Materializiación del trabajo
Habría que empezar a obviar aquella idea de lo ‘primitivo’ con la que los estados coloniales clasificaron a los pueblos que cayeron bajo su control. Pues si diferentes en color y otros modos de interpretar determinadas maneras de desenvolverse, resultaron tener más sentido común que muchos de aquellos que los ‘denigraron’, palabra a desterrar por cierto por lo peyorativa.
Los antecesores Luba ya siglos antes, tenían abierto un floreciente mercado con regiones distantes, donde al tener establecido su aparato político se utilizaban sus sistemas monetarios en las transacciones habituales.
Vansina 1962, a, dice:
“La importancia del comercio a gran escala, interregional y de ‘larga distancia’, se ha reconocido desde hace algunas décadas, pero los usos monetarios dentro de los grupos étnicos y políticos siguen siendo relativamente desconocidos”.
Realmente, estaríamos en blanco, si no fuera por la aportación que hicieron los delegados coloniales, misioneros y colonos en sus documentos y cartas desde el centro operativo montado en Zanzíbar. Ellos legaron los conocimientos de cómo establecían las sucesivas oficinas departamentales, los centros catecumenales o cómo asentaron las haciendas y la relación que mantenían con los lugareños.
el Tshiluba
Los Luba en su idioma, el Tshiluba, llaman Handa a un lingote de cobre que en orígen tenía forma de ‘H’, y que derivó a forma de aspa o cruz comúnmente conocido como cruz de Katanga o de San Andrés, utilizada como moneda en diversas áreas de África Central.
Su nombre más reconocible entre los europeos derivaba de la zona de donde se extraía el material de que estaban hechas, el cobre, que no es otro que la región de Katanga, al suroeste de la actual R.D.del Congo, por donde atraviesa el rio Kasai sedimentando numerosos y valiosos minerales como este.
Sus minas de cobre ya eran explotadas antes de la llegada de los primeros colonizadores portugueses, por un gremio exclusivo de herreros, los ‘comedores de cobre’, que aprovechándose de lo telúrico y mágico de su trabajo, eran los únicos autorizados a extraer y fundir el cobre en moneda, moldeando las formas de dichas cruces con los dedos sobre camones de arena.
El cobre
Su fácil fundición y maleabilidad, a la que con el tiempo se unió la dureza de sus aleaciones, hizo que el cobre y sus minas adquirieran un considerable valor y que su importancia deviniera en incontables disputas sobre su control. Se consideraba al cobre indeleble y se dice que los songye colocaban sus grandes n’kisi, cuajados de tachuelas, remaches y cinchas de cobre, agrupados sobre un montículo para que propiciaran las tormentas y la lluvia y atraer rayos y fuego sobre ellos, no tengo claro si eran los fetiches que no habían funcionado adecuadamente, si eran los que habiéndolo cumplido merecían ‘esa gloria’ o eran los desechos de cobre resultantes de la inserción necesaria colocada en ellos. Todo el proceso de extracción y transformación del metal estaba rodeado de rituales tradicionales entre secretos profesionales, por los que solo se admitía a los ‘comedores de cobre’.
La extracción se debía hacer tras el fin de las lluvias cuando el suelo, aún húmedo, permitiera el trabajo sin derrumbes pero sin charcos; se dilataba los tres meses antes de que el sol agrietara la reseca tierra e hiciera imposible el trabajo. Se fundía en hornos de arcilla recocida, utilizando carbón vegetal, alimentando la llama con el oxígeno que proveían fuelles de madera con émbolos de piel de antílope.
Sistema mercantil
El variado sistema mercantil propició el desarrollo de diversas cruces que adquirían valor en función de su tamaño y peso. Conociéndose monedas datadas desde el siglo XVI de entre 1 a 25 cts., y de escasos gramos hasta 1 kilo de peso, hallándose escorias en campos arqueológicos que datan fundiciones en el siglo XIII.
