Tchi Wara
Tchi Wara es la quinta etapa: Aquí entramos en el paradigma Bamana del simbolismo. Si en la anterior, lo que quisieron hacernos ver fue lo cotidiano del milagro, palabra de la que nosotros hemos perdido su sentido real.
Ellos siguen viendo como milagro que de una pequeña simiente brote un tallo con cien simientes idénticas a ella, que de un huevo salga un ave, que de la cabra salga un cabritillo y de la mujer, el hijo. Pensándolo solo un poco, quién no ve aquí un milagro, aunque estemos acostumbrados a que todo eso sea ‘algo más’, irrelevante por lo cotidiano.
Pero ellos no, saben que son misterios que guarda la Naturaleza y que casi siempre nos regala, aunque a veces, tal vez ofendida, nos castigue como tan solo ella sabe hacer. Sea como fuere resultan milagros indefinibles, y no hablo de cómo explicarlo, sino de la imposibilidad de copiarlo, milagros que conducen a ese misticismo que desborda el africano.
Somos capaces de hacer aparatos que nos dotan de innumerables posibilidades de interconexión, taxidrones sin conductor que nos trasladarán donde la mente piense o buses interestelares que nos llevarán de vacaciones al décimo sexto anillo de Saturno, pero esto no son milagros, es ‘magia’ pues tienen truco. Pero nadie aun, partiendo de cero ha creado una margarita, una mariposa o un hijo. De lo que ellos, también hoy, son plenamente conscientes.
Simbolismo
Para los Bamana, la Tierra es de sexo femenino y el cultivo es una penetración cargada de erotismo de la azada en el suelo. Esta quinta etapa, la del Tchi Wara, deja de lado lo místico para promocionar el esfuerzo y habilidad en el trabajo, valiéndose de símbolos que lo idealicen. Se dedica a enseñar las relaciones que guarda el ser humano con el cosmos y la interacción subjetiva de ambos con la agricultura. Hay que recordar que son pueblos sedentarios que lo son por dedicarse a la agricultura de la que viven.
No nos debe extrañar que todo: el cosmos, la relación con dios, la que se debe tener con los hombres y procurar que siempre haya brazos que ocupen huecos o incrementen la fuerza y dedicación, es prioritario y todo se encardina alrededor de este objetivo. Es, solicitar respetuosamente a la Naturaleza que nos deje ‘acariciarla’ y nos otorgue así esos frutos.
Aunque nada hay fuera de la religión, en este caso es tangencial, pues aquí priman el tesón la habilidad y la capacidad de esfuerzo. Esto nos habla de que son tiempos de pies en la Tierra y ya vendrá el tiempo de dar las gracias por la existencia. No es realmente una hermandad religiosa, más bien entra en la consideración de las cofradías de jóvenes Ton.
Referencia del Tchi Wara
Así mismo, Tchi Wara, hace referencia a una bestia mítica, mitad antílope mitad hombre, que percibió que al caminar, en su huella dejada en la Tierra si caía una simiente esta brotaba ofreciendo cien. Se puso por ello a abrir surcos con sus pezuñas insertando simientes, aprovechando sus frutos. Él repetía aquellos procesos en cuanto podía y por donde podía hasta que los hombres lo vieron y aprendieron. Él fue quien trasmitió la agricultura a la humanidad.
La hermandad le ofrece sacrificios de mijo y agua pura para obtener el beneplácito de los espíritus y que concedan que los cultivos prosperen y, que para ello, también aconsejen a los agricultores cómo actuar adecuadamente. Para esos rituales utilizan las cimeras alusivas a Tchi Wara, que danzan imitando al animal al inicio de los trabajos en los campos alentando a los hombres y cuando el trabajo termina y se vuelve a la aldea, allí están también ellas para ensalzar sus esfuerzos.
En ambos momentos, dos danzantes se presentan con cimeras en las que quedan patentes los géneros, el femenino y el masculino, pues saben que sin ambos es imposible engendrar, ni grano ni huevo ni cabritillo ni hijo. Por eso en estas representaciones son imprescindibles los ‘coros’ de mujeres, que acompañan a los dos danzarines ensalzando por sus nombres propios a quienes trabajan con denuedo como hizo el mítico Tchi Wara.
Objetivo
Este es el objetivo final, pero Tchi Wara no solamente glorifica, no es su principal premisa, pues el objetivo prioritario es alimentar al pueblo y para eso hay que saber cómo sacar buen partido al esfuerzo.
Para ello en esta etapa, se trata de enseñar a los jóvenes que se inician al trabajo comunitario en una serie de ciclos en los que se les trasmite el conocimiento sobre aperos, útiles agrícolas y cómo utilizarlos en cada caso; técnicas para mejorar el rendimiento y cierto dominio del fuego no solo para conseguir arreglar alguna herramienta rota, sino también para apagar incendios producidos por los rallos o quemar la broza sobrante.
Su premisa es que se desarrollen las cualidades físicas, preservando las morales del agricultor, de modo que su tesón y esfuerzo sean reflejo de su capacidad interior. Bereaw virgo segu bendugo manyanal, es un imprescindible ciclo de esta etapa, en que los jóvenes, de ambos sexos, deben aprender a controlarse y controlar, para lo que como si de un cuerpo de gendarmes fuera, y sin dejar de lado otras ocupaciones, los muchachos quedan adscritos cual milicia, entre 3 y 6 años y las muchachas entre 4 y 8, con la obligación de poner orden donde surja alguna disputa o alboroto.
