el Bilumbu
El sistema de adivinación Luba más representativo, es conocido como Bilumbu, fundamental para interpretar algo como la realeza sagrada Luba.
La epopeya Luba, destaca que el primer rey sagrado llamado Kalala Ilunga si accedió al trono fue gracias al consejo y clarividencia de un adivino llamado Mijibu wa Kalenga. De ahí que todos los adivinos de Bilumbu, hombres o mujeres, de ayer y hoy, se personifiquen en Mijibu wa Kalenga al entrar en un estado de posesión espiritual.
Se alcanza la posesión por espíritus cuando los tañidos de tambores se acompasan con ciertas canciones ‘para gemelos’, según las llaman, alcanzando un grado tal de abstracción que permite a los espíritus acceder y manifestarse. Cuando lo hacen, el adivino adquiera la facultad de visualizar e interpretar los signos depositados en las calabazas y advertir de problemas o desgracias.
El poder del rey hemos visto que era cuasi ilimitado, pero la realidad es que por detrás siempre había un control, de hecho hemos visto cómo alguno era directamente decapitado. Si el rey o MuLopwe, ‘el ungido’ era el corazón de la realeza sagrada Luba, los BaLopwe, ‘los elegidos’, perdonad que insista, eran el cerebro y estomago, pues había que pensar en frio y mantener las constantes vitales del pueblo.
Los BaLopwe
Los BaLopwe estaban profundamente enraizados en el concepto de la realeza divina, nadie en la práctica identificó al rey con el Dios Supremo durante el tiempo del Imperio Luba. El poder nunca fue personal; fue ejercido por este grupo de personas. Los Luba sabían que el poder del rey debía ser limitado y controlado para garantizar el bienestar de la gente. Así, el Imperio Luba fue gobernado rigiéndose por una constitución oral que partía de los dictámenes de los antepasados, lo conocido como Kishila kya bankambo.
Una poderosa logia religiosa, el Bambudye, actuó como un control efectivo del comportamiento del rey e incluso tuvo el poder de ordenar ejecutarlo en caso de abuso excesivo de poder. Se suponía que el rey tenía que obedecer el mandato del cielo gobernando de acuerdo con la voluntad de los antepasados.
Los adivinos de Bilumbu
Los adivinos de Bilumbu necesitaban del tañer de tambores y canciones para llamar a los espíritus que invocaran, pero estos respondían colocando a su voluntad los diversos objetos que el adivino llevaba en su calabaza y que lanzaba sobre un tapete, tras notar la presencia del espíritu. Veremos en muchos textos sobre esto, términos como códigos y cinética, puede ser, eso queda a estudios de otro tipo. Me ciño a que si se ha perpetuado durante siglos y quienes lo realizaban gozaban de gran respeto y estima, es que funcionaba y solucionaba, lo que fuera.
Estos objetos son variopintos, desde huesecillos como vertebras o ‘tabas’, el astrágalo, de ciertos animales, piedrecillas singulares, pequeños y duros trozos de madera o metal, o figuritas que incidían en los deseos generales, como fertilidad, sanación o prevenir desgracias o malas intenciones, el mal augurio.
El ritual es recurrente, el adivino agita la calabaza deambulando mientras hace las preguntas, previamente concertadas con el cliente, al espíritu invitado que le posee, luego se sienta delante del interesado y lanza aleatoriamente sus objetos para interpretar por qué han caído así y no de otra manera, lo que le da la solución buena o mala, solicitada.
Cuando el espíritu se había apoderado del adivino, era el momento en que sus acólitos le dibujaban las líneas blancas que así lo mostraban, con pemba, ‘aceite de adivino’, grasa o aceite de palma en la que se disolvía caolín, añadiendo para mejor identificación aquellos colgantes o atributos referentes a ese espíritu. El adivino debía observar una liturgia en la que el ‘hábito’ era fundamental.
el Nkaka
En este ‘hábito’ era fundamental el tocado, que se veía de lejos, el Nkaka, como llaman al pangolín, animal peculiar que huye de conflictos, resguardándose tras las duras placas de su armadura, placas cuyas raspaduras utilizan adivinos y curanderos en sus pócimas; el porqué de este tocado, se debe a que creen que les ayuda mediante sus dibujos geométricos privativos y otros adminículos personales, a mantener el tiempo necesario al espíritu y controlarle. Además del Nkaka, se incluían collares de cuentas específicos y caurís, brazaletes con forma de tortuga y pieles de animales.
El Kitobo es otro personaje relevante, es el sacerdote de ceremonias, y entre sus funciones destaca la de ofrecer libaciones de cerveza a lagos y terrenos, a petición de aquellos linajes que los poseen y que ven lo infructuoso de su trabajo cuando la tierra está yerma y no produce o la pesca escasea.
Determinados espíritus mostraban su poder mediante médiums propios, sin distinción de género. Al ser captados por el espíritu entrando en trance, este se manifestaba por su boca, adelantando imprevistos y delatando y localizando brujos y sus encantamientos.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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