Introducción
Como mi intención siempre ha sido intentar que por uno u otro camino quien lea esto se sienta atraído por otros modos de vivir y procedimientos, o mejor, se apasione, permitidme poneros un texto escrito por lo más afamados etnógrafos, prescindiendo de incluir sus nombres fechas y páginas de publicación, para que la lectura no se vea alterada, pero que tengo a disposición de los interesados con todas sus datos y precisiones:
“Los herreros, que hacen el bestial y ‘exquisitamente horrible’ Kómó Kun, son una clase especial dispersa por todo el territorio de los Mandinga y otros grupos vecinos.
Debido a su trabajo con el fuego y el hierro, se les atribuye la capacidad de aprovechar y canalizar su peligroso poder para el bien de la comunidad. Sólo los herreros pueden tener títulos de liderazgo en Kómó y hacer los tocados, mientras que los de la clase de músicos, los Jeliw o Djeliw están excluidos.
La hiena
El tocado incorpora varias formas, la más prominente la cabeza de una bestia o Wara, a menudo citada como la hiena, que figura en la narrativa de Kómó, por ejemplo, en las ceremonias de apertura de la iniciación en la que los miembros cantan:
“Los, niños que entran en iniciación, van a morir uno tras otro; la vieja hiena no ha llamado a nadie; pero sed bienvenidos todos. ¡Que echen a perder lo anterior! ¡Que se moldeen! ¡Vieja hiena! Porque tú no has llamado a nadie”
Lo que quiere decir que los iniciados han llegado para enfrentar las pruebas de Kómó por su propia voluntad y no por orden del ‘gran espíritu hiena’ que supervisa Kómó. El espíritu de la hiena o ‘la vieja hiena’, alude a las cualidades de la razón y la capacidad intelectual, y por lo tanto a la razón de ser.
Los testimonios, van más allá sugiriendo que las mandíbulas abiertas de un animal salvaje y aterrador son solo una metáfora de la identidad real y esotérica del tocado como la vagina rapaz y sagaz que los niños pronto encontrarán después de la iniciación. El tocado se asocia con la noche de varias maneras. La hiena, en la noche, es un carroñero.
las ceremonias anuales de Kómó
Se han descrito las ceremonias anuales de Kómó, en las que una de las canciones interpretadas tiene que ver con ‘la hiena divina y antigua’, aquí se le da nombre, Jaturu:
¡Jaturu negro! Baila, da vueltas, baila. ¡Yerno del poseedor del oro negro!, es decir, del conocimiento profundo, Baila, da vueltas, baila.
Aquí, la hiena de la noche se revela como la palabra o manifestación, de Faaro, el gran espíritu serpiente de la creación, que posee el profundo conocimiento necesario para actuar en el Kómó.
“Se sugiere así la capacidad del danzante para transformarse en Faaro, y acompañando el sonido, los iniciados bailan un movimiento en zigzag sugiriendo el de la serpiente.La mayoría de los datos indican que el Kómó Kun se bailaba principalmente durante la noche.
Cada tocado puede tener un nombre personal y, aunque hay muchos nombres, uno de esos nombres fue registrado como “La oscuridad de la ciudad de Gwaranko”, Gwaranko Dibi, donde se grabó una ceremonia en la oscuridad de la noche, en la oscuridad de la luna nueva, sin la más tenue luz de fuego.
los bailarines de KómóKun
Pero generalmente era bailado a la luz de una gran hoguera llamada ‘el fuego de Kómó’. En las tres fotografías de campo existentes, sin embargo, los bailarines de KómóKun aparecen a la luz del día, y esto confirma algunos datos. Dos de estas fotografías pueden haber sido escenificada. El único bailarín de Kómó está claramente con el grupo de iniciación en la arboleda boscosa.
La adquisición de materiales para aplicar al tocado es personalizada por el herrero creador a la manera de una ‘receta’, de modo que no hay dos herreros que sean iguales o funcionen de la misma manera.
Busca los cuernos y plumas correctos, símbolos de animales agresivos y emblemas de la sabiduría del herrero. Puede cavar un nuevo pozo con el fin de obtener agua fresca y pura con la que producir medicamentos para unir. Las hierbas se buscarían por sus particulares efectos, mezclados por el herrero, y reducidos a las formulas deseadas.
Dalilu
Un pollo puede ser sacrificado para asegurar el éxito. La pluma de un buitre puede agruparse en la parte superior del tocado. La acumulación resultante de materiales se considera como un Dalilu, una combinación prescrita de elementos espiritualmente poderosos diseñados para efectuar un resultado concreto. La superficie fuertemente incrustada del tocado se produce mediante la aplicación de una mezcla de arcilla negra, hojas, minerales en polvo, hueso en polvo, mijo masticado, sangre de sacrificio y posiblemente otros materiales no especificados.
