Una imagen que nos haga percibir de qué hablamos:

Los Menhires
Dicen que los menhires de la isla de Bioko pertenecen a épocas antiguas, quizá anteriores al siglo III de nuestra era y que son obra de migrantes baëla. Que son y marcan antiguos lugares de culto o restos de panteones erigidos para honrar a sus ancestros.
Lo que he encontrado al respecto, es lo poco que hasta la fecha se ha indagado. No se mantendrían ni conocerían si no fuera por el interés de algunos, hombres y mujeres vuvis sobre todo, en valorar y preservar estas .
Estar supeditado al poder o pertenecer a un pueblo numéricamente minoritario, no debía ser óbice para que se deje perder ninguna cultura. Menos fueron los espartanos o troyanos, aunque sí quedaron hermosas historias que supieron trasmitir. Otros tienen las suyas que como de todas, también se puede aprender.
No los llaman ‘megalitos’, claramente no son prehistóricos pero si piedras de enorme tamaño trasladadas e instaladas por hombres. Aunque los vuvis creen que estos menhires, son monumentos de piedra que no pudieron ser erigidos por el hombre sino ‘obra de espíritus o dioses del pasado. No todos son del tamaño del representado más arriba, más bien este es el único de ese desmesurado tamaño, los demás no sobrepasan los tres metros.

energía espiritual
A estas piedras, que para ellos conservan lo sagrado, les atribuyen tres funciones: Eran punto de encuentro entre el mundo de los Espíritus, Borimó y el de los vivos. Los lugares donde Bisile, diosa de la tierra, se manifestaba. La primera ubicación de cada clan a su llegada a la isla.
Creo que mejor que lo explican ellos no lo va a hacer nadie y menos yo:
“Entremezclado el mundo espiritual con el físico, los Vuvis creen que los ríos, los lagos o las montañas son puntos clave de energía espiritual y cada uno en sí, asociado a un poder extrasensorial”. Nos dice Francisco Bubi.
E Ibrahim Sundiata, escribe que: “Los menhires que se encuentran en toda la isla, conmemoran acontecimientos sagrados y junto a los árboles están considerados la ‘gran varita terrestre’, pene, de los Espíritus, como una enseña de su vitalidad y de la continuidad y productividad de esa tierra y sus gentes”.
“Estas piedras erectas son veneradas como el regalo de un hijo, de hecho, todavía se encuentran estas piedras en toda la isla, sin embargo no sirven como la imagen de una deidad, sino que más bien son la imagen de la energía espiritual. La energía esencial para la fecundidad y la realidad de ahí surgida”.
el siglo XIX
Durante el siglo XIX debido a la búsqueda de mejores asentamientos, la gente se desplazó hacia otros lugares, dejando estas manifestaciones que considerados símbolos sagrados, ubicados en lugares entroncados a sí mismo con lo sagrado, sumado a sus dimensiones y peso, las hacían inamovibles. Fue a mediados del siglo XX que la gente empezó a preguntarse qué y por qué, interesando a los más involucrados en preservar la cultura.
Varias eran las interpretaciones, unas atribuían a estas piedras un orígen lejos de lo humano, y por tanto mensajes de poderosas fuerzas llegadas de otros mundos aunque ubicados más en lo místico e inmaterial. Otras que eran representaciones de los espíritus protectores, o como muchos pueblos en el continente al estar en los cruces de caminos, el altar a la solución de la encrucijada y las que se asentaban sobre terrenos sobre los que se decía se habían librado cruentas batallas, la petición de harmonía entre los hermanos.
Como estaban a merced de los elementos, la gente que acudía a ellos tanto para preservarlos como para guarecerse, techaba por encima construyendo algo similar a las capillas, donde las veneraban y hacían fuego no o sí sólo para ese tributo, sino también para calentarse y ver, si iban de paso. Estos fuegos casi siempre se mantenían pues a mitad de caminos, como ejes, alguien siempre pasaba avivando las ascuas, pero el que pasaba y veía ascuas ardiendo o fuego encendido podía pensar, agradecido, que era un don de la piedra, lo que en cierto modo era así. Entre realidades e ilusiones se empezaron practicar ritos que libraran de infortunios y purificaran los cuerpos, debieron salir satisfactoriamente pues de seguido se llevaron a cabo los de fertilidad global y como punto obligatorio a lo otorgado, el agradecimiento a la Madre Tierra.
Sundiata
A eso se sumaba su arraigado respeto por la naturaleza, origen de la vida, lo que obligaba a respetar el entorno pues: “Alguna razón tendrá cada roca, árbol o arroyo, para estar allí”. Indica Sundiata, que enumera los que siguen de este modo:
“Ellos veneran por tanto como si de catedrales se tratase:
- El profundo poder de Esaha, dentro del lago Claret.
- El Pico Basile, donde resuena y se alberga el Espíritu de Chiba
- A Lombe en la laguna Balacha
- A Moalala en La Caverna de Riasaka
- Lopelo en Lago Loreto
- Jioba en La Gruta Rebola
- Ole en el río Tudela”.
Francisco Bubi
Al margen de los menhires señalados arriba, Francisco Bubi, nos regala lo que sigue:
“Les voy a hablar de dos menhires destacados y con nombre. El primero se encuentra en las playas del poblado de Ureka, al sur de la isla de Bioko, y se llama Vadá’oma, el guardián de la isla, y el segundo se encuentra en los bosques del poblado de Rebola, al norte de la isla de Bioko y se llama Itèbötyö.
Vadá’oma no es el único gigante, menhir, del poblado de Ureka, ya que existe una veintena de ellos esparcidos en el lugar y de unos tres menos de altura, más o menos. Pero sí es el más alto, unos treinta metros, y el más imponente y majestuoso. Hoy día es objeto de estudio tanto por parte de los arqueólogos como de los antropólogos, siendo de interés turístico para quienes visitan la hoy accesible zona de Ureka, aunque en el pasado fue lugar de culto a los antepasados.
Vadá’oma no es un gigante-ogro como el del cuento de Mòná Vitómbári, Batete, ni como el del cuento de Bölokityöwáálo, Baney. Recuerda el pasado heroico bubi, el de las migraciones y de los grandes hombres y de las grandes mujeres que construyeron estos monumentos para dejar constancia de su paso por este espacio bubi.
Itèbötyö, o la persona de piedra, se encuentra en los parajes del poblado de Rebola, a muy escasos kilómetros de Malabo, la capital de Guinea Ecuatorial. Mide unos tres metros y en su día se erigía entre los cacaoteros, actuando como protector de los mismos cuando dichos árboles daban muchas piñas de cacao, tal como puede verse en la imagen:”