Parece que al ser las minas propiedad de los estados, eran más un símbolo de estatus y regalías reales que otra cosa, encontrándose incluso en antiguos túmulos funerarios, pero fueron los mismos reyes y estados los que las establecieron como monedas al cambiarlas a las caravanas del noroeste por otros productos, y estos comerciantes, a su vez, las cambiaban al oeste con grandes beneficios, de lo que dan fe determinados informes de los portugueses en el siglo XVI.
Sus usos más notorios y conocidos era el relacionado con la compraventa de esclavos que declinó a mediados del siglo XIX, permaneciendo el de los acuerdos matrimoniales, donde imprescindible, la dote podía llegar hasta tres manos, 15 cruces, de buen tamaño, un arma, una cabra y una esclava, conservándose en este caso hasta bien entrado el siglo XX, dado que no perdía su valor por lo que ante un posible divorcio bastaba con devolverlas.
La forma cómoda de transacionar con estos ‘lingotes de cobre’, menos volumen y fragilidad, que una brazada de paño, clepsidras de esencias o rebaño de cabras, hizo que se difundieran como ‘monedas’, siendo aceptadas en toda la amplia región que hoy comprendería la R.D.del Congo, R.del Congo, este del Gabón y gran parte de Angola; donde en la zona de producción, Katanga, por cinco cruces se adquiría una brazada de buen tejido, con dos cruces podía comprarse un arma de fuego y por una 10 kilos de harina, 5 gallinas o el equivalente a 8 kg de látex de la ‘hevea’ del que se conseguían hasta 5 kgs de caucho de las grandes plantaciones que había en la zona durante el siglo XIX.
zona del Kasai
Aunque estas apreciaciones variaban en función de lo alejado, incrementándose incluso dentro de la más amplia zona del Kasai y dependiendo de la oferta y demanda de los otros productos, dándose el caso que entre los Bengela y pueblos aledaños al Lualaba una cruz equivalía a una de sus manillas o una cabra, y con 5 bastaba para una esposa, mientras que los Songye necesitaban 14 cruces para dotar a una esposa más un arma y la esclava. A niveles de intercambio con los europeos, la valoración acordada resultaba del intercambio de 100 cruces grandes por 400 francos de la época.
Equivalencias aparte, su valor real consistía en la posibilidad de refundirlo para fabricar bronce con el que realizar herramientas, armas u otros objetos de prestigio y dada su estabilidad como simple sistema de ahorro.
Pierre de Maret
Pierre de Maret 1992, p. 226 nos dice que:
“A principios del siglo XVIII, los objetos depositados en las tumbas cambian radicalmente, y los potes cerámicos y cruces definitivamente desaparecen y son reemplazados por cuentas de cristal. Esta evolución está generalmente asociada con el surgimiento identitario de los Luba ‘modernos’. Al mismo tiempo, desde mediados del siglo XVIII, la forma y dimensión de las cruces cambia de la forma de H a una forma de cruz de San Andrés. Por lo que sabemos, estas nuevas cruces se usaron para pagar las deudas de sangre, las derechos de admisión en la sociedad secreta Bambudye y aceptadas también en las compensaciones matrimoniales. Su uso fue especialmente importante en la esfera política donde sirvieron como símbolo de poder y pagar los correspondientes tributos al reino de Kazembe, a los Lunda de Mwant Yav, a los Samba y los Luba. Esta evolución probablemente esté relacionada con el desarrollo del uso como monedas de las perlas o cuentas de cristal. Sin embargo, algunas cruces antiguas, quizá de finales del siglo XVII o principios del XVIII, todavía estaban presentes en 1975 en los tesoros de algunos Luba notables”.
Van der Sleen
Van der Sleen 1958, comenta:
“La historia de la penetración de las perlas de vidrio en África Central en gran medida se encuentra escrita. Sabemos que los perlas de cristal de la India llegaron a la costa este de África antes del siglo X, pero no sabemos los detalles de su distribución en el interior del continente”.