Los sacrificios periódicos de sangre enriquecen la costra. Estos ingredientes simbolizaban el orden del universo y se veía que reflejaban la matriz húmeda de la creación afectando la reproducción humana. Un tocado Kómó muy antiguo habría acumulado una espectacular variedad de materiales añadidos y, por lo tanto, habría adquirido un poder extraordinario, el Nyama. Los Mandinga comparan tocados viejos con nuevos durante las actuaciones de Kómó, con letras de canciones como:
“… has visto muchos Kómó, pero aún no has visto a la bestia salvaje”.
El tocado KómóKun se oculta de manera en extremo secreta por los miembros del Kómó, a quienes se les prohíbe incluso decir su nombre ante personas no iniciadas.
Los tocados
Los tocados funcionan no solo como tocados de baile, sino como piezas de santuario, colocadas sobre un altar sobre el que se hacen sacrificios de sangre.
Esto ha sido descrito en detalle entre los Minianka. En el camino hacia el bosque sagrado al oeste del pueblo se encuentra un claro circular cuya entrada mira hacia el este para captar los primeros rayos del sol naciente; este es el sitio de una pequeña casa sagrada. En el interior, sobre una plataforma, se colocan varios tocados, “sobre los que se ‘reza’ y se ‘sacrifica’ para que siempre aparezcan completamente cubiertos de capas de sangre densas y coaguladas, dándoles su color negro profundo”.
Se dice que las ‘cosas de Kómó’ están vivas y ‘hablan entre sí’, lo que se manifiesta en la aparición de grietas, sangre coagulada, el deslizamiento de partes y otros signos sutiles de cambio en el movimiento. Aquí, en el altar, los tocados se conocen como ‘pedazos del cuerpo’, y uno se dirige a ellos como ‘ustedes que van a la fundación’.
Brett-Smith 1997:89, en su argumento a favor de una lectura sexual de la forma del tocado, relata un informe de Dieterlen en el que el iniciado se ve obligado a lamer el tocado y los ganchos de metal que lleva el bailarín enmascarado.
El iniciado jura que colocará a Kómó por delante de todo lo demás en su vida, incluso de su padre y su madre. Si la metáfora es correcta, este sería un acto altamente prohibido, ya que el cunnilingus, e incluso mirar la vagina, están prohibidos para un hombre.
transgresión del iniciado en el Kómó
Por lo tanto, en su transgresión, el iniciado se coloca a merced y completamente dentro del dominio de Kómó. Cada bailarín demuestra su poder teatralizando perspicazmente su danza.
Mientras unos hacen alardes bailando sobre zancos, otros muestran su capacidad escupiendo fuego, iluminando dramáticamente la noche. Algunos de repente parecen fuentes manando de sus brazos o cuerpo agua, o la arrojan contra el suelo simbolizando su poder para conseguir que brote a su paso un manantial. Los movimientos suelen ser acrobáticos y rápidos. El bailarín puede izar el tocado sobre el traje como si volara, desplazándolo con un largo palo.
La pirueta que forman así el tocado y su traje, conectando tierra y cielo, dicta que el bailarín nunca debe abandonar el suelo, sino que debe anclar sus pies en él, presionando incluso hacia abajo con las rodillas flexionadas, pero con el tocado dirigido y mirando bien alto hacia el cielo.
Cuando un par de bailarines enmascarados se acercan a un iniciado, se vuelven el uno al otro y se agachan en perfecta sincronización, extendiendo sus enormes trajes. La música de Kómó incluía “dramatismo en el tañer de los tambores unas veces siniestros otras misteriosos”, para lo que usaban variedad de tambores, incluido el gran jembe.
Charry 2000:8, lo llama ‘amenazante e íntimo’. El enmascarado bailarín ‘armado’ con un silbato, forjado en hierro o cobre, soplaría haciéndolo sonar durante toda su danza.
Henry
Henry 1910:147, también lo describe como “ruido que congela a uno de terror”. Acompañando a la danza, enarbolando platillos, gongs de hierro, silbatos y trompas, los músicos emitirían gran cacofonía de sonidos simbolizando a los “Hijos de la voz de Dios”.
Las canciones y oraciones del bailarín invocaban a los espíritus Kómó, aquellos “espíritus magnánimos que gestaron el Kómó”, solicitando protección para los niños, “No dejaré que los hechiceros ‘coman’ al hijo de nadie hoy”, y oraciones por los muertos, “Faaro está ante ti; Faaro está detrás de ti… Que este sea tu saludo”.
McNaughton 1988:141, grabó una canción en la que el bailarín enmascarado de Kómó aparecía para ofrecer consuelo a los desafortunados y advertir a los presumidos y privilegiados: “Sirviente afortunado, cuya suerte puede cambiar, cállate, sé paciente, Todas las mañanas no se presentan de la misma manera”.
el griot
Acompañando al enmascarado, iba siempre el griot, como intérprete que representaba al espíritu, siendo conocido como la “Boca de la Bestia”.
