridas no respondían a los tratamientos de las Zo locales, fueron curadas por una Zo sanguijuela llamada de otra región. Ella sí pudo “expulsar la enfermedad”.
En la misma página, Schwab precisa:
“El objeto de la escisión se explicó de diversas maneras. Algunos Gbunde dijeron que las mujeres no podían tener hijos a menos que fueran cortadas. Generalmente se dice que se hace por razones sanitarias. “Ayuda a mantener esas partes más limpias, como se pretende al cortar el cabello”.
Los esposos quieren que sus esposas se mantengan más ‘liberadas’, “menos ardientes”; porque se cree que las mujeres que no han sido extirpadas tienen más deseo sexual que las que sí lo han sido.
Escaras
En Loma, se escarifica a la neófita antes de que llegue a casarse*. Las escaras observadas en las niñas de Loma se encontraban en grupos de tres, cada una de unos 2,5 cm de largo. Había al menos tres filas de estas que se extendían a lo largo de ambas caderas y la parte baja de la espalda, un grupo de tres cicatrices caía en el centro exacto de la parte baja de la espalda.
Estas cicatrices se llaman We ya gi en Gbunde y We gi, en Loma. Según las niñas de una escuela cristiana en Loma, “un hombre corta a las niñas con una cuchilla y frota las heridas con cenizas de piel de plátano. Las cicatrices a veces han curado en una semana”. Esta escarificación corresponde a las de los muchachos en el Poro. Se hace tras la escisión y nada tiene que ver con esta”.
* Nota: Las mujeres Kpelle a veces tenían diseños muy elaborados, escarificados en el abdomen y el pecho, muestra del alto nivel adquirido en el Bosque. Se supone que estos diseños, a menudo bastante atractivos, no se debían dejar ver abiertamente. Tanta belleza había que admirarla con discreción.
los Mano
En el Bosque o Monte, las muchachas Gbunde y Loma solían ir desnudas, o a lo sumo cubiertas por delante con un simple trozo de tela como un minúsculo mandil. También usaban a veces un sombrero cilíndrico de estera tejida. Las madres y padrinos Mano a veces entregaban a la Zo encargada, taparrabos viejos para que sus niñas no tuvieran que ir desnudas.
En las mismas regiones las niñas, al igual que los niños, creaban una granja en la que cultivaban o criaban la mayor parte de su propia comida. Del desbroce y preparación del terreno se ocupaban mujeres iniciadas a las que ayudaban las niñas. Contribuían no obstante a su alimentación tanto sus padres como familiares y amigos.
En territorio de los Mano, Gey Gio, las restricciones del Gobierno que obligaban a períodos iniciáticos muy breves, hizo que las granjas y el aprendizaje correspondiente se desecharan. Lo que recaía en las madres el proveer a sus hijas, así como a las Zo asistentes, que eran las que recibían todas las comidas haciendo un fondo común del que comían todas. Casi endémica era el hambre tanto en territorio Mano, Ge y Gio como en Gbunde y Loma.
Schwab
Schwab p. 293. Refiriéndose a esta situación en Mano, apunta:
“Una mujer Zo en Sanokwele comentó que el hambre a veces conduce a la tragedia, citando el caso de una niña que se había “hechizado a sí misma para morir” y explicó:
“Durante la última sesión de Bosque de niñas. La madre de la niña había muerto, su padre se olvidó de enviarle comida y nadie más la mantuvo. El dolor y la vergüenza, así como el hambre, la impulsaron a suicidarse. Este no parece ser un caso aislado. Nos hablaron de jóvenes, tanto niños como niñas, que en otras partes se habían suicidado porque se habían sentido abandonados por uno o ambos padres mientras estaban en el Bosque. Probablemente usaron un veneno lento.
Cuando un niño o una niña se enferma por tal causa, se envía a buscar a los padres. Hacen confesión de sus faltas y piden perdón, obsequiando al niño enfermo con una nuez de cola, un ave y un paño. Esto a menudo parece tener un efecto curativo; pero en algunos casos el niño no se siente suficientemente amparado y se deja morir”.
La brujería
La brujería y el miedo que produce no están eximidos en el Sande. Hasta el punto en que por ejemplo en Gbunde a la entrada de los Bosques de las niñas, construyen dos cercas con ramajes de plantas de tofa, a las que se inserta dejando ver una alargada hoja conocida como Popahnia.
En el espacio entre estas vallas permanentemente se encuentra de guardia un cazador de malos espíritus que es un “ Molegi y Melai”*, dos hermandades dedicadas específicamente a la captura de esos espíritus y a las que en este caso el hombre pertenece.