Las cuentas o perlas de vidrio de origen europeo empiezan a introducirse en África Central a partir del siglo XVII a través de la costa atlántica angolana, Mozambique y enSudáfrica por Ciudad del Cabo.
Beck 1989, dice a su vez:
“No fue hasta el siglo XVIII que llegaron en número suficiente para extenderse al centro del continente”.
Beck 1989, p. 220 y Pallaver 2009, p. 24, también comentan:
“Todos los escritores antiguos, tanto misioneros como exploradores, señalan que los gustos en materia de estas perlas varían de una misión a otra, de una sociedad a otra y de un año a otro”. De Maret 1995, continúa con su exposición y dice: “La opulencia de la depresión del Upemba, atestiguada por la riqueza de las tumbas se remonta al menos al siglo X y provenía de la pesca”.
Esta fuente casi inagotable de proteína, al poderse preservar de innumerables formas y así exportar a todas partes, proporcionó un alto nivel de vida a la región durante siglos, logrando establecer un mercado interregional permanente de gran demanda.
el swahili
Bontinck 1974, ps. 80 y 81, bien documentado dice:
“Estando Tippu Tip, el swahili anteriormente mencionado, en las cercanías de la depresión alrededor de 1871 a 1872, atestiguó la gran cantidad de personas que iban allí a comprar pescado”.
Es notoria la dedicación desde tiempos remotos de estas gentes en este prospero negocio, por la abundancia del producto, su habilidad como pescadores y la eficaz solución de ahumarlo para su conservación.
Refee 1981, p. 96, a esto agrega:
“Es patente que el comercio interregional entre Katanga y el Kasai logra su máxima expansión en la primera década de 1700, período que coincide con el comienzo histórico de la dinastía Luba”.
Reffee
Y el mismo Reffee 1981, en la página 185, contextualizándole dice:
“Este comercio interregional se mantuvo hasta finales del siglo XIX, pero a partir de 1850 entraron a competir gradualmente en el comercio a larga distancia los más preparados y apoyados comerciantes de Zanzíbar con Juma Merikani y Tippu Tip a la cabeza, y el creciente desarrollo de los comerciantes Umbundu que se expandían desde Angola”.
Aclarando quienes eran los dos preeminentes comerciantes mencionados más arriba, aclarar que Tippu Tip era como un nombre comercial y el verdadero era Hamed bin Mohamemmed el Mujerbi, de origen swahili, no está claro si yemení, y reconocido esclavista que llegó a aliarse con los Jagga con la intención de incrementar su negocio pero llegando a desestabilizar estados como el del Reino Kongo, Loango y como vemos el Luba, entre otros.
Juma ben Salum Wad Rakad
Juma ‘Merikani’, era el apodo con que era conocido derivado del nombre de unas telas de algodón que importaba de Salen en USA, de mucha aceptación y con floreciente mercado, surtiendo personalmente a todas las cortes del interior; su nombre real era Juma ben Salum Wad Rakad. Lo que se cree pero no hay certeza y parece más plausible que sucediera mucho antes, es que estos mercaderes fueran a través de las expediciones e intercambios comerciales los introductores de las perlas o cuentas de cristal como moneda de pago entre los Luba y de otros como el coral o los tejidos de seda entre otros pueblos.
Sí está claro que desde finales del siglo XIX y principios del XX, prácticamente todas estas cuentas de vidrio, que los Luba entre otros utilizaban como dotes matrimoniales y en el comercio diario, tenían ya origen europeo.
Creo que es interesante leer el apartado sobre “La moneda en África”, donde se explica con mas profusión y datos todo el recorrido y objetos utilizados en África como moneda, desde su origen y creación hasta la independencia de sus estados.
Retomando a los Luba, son los jefes de Kinkondja los que gustaban de utilizar estas cuentas recogiéndolas en la Cabinda del Kasai.