El enmascarado de Kómó impostaba una voz dramática y opaca, similar al sonido del kazoo. La gutural voz se ha descrito como “la más fuerte bebida alcohólica”.
Podía en cada nueva actuación concebir canciones con las que dar respuestas o consejos a las preguntas que previamente se le habían formulado.
Y siempre con la voz distorsionada, tras cada canción podía detenerse y entablar conversación con alguien o interpelar a la concurrencia, pudiendo tremolar en momentos o en momentos entrar en trance mostrándose incoherente.
Dieterlen & Cisse
Dieterlen & Cisse 1972: 236-237, y McNaughton 2001:175-176; 1979:39, confirman que al final de la actuación el griot con voz clara y precisión repetía las respuestas o consejos. Colleyn & Clippel 1998:144-147, transcriben una extensa canción del enmascarado, traducida por el asistente, el griot, que siempre les acompaña.
Durante las actuaciones de Kómó, todas las personas no iniciadas debían permanecer en el interior de sus viviendas. Las prohibiciones, o el temor que infundía, llegaban al punto en que si alguien no iniciado, inadvertidamente había presenciado un enmascarado de Kómó, ni se atrevía a contarlo en su casa ni tan siquiera en su lecho de muerte, aunque todos supieran que lo había visto.
De todos modos, previo al paso del enmascarado, un acólito antes de que amaneciera iba pregonando: “¡He aquí a Kómó! La Tierra se ilumina. Rompe el amanecer, y he visto el Kómó”.
Dieterlen & Cisse 1972:26, apuntan:
“Como ‘pescador’, Kómó, da su denominación a la propia asociación ritual”.
paso del Xix
Dieterlen & Cisse 1972: 236-37, dicen que en un momento de la iniciación de Kómó en el paso que llaman del Xix, los enmascarados KómóKun realizaban una serie de actuaciones. Este paso del Xix se tituló “hijos de las alas plegadas” aludiendo a las alas del buitre.
El tocado del traje de KómóKun se izaba sobre su poste para la ceremonia, y en un momento dado el cantante entonaba alabanzas de Kómó, refiriéndose al buitre sagrado, curiosamente por el nombre de pila de un hombre, Zan o Nzan, enfatizando cuán poderosa es su ascendencia:
“Zan de alas poderosas. Zan de poderosas garras. ¡El gran pájaro con cuatro alas! El pájaro capaz de arañar la Tierra desde el cielo horadaría un pozo en la roca si descendiera”.
El traje de plumas de buitre recuerda una narrativa sagrada en la que se atribuía al buitre traer el conocimiento Kómó del mundo espiritual a la Tierra.
El buitre en la narrativa del Kómó
El buitre, una criatura diurna, es el guardián del “conocimiento blanco”, el conocimiento claro y abierto de origen espiritual. Como devorador de carroña, el buitre es considerado inofensivo. Como el ave más imponente, físicamente, el buitre es el patrón de la realeza, de la guerra, de la caza, y especialmente del sacerdocio tradicional y de la muerte.
Es visto como ajeno a las vicisitudes de la vida en la tierra. Como portador del conocimiento espiritual el buitre es consultado por los adivinos, y sus plumas en el traje de Kómó aluden al poder divino del intérprete de Kómó.
En las ceremonias anuales Kómó de sacrificio a los espíritus, el portavoz del evento proclama su fidelidad a “la vieja hiena que, se dice, está en el origen de todo entre los Bamana: la ‘vieja bestia’ está en la noche; la noche es oscuridad; qué es esta oscuridad, si no el secreto, el misterio del vacío original y la historia del vacío final”.
El jefe de Kómó responde: “Lo que has dicho es razonable. La hiena es una ‘gran cosa’ en los asuntos de Kómó…”.
A medida que el buitre se deleita con carroña durante el día, deja el resto a la hiena, por la noche, que no deja nada, “ni siquiera un rastro”. La hiena, en la narrativa sagrada, es un pescador, chapoteando en el mar sagrado del gran supervisor del Universo y la Tierra, el “maestro del agua”, Faaro.
La hiena según los Mandinga
Los Mandinga dicen que la hiena devora a aquellos hechiceros, que antes fueron herreros, y se cree que el herrero, presumiblemente honorable, puede convertirse en una. Se dice que la hiena posee un enorme conocimiento sobre el bosque y sus secretos. Un animal tímido que se alimenta normalmente de carroña, a la hiena se le atribuye un extraordinario sentido del olfato y de la previsión.
Como criatura nocturna, que vive en agujeros en la tierra, la hiena se ha convertido, para el Mandinga, en un símbolo de secretos del ‘conocimiento negro’, del conocimiento de la fertilidad, la maternidad, la religión, las danzas y las canciones, en esencia, en el porqué de Kómó.
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