Origen Luba
Este relato se basa en la tradición oral que dependiendo épocas y trasmisores diverge en algunos aspectos. Los estudios técnicos realizados posteriormente tampoco concuerdan con determinadas partes de la narración. No obstante sí se dan como verídicos determinados hechos.
El Mito, basado en estos hechos, establece la legitimidad de la sucesión Luba y hoy en día se sigue narrando como muestra de la importancia, repercusión y nobleza de su pasado. La primera versión escrita conocida, es de 1929, en resumen dice:
“En la tierra ancestral, no lejos de las fuentes del Zaire, ahora Congo, vivía un hombre, Kyubaka ‘Ubaka’, conocido como ‘el de los tocados’, pues gustaba de hacerlos, , y una mujer, Kibumba ‘Bumba’, que fabricaba útiles de barro, ‘la alfarera’, se conocían pues vivían cerca uno de otro. Un día en el que él buscaba plumas junto al río y ella agua, observaron cómo dos hienas se apareaban lo que les incitó a imitarlas.
Kyungu y Kabange
De aquello surgieron dos hijos gemelos, un varón al que llamaron Kyungu y una mujer a quién llamaron Kabange. Como establecía la tradición asentaron sus casas lanzando una piedra desde la casa de sus padres hacia el oeste, lo que repitieron sus hijos y los hijos de estos, poblando la zona. Entre aquellos nació Mwamba, que gustaba de perseguir al ‘Arco Iris’ por lo que luego le llamaron Nkongolo.
La madre de Mwamba o Nkongolo, se llamaba Seya y su piel tenía el color de la tierra húmeda. Vio que eso le servía para camuflarse o pasar desapercibida, se instaló cerca del río y se hizo con un afilado hierro con el que aprendió a fabricar útiles diversos.
Un día que cansado de correr tras el arco iris, Nkongolo se hallaba sentado, observó cómo unas pocas hormigas eran capaces de dominar a un enorme termitero que tenía enfrente. Lo que le llevó a pensar que tenía que llegar a ser un ejemplo y un gran líder. Su tesón le llevó a hacerse un hombre fuerte y formidable guerrero, creando un reino en el que implantó una capital, conquistando pueblos y subyugando enemigos.
Kiluwe Mbide
Kiluwe ‘Mbide’, ‘el cazador’, era un hombre con la piel del color de la noche profunda. Un día en que buscaba el perro de su hermana, penetró en el territorio ancestral, llegando hasta el reino de Nkongolo, subiéndose a un árbol para otear el territorio donde se había adentrado.
Al no conocer la zona no se dio cuenta que cerca estaban las hermanas de Nkongolo que al verlo, corrieron a advertir a su hermano con el que convivían. Nkongolo se acercó y, advirtiendo que debía ser un poderoso personaje, le ofreció acercarse a su casa y que se reconfortara de la travesía comiendo y bebiendo con él, lo que Kiluwe Mbide rechazó.
Fue el sirviente que acompañaba a Kiluwe Mbidi quién explicó que éste siempre comía y bebía solo y que nadie debía verle, pues era guardián del fuego sagrado que tenía en su hogar y esa era la premisa que para ello tenía impuesta. Por lo que pedía se respetara su promesa.
Entre los días que Kiluwe Mbide residió con su anfitrión, en un momento en que la camaradería parecía haber surgido, Nkongolo dijo una broma que hizo reír a su huésped, entonces observó que tenía los dos dientes superiores afilados en punta. Con gran imprudencia hizo un comentario, que a Kiluwe Mbidi le hizo sentirse ofendido decidiéndose por volver a su casa, al este.
hermanas de Nkongolo
Antes de irse, Mbidi, que sabía que podía haber preñado a las hermanas de Nkongolo, con las que este convivía, dijo que si los niños nacían con la piel oscura los tomaría como hijos, pero que si su piel era rojiza no se haría cargo.
Mbidi el día de su partida, en el altar al dios Mijibu Kalenga depositó dos bolas mágicas, una de caucho y otra de hierro, diciendo que se las diera a los niños si fueran de piel oscura y querían encontrarle, para que él pudiera reconocerlos. De vuelta a su casa, tras cruzar de nuevo el Zaire, Kiluwe Mbidi ordenó que ningún hombre de piel rojiza, el color de la tierra húmeda, atravesara su región.
Uno de estos niños, Kalala ‘Ilunga’, ‘el Guerrero’, nació negro, y ya de jóven demostró ser un formidable atleta y cazador. Siendo casi un hombre quiso jugar con su tío Nkongolo que había derrotado a todos derribando con gruesas piedras un palo clavado en un montículo, para lo que tomó inadvertidamente la bola de hierro con la que ganó, creyéndose invencible. Nkongolo, retó entonces a su otro sobrino, Kisula, a otro juego diferente, para lo que este tomó la bola de caucho. Kisula la pateó y la bola botó por la casa tirándolo todo, venciendo también a su tío en el juego.
Seya, la madre de Nkongolo, que asistía a la disputa, se río divertida al ver por primera vez perder a su hijo, pero este ofendido y ofuscado, mandó enterrarla viva.