Thews
Thews 1992, p. 72 a 79 agrega que:
“Estas expediciones movilizaban a cientos de personas bien estructuradas, que llevaban pescado ahumado, sal y valiosas pieles como las de cebra y leopardo que se cambiaban por esclavos, púas de puercoespín nungu, y vistosas plumas de aves, nduba, solicitadas por diversas razones”.
A la Cabinda, residencia del Lupungu el gran jefe songye que Delcommune 1922, II; p. 91 a 99, calcula estadísticamente entre quince a veinte mis personas, al igual que a otros pueblos vecinos, los Luba llevaban sus productos para intercambiarlos por cuentas y tejidos de rafia.
Pallaver 2009, especifica que:
“En esos momentos circulaban muchas perlas de diferentes tamaños y colores, pero los Luba exigían tipos específicos a cambio de su mercancía, al igual que hacían a lo largo de las principales rutas comerciales”.
Poll y Renson
Realmente es sorprendente que alguien estuviera al tanto de comprobar y documentar los más cotidianos productos intercambiados como lo hicieron: Poll y Renson en 1948, que lo especifican así:
“Se obtuvo un collar malungo a cambio de un pez, nganza, pequeño, ‘citharinus macrolepis’. Y un collar de boda, mutolo wa baluba, mpundji, a cambio de diez peces grandes“.
Nadie cuestiona estos informes pero con mucho sentido común basado en su profundo conocimiento sobre este tema, Renaud Zeebroek autor de ‘Perles et tissus.
Les instruments monétaires au Katanga’, del que he recogido gran parte de este texto, advierte que:
“Posiblemente el pescado estaba cortado en trozos de uno, dos o tres dedos de ancho, y cada trozo de estos se cambiaba por una o más perlas separadas”.
tabla de equivalencias del tipo de cuentas y su uso
Zeebroek construye una tabla de equivalencias del tipo de cuentas y su uso:
- Dilungo: plural malungu; Collar de 100 a 120 cuentas agrupado en un conjunto de 10 collares. Uso en transacciones comerciales y parte de dote matrimonial.
- Kibamba: plural bibamba; Cuentas rojas con una parte central blanca, por encima del malungu. Uso en transacciones comerciales y parte de dote matrimonial.
- Mushieto: plural myshieto; Collar de un codo. Uso en transacciones comerciales y decorativas
- Kabuyu, kibuwu o bibubu: plural tubuya; Cuentas esféricas de 12 a 13 mm de diámetro. Uso decorativo y simbólico.
- Mutolo wa, buluba: Collar de unas 100 cuentas. Mutolo wa es tener éxito. Uso como parte de una dote, pago de lutos y compra de esclavos.
- Mpundji: plural bampundji; Collar de unas 30 cuentas. También mwtolo wa. Uso como parte de una dote, pago de lutos y compra de esclavos.
los tejidos de rafia
Otro tipo de contravalor eran los tejidos de rafia, que los Luba retomaron, utilizando básicamente las de sus vecinos songye que eran expertos productores. En mis estudios previos, los primeros tejidos, pongo, eran de corteza de árbol de origen mbuti, pueblo que lo trasmite a los bushongo, otros pigmeos que forman la élite y realeza kuba y que copian entre otros los songye.
Se realizaba sobre una base entretejida de fibra muy fina, recogida del interior de ciertas palmeras jóvenes. Se secaban al sol y luego se cortaban en tiras de 2 mm., lo que ahora se conoce como rafia. A continuación los hombres realizaban la base de entre 40 por 60 cms., y luego las mujeres, era valor añadido si estaban embarazadas, insertaban sobre él las finas tiras coloreadas. El valor final quedaba determinado por la belleza y calidad de la labor realizada. Eran por tanto muy apreciados como moneda de cambio o valiosos regalos.
Los songye
Mahieu 1922, p. 35, nos dice:
“Los songye tenían estandarizada la medida de entre 40 por 60 cts. Sus madiba, nombre que daban a las faldas que vestían hechas con 5 didibas, los utilizaban para comprar objetos de hierro a las poblaciones vecinas”.