Itèbötyö
Lo que si dicen poder asegurar, en este caso Francisco Bubi, pues han sido testigos de ello es que:
“Se debe a los hombres y mujeres bubis de hoy, de Rebola, los que han tomado la iniciativa de recolocar a su Itébötyö, su rebolano imperecedero, para que siga entre ellos, entre todos los bubis. Son los héroes bubis conocidos hoy, con nombres y apellidos, y desconocidos mañana, anónimos, quienes han vuelto a garantizar la existencia de este histórico monumento. Con su iniciativa contribuyen a reconstruir nuestros elementos identitarios, a enseñarnos a proteger aquello que nos pertenece y nos identifica como bubis, sin necesidad de esperar ayuda de gobiernos o instituciones. Gracias a todos ellos Itébötyö vuelve a estar erguido, imponente y majestuoso. Vuelve a sonreír y esperar a sus hijos, los bubis y aquellos que quieran conocerle”.
El gobierno del país, en aquella época de reivindicaciones de los vuvis de la que se hicieron eco los medios de todo el mundo y en especial y por lo que nos toca, los españoles; dejaron de contribuir a las ayudas, en forma de créditos, para el cultivo de cacao en las plantaciones vuvis de Bioko, lo que de camino perjudicó a Itébötyö.
La degradación de una tierra antes trabajada y esponjada y su apelmazamiento, arrastre de la cubierta por las lluvias y nueva y discontinua presión de la tierra, propició el que el enorme bloque se desnivelara con fácil pronostico de que caería; curiosamente, y casi milagro para las gentes del entorno, este se apoyó sobre dos de los arboles que le sirvieron de puntales evitándolo. Lo que los vuvis recibieron como símbolo inequívoco de la interrelación que la naturaleza tiene con estos iconos que la refrendan.


Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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