Este tiene como misión proteger a quien está dentro, e impedir que entre con malévolas intenciones un Matai o Gove brujos y o espíritus malintencionados. A pesar de tanta precaución las malas artes de los brujos pueden sortear tanta barrera y entrar.
Terminando el ciclo de Sande en Pandamai país Gbunde, una niña cayó enferma y murió, lo precipitado e inesperado del suceso se achacó a la actuación de una bruja que quería perjudicar al Bosque.
el ciclo de Bô en Pandamai
* Parece que en Gbunde existían dos asociaciones protectoras directamente implicadas con su ubicación, a saber los del pueblo Molegi o Monegi y los de Melai o Matai, que tenían como emblema la planta de tofa.
De los Melai solo se llegó a saber que existían como pueblo, aunque se decía que actuaban de igual modo que sus vecinos de Molegi. Como fuera esto, ambos sexos se podían convertir en miembros de las ‘hermandades’ Molegi o Melai, pero el papel de los hombres parece que tan solo se remitía a supervisar.
“Solo unos pocos hombres participan, y tienen como función guiar a las mujeres y asegurarse de que no invadan los poderes y secretos de los hombres que son miembros de otras sociedades”.
Los Molegi Melai se dedican a atrapar a los espíritus de los muertos cuando causan demasiados problemas; también actúan contra los espíritus de los vivos, capaces de dejar sus cuerpos, cuya malévola intención es “embaucar y matar gente” por conveniencia. Esto se parece mucho a la Asociación del Cuerno, pero según los informantes hay una diferencia, que no se conoce. Como tampoco la conexión que existe, si es que existe alguna, entre las dos sociedades. Sí afirman que la medicina de los Molegi les permite localizar y atrapar a estos espíritus aviesos.
la sociedad de cazadores de brujas
“Una noche, todos los miembros locales de la sociedad de cazadores de brujas fueron convocados para dar caza a sus presa. Descubrieron que una bruja se había apoderado de otras dos niñas, una de las cuales estaba embarazada. Esta chica confesó que ella lo sabía y que lo ocultó cuando entró al Bosque. Este encubrimiento se consideró la causa de todo el mal. El embrujo le fue “extraído”, murió poco después”.
“Los miembros masculinos de estas sociedades cazadoras de brujas pueden ocupar el resto de los espacios que hay entre las cercas donde su compañero está de guardia. También otros, sobre todo si son Zos, pueden ser llamados por la “mujer principal” para ayudar en algunos de los ritos. Si unos u otros, revelaran algo que hubieran visto allí, su escroto se agrandará como castigo”.
* Nota: Foto 118 elefantiasis escrotal fg. 98 e
Para todos los demás hombres, el Bosque de las niñas es un tabú, como lo es el Poro para las mujeres.
“A veces, para observar a las chicas en el Bosque, un hombre ‘entra’ en un ‘bambú’ un mono grande como un babuino o chimpancé, y se esconde cerca del arroyo donde se bañan. Si lo descubren, es avisado de inmediato un cazador para que vaya rápido y lo mate. El ‘bambú‘ muere, y la persona que lo ‘ocupó’ enferma”. Cualquier hombre que de repente enferme es acusado y culpabilizado, Incluso se levantan sospechas aunque nadie enferme. Se puede llegar al punto de añadir ‘algo’ a su comida “para que le salga barriga y se le hinche mucho”.
Sanciones en el Bô
“Los hombres no necesariamente tienen que morir por ver mujeres en el Sande; pero las mujeres que vean hombres en el Poro, sí. Los hombres solo enferman o son castigados de alguna manera por la ofensa.*Una niña en Sande no es castigada por ver a un hombre, como lo es un niño por ver a una mujer mientras está en el Bosque del Poro, pero nunca debe hablar con uno.
* Nota: Creen que algunas mujeres, haciendo o comprando hechizos, pueden entrar en las lechuzas y ver a los hombres cuando están en el Poro, aun sabiendo que pueden morir. Schwab p.292 y 356 escribe: “Mayo de 1928. Se vieron varias lechuzas alrededor del dispensario. Blege, mi ayudante, cree que son pacientes que vuelven para “ver toda la medicina”.
Las mujeres pueden entrar en los búhos. A veces toman la forma de lechuzas y tratan de espiar las acciones del Poro en el Bosque de los hombres. Pero si los ven, los Mi Ge las matarán”.
Cfr. p356:
“Hace algún tiempo, una niña murió cerca de aquí por los efectos del veneno que le dio, sospecho, su padre. Pero ella misma afirmó que había sido “hechizada” mientras paseaba por una granja después de haberse encontrado con un antílope”.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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