Entre 1869 y 1894, se sabe que estos tejidos fueron utilizados por comerciantes al este de la R.D. del Congo, Zambia, sudaneses y zanzibaríes como dinero. El ligero peso, facilidad de transporte y prestigio conseguido hizo que la demanda fuera desmedida, dado que con estos tejidos lo mismo podía hacerse frente a cambiar por cualquier otro producto que pagar los tributos.
C. van de Overbergh
C. van de Overbergh 1908, p. 217 a 218, cita a Cyriaque Gillain diciendo:
“Los songye llegaron a producir del orden de decenas de miles de estas piezas al mes”.
Dhanis 1895, p. 26:
“Los belgas reportaron el uso monetario de estos tejidos durante la campaña contra los árabes que llevaron a cabo en Manyema“.
Jan Vansina 1962, 2b, p. 197, sí confirma sin embargo que:
“Diez tapetes de estos tejidos de rafia de los Kuba, recordemos: los famoso terciopelos delKasai oshoowa, lo que mide una falda, constituyen una unidad de valor”.
Vamos que con esos diez tenías acceso a un bien de gran valor.
el siglo XVIII
Jason C. Miller 1988, p. 181, confirma:
“Se utilizaban pequeños cuadrados de tejidos de rafia en el comercio interregional en toda la cuenca del Zaire, el tramo del Lualaba, y en los estados vecinos al menos desde el siglo XVIII”.
No está claro por qué llegaba a cambiarse o podía ser comprado un articulo con estos ‘tapetes’, y entonces, a finales del XIX inicios del XX, mientras unos decían que por un par de peces grandes se obtenía un tapete, otros dicen que por el ‘tapete’ se podían obtener no menos de cuatro peces.
Y Zeebroek que lo vive en directo, achaca esto a malas interpretaciones del lenguaje y sí de lo que hablan es de las piezas aisladas o si de un paño donde había cosidas ya las suficientes para vestir. También arguye que podría deberse a los intermediarios y su percepción del valor que en el pasado se daba a los peces.
“Varios testimonios, dice, parecen indicar que en Kabinda, el tipo de cambio era de un pez por cada tapete”.
Sea una u otra cuestión, lo que sí parece, es que la enorme producción sumada al deseo de quedar bien con los comerciantes árabes, contribuyó a una paulatina pero inexorable devaluación de estos tejidos en esa época de entre siglos. Los faldones de rafia, taparrabos dicen ellos, parece que en Kinkondja nunca se usaron como moneda, pero sí se almacenaban para intercambiarlos por otros artículos en los mercados del este.
Todo pueblo es industrioso y cuando algo se ve útil y factible de poder sacarle un beneficio, siempre hay alguien dispuesto a intentarlo, es el sino del ser humano, prosperar; las muchas visitas a mercados y los comentarios de los que volvían de las caravanas contando cómo habían visto hacer esto y aquello propició el que los más dispuestos primero y hábiles después, empezaran a crear sus propios tejidos. Lo que trajo su propia industria textil con formatos propios.
Los comerciantes de Kinkondja
Eran tejidos más alargados y estrechos que los de los songye, formados con entre cinco a diez unidades cosidas entre sí. Y pensemos que palmeras de donde sacar la materia prima había por todas partes, no así el cobre o el pescado.
Los conflictos derivados de la disgregación de los grandes estados, y las partidas de los esclavos huidos, conllevó el que los mercados se volvieran regionales. Los comerciantes de Kinkondja ya venían con pescado, telas y los collares de cuentas mutolo wa buluba, parte indispensable de una dote matrimonial. Estos y otros de aldeas más pequeñas, como Kayeye, surtieron la Depresión del Upemba y casi todo el resto del país Luba, desplazándose algunos hasta las regiones más orientales.