Nkongolo
Kalala Ilunga, como normalmente se entretenía la gente, contemplaba absorto un día cómo unas hormigas cargaban con unas termitas que habían matado, alterado como estaba por el proceder de su tío, esto le indujo a acometer contra éllogrando matar a algunos de sus seguidores. Nkongolo, que guardaba rencor a sus sobrinos por sus derrotas, enfurecido, cargó contra Kalala Ilunga al que venció, obligándole a bailar ante él sobre una trampa con la que quería acabar con su sobrino, consistente en un profundo pozo con afiladas estacas al fondo disimulado con ramas y hojarasca. Pero el dios Mijibu Kalenga advirtió de todo a Kalala Ilunga que pudo huir ayudado por un amigo, Mungedi, con quien escapó al este en busca de su padre. En el trayecto Mungedi, que había sido herido, murió.
Nkongolo y sus hombres partieron tras Kalala Ilunga, pero al tener la piel roja no les dejaron atravesar el río Zaire. Obstinados, se pusieron a hacer canoas que se les hundían e incluso un puente, pero incapaces, no tuvieron más opción que volverse.
Kalala Ilunga al amparo ya de su padre, Kiluwe Mbidi, y en su poderoso reino, formó un ejército con el que fue a conquistar el de Nkongolo. Sorprendió a este intentando levantar una empalizada en la isla que formaban al confluir los ríos Lomani y Luguvu. Acosado, Nkongolo huyó hacia el rio Luembe, ocultándose en las cavernas de Kai. Al poco, una mujer que fue a lavar lo descubrió, dando cuenta a Kalala Ilunga, que apresó a Nkongolo y mandó ejecutar.
Kalala Ilunga
Según la tradición, ordenó que la cabeza y los genitales fueran amputados y colocados en una cesta sacralizada, siendo el resto del cuerpo echado a las alimañas. Pero cierta noche tras levantar el campamento dejaron olvidada la cesta en una aldea llamada Kimona y cuando volvieron por ella en su lugar había un hormiguero, lo que tomaron como una señal de que el espíritu quería quedarse allí, convirtiendose Kimona en la primera ciudad sagrada de los luba.
Kalala Ilunga creó y estableció una corte en Munza y se proclamó a sí mismo Mwine Munza, Señor de Munza, obligando a todos los pueblos adyacentes a pagarle tributo. Kalala Ilunga tuvo varios hijos de los que de dos queda constancia: Kazadi Milele, e Ilunga Mwila, pero este tenía el cuerpo cubierto de pelos como si fuera un animal.
Esto enervó a Kalala Ilunga que temiendo una maldición ordenó matarle, pero sus ejecutores, temeroso a su vez, escondieron al niño, engañando al padre. Mientras, el otro hijo, Kazadi Milele pereció realizando una misión encargada por su padre. Su cabeza, cortada, fue depositada a su vez en una cesta sagrada y se dejó en un pueblo llamado Shinta, que se convirtió en pueblo sagrado.
Cuando Kalala Ilunga ya creía que su estirpe estaba maldita y extinguida, le contaron el engaño e ilusionado y presuroso, mandó traer a su hijo, Ilunga Mwila, que sucedió felizmente a su padre y continuó la dinastía sagrada. Kasongo Mwine Kibanza o Kazongo, Señor de Kibanza, sucedió a Ilunga Mwila en el trono.
Ilunga Mpuji
Kasongo Mwine Kibanza, tuvo cuatro hijos todos con deficiencias físicas, por lo que no creía que ninguno fuera capaz de gobernar. Uno de ellos Ilunga Mpuji, cometió adulterio con la primera esposa de su padre. Los dos fueron ahogados en el río, junto con otro de los hijos que estaba incapacitado.
Pero no contaba con que sus espíritus, liberados, volverían convertidos respectivamente en leopardo, león y elefante, asolando el pueblo matando a la gente. Kasongo Mwine Kibanza consultó a Nkulu, el espíritu divino, que le indicó que colocara en cada encrucijada trampas con alimentos y cerveza; cumplido lo indicado pudo capturar a dichos animales y acabar con ellos. Kasongo Mwine Kibanza tenía predilección por uno de sus nietos, Kasongo Bonswe, hijo del hermano incapaz mandado ahogar en el río.
En cierta calurosa ocasión Kasongo Mwine Kibanza pidió a sus hijos que le trajeran agua, pero todos remolonearon y no lo hicieron. Kasongo Bonswe más dispuesto fue a buscarla, y de camino cogió miel de una colmena. Kasongo Mwine Kibanza agradecido y complacido por la disposición del muchacho le nombró su sucesor.
Cuando a la muerte de Kasongo Mwine Kibanza sus hijos se pretendieron sucesores, consecutivamente, ora en batallas o trifulcas o entre fauces y garras de animales, fueron al poco muriendo. Kasongo Bonswe accedió sin más problemas al poder y estableció su capital en Kabanda, que pasó a ser ciudad sagrada”.
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