Petit, 2000, resalta que:
“El comercio de sal ha sido de gran importancia en Katanga y las regiones vecinas”.
las salinas de Buluba
Colle 1913, p.789, además de enriquecer nuestro conocimiento del idioma Tshiluba nos informa así:
“Si bien las salinas de Buluba* fueron fundamentales para la aparición del estado Luba, incluidos los de la depresión del Upemba, acudían a las salinas de Kalamata, que linda con el río Luvua, para comprar allí la sal”.
*Buluba es un término que vemos frecuentemente, imaginando por el resto del texto que leemos a qué se refiere; bien, Colle nos da la correcta definición: “Buluba significa País de los Luba, aunque esta vez se circunscribe a parte de la jefatura de Kabongo…”
Zeebroek en su texto de referencia nos dice:
“Se llevaron el aceite de palma de la jefatura de Ngoy Mani, como dijeron mis informantes: ‘No hay suficientes palmeras allí’. Y telas de rafia de Kabinda. La sal que se traía se usaba para consumo local o se guardaba para los de Kasai.
perlas Malungo
En Cabinda se vendía al por menor en la proporción de un katubo* contra cuentas. A cambio, el Luba obtuvo dos collares de perlas Malungo, diez perlas Kabuya o una perla Buluba. Cuando se cambió la sal por rafia, obtuvieron una tela de aproximadamente 1 metro de largo por katubo y diez taparrabos por bolsa de lupadi*. Así, mientras pasaba por el relevo de Kinkondja, la sal producida en Kalamata llegó al país Songye, recorriendo más de 600 km. Y este viaje, si los recuerdos de mis informantes son exactos, multiplicó su valor por diez”.
* katubo es una media calabaza de pequeñas dimensiones, que sirve como medida para diferentes productos
*Lupadi son bolsas de corteza, de aproximadamente 1 m de largo y 50 cm de ancho, con una capacidad de entre 2 a 20 cm3
Queda claro con estos testimonios que los intercambios unieron a los Luba desde la Depresión del Upemba, con los de las regiones del este, a la frontera entre la R.D.del Congo y Zambia. El desarrollo comercial parece no tenía limites pues los comerciantes del cacicazgo de Mpweto, a orillas del logo Moero o Mwero, llegaron hasta el de Kinkondja, llevando mariscos del Índico, y no solo por su exquisito gusto, ni porque tuvieran uso monetario, sino porque al haber observado in situ, qué hacían con sus conchas, decidieron por su peculiaridad y tal vez el mito que les habían dicho encerraban, el hacer unos muy valorados collares, reservados a jefes y notables, llamados disumba, en plural masumba.
kitala kia masumba
A estas conchas con forma de espiral cónica, llamadas por su forma y manchas ‘conus leopardus’, se las desgajaba la parte superior que a su vez se partía al medio; se conseguían así dos medias lunas anilladas, dos disumba. Con entre 4 o 6 piezas de estas, intercalando cuentas de vidrio del tipo mushieto o buluba, se formaban unos collares de gran prestigio llamados kitala kia masumba.
Parece que estos collares eran conocidos desde tiempo inmemorial utilizándose incluso en el antiguo reino de Monomotapa, desde donde se redistribuyeron por todo África a través de las rutas comerciales. D. Livingston relataba que los Bolanda, en la actual Zambia, intercambiaban un esclavo por dos ‘conus’. Y que las caravanas comerciales que partían de Tanganyika, ahora Tanzania, a comienzos del siglo XX ofrecían ‘conus’ para quien abriera las rutas.
Joan Harding 1961, ya comentaba que: “Estas bases de ‘conus’ eran ampliamente utilizadas en el este y centro África, como signo de distinción o insignia real”
Pero según Zeebroek, los datos con que contaba no eran precisos pues no incluía en su mapa de distribución a los Luba, y afirma:
“Los Luba que entrevisté, me confirmaron que en el cacicazgo de Kinkondja un collar de masumba equivalía a un collar de boda o un esclavo”.
Nooter Roberts y Roberts 1996, p. 93, concuerdan y dicen:
“El uso de estas conchas, como signo de distinción, está atestiguado en todo el ámbito Luba”.
Continuará…
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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