Nos gusta hablar del concepto abstracto que los africanos dan a sus manifestaciones artísticas, que a la mentalidad europea de inicios del siglo XX, anclada en las reglamentistas normas grecolatinas, resultó sorprendente, encaminado a un buen número de artistas, que ya habían degustado otras culturas, sobre todo japonesas, a desarrollar otros modos interpretativos.
símbolos gráficos
Por otra parte, Tchi Wara, no es algo exclusivo de los Bamana y aun así, entre ellos mismos, varían sus formas en función de su ubicación.
Geneviéve Dieterlen, en su ‘Diccionario de las Mitologías’, subraya, a propósito de los símbolos gráficos recogidos entre las poblaciones originarias del Mandé, que:
“Para los Malinké, Bamana, Dogón, Bozo y Minianka, los primeros signos, cuyo número es 266, representan el ‘fundamento del conocimiento’ o Doni dyu, en bamana, la ‘semilla de todo conocimiento’ pero también y sobre todo Doni siya wo siya, el ‘fundamento de la creación’ ”.
Y nos sigue diciendo:
“El origen de todas las cosas, es decir, todas las cosas que han existido, existen o van a existir, está en los signos; el conocimiento salió de los signos. Se cree que estos signos provienen de un solo y único signo, Ti kele pe, llamado igualmente ´signo ardiente o caliente`, o ´signo base` Ti kalama, símbolo a la vez de la unidad y de la multiplicidad del Dios creador”.
Sogoni Kun
Sogoni Kun, literalmente “pequeña cabeza de antílope”, es una variante del Tchi Wara Kun, son usados por jóvenes miembros de hermandades Ton que reunidos para el trabajo comunitario, al finalizar gustan de danzar cantando entre músicas, es la celebración tras el ‘partido jugado’ con la Naturaleza sabedores que ella no les defraudará.
Los tocados varían en forma, reflejando su identidad, así como su región u origen.
A menudo enfatizan los largos cuernos del antílope y la elegante cabeza cónica, y pueden estar decorados con diseños calados perforados o patrones geométricos finamente incisados. A veces combinan características de antílopes con las de otros animales, como el oso hormiguero excavador de tierra, que encarnan cualidades esenciales para el éxito del esfuerzo agrícola.
En esas manifestaciones simbólicas usan siempre figuras de antílopes masculinos y femeninos, pues ambos géneros son vitales para la fecundación, sujetos sobre bonetes a modo de cimeras que se acoplan sobre la cabeza, son, ambas figuras, bailadas solo por hombres.
Aparecen siempre emparejados en sus danzas, imitando los movimientos de los antílopes, en los festivales previos a la siembra y posteriores a la cosecha, celebrándolo. Simbolizan la fuerza, pericia y habilidad que necesita el agricultor para obtener alimentos de la tierra.
las cimeras Tchi Wara
Cuando las cimeras Tchi Wara actúan al final de las cosechas, celebran la fuerza del individuo pero también la solidaridad del grupo donde aquel está integrado. Estas tallas suelen representar entre otros al oso hormiguero, un animal al que encuentran extrañas características humanas y reconocido como un zapador prodigioso; el hocico fálico del oso hormiguero refuerza, dicen, las “capacidades de los hombres agricultores”.
D. Zahan 1980 e Imperato 1970, nos dicen:
“Los hombres se enredan un pedazo de cola del oso hormiguero alrededor de sus brazos para asimilar la fuerza del animal durante su trabajo en el campo”.
Timba, la palabra Bamana para ‘oso hormiguero’, hace referencia también a la hoja o paño con que se desflora a la mujer. Su espalda encorvada y músculos en tensión sugieren posiciones y esfuerzos del acto sexual, similares a los necesarios para usar la azada. En muchas Tchi Wara, hay una figura humana femenina, que está por encima del oso hormiguero, que hace hincapié en estas relaciones simbólicas.
El Tchi Wara, cuando baila, dramatiza la exuberante fertilidad de los hombres jóvenes, pero a través del simbolismo del oso hormiguero. Algunas de las complejas relaciones de iniciación, durante el crecimiento, también se ejemplifican.
Las máscaras Tchi Wara Sogoni Kun
Las máscaras Tchi Wara Sogoni Kun con clara abstracción, suelen provenir de la región de los D’jola en Malí.
Pascal James Imperato al respeto de esto nos dice:
“El Sogoni Koun se originó entre los pueblos Wassalunke en el Wassalou, una región alrededor del río Sankarani donde se encuentran las fronteras de las modernas Guinea y Malí. Su atractivo llevó a su adopción por varias aldeas Bamana y Malinke de la región occidental, y el género finalmente se extendió ampliamente. Con el tiempo, esta danza, interpretada en las aldeas por miembros de agrupaciones de edad, o Ton, se transmitió aún más ampliamente para que se realizara en comunidades urbanas, incluida Bamako, la capital maliense.
Aunque Sogoni Koun y Tchi Wara coexistieron en muchas comunidades Bamana, la primera se desarrolló como una forma discreta de expresión, distinguiéndose por su propia coreografía, vestuario, acompañamiento musical y letras. Hay, sin embargo, similitudes importantes entre los dos: ambos utilizan tocados que retratan a los humanizados antílopes protagonistas, relacionados con el trabajo agrícola y se despliegan por las lindes en el entorno de los campos.
Tradiciones
Los puntos en común entre las dos tradiciones, junto con la mayor prominencia de Tchi Wara en toda la sociedad Bamana, han tenido en cuenta que el Sogoni Koun invariablemente se haya visto eclipsado por Tchi Wara en la literatura histórica del arte.
Los tocados Sogoni Kun, como los Tchi Wara, combinan características de antílopes con las de otros animales que son significativos dentro de la cultura Bamana, como el cerdo hormiguero excavador de tierra o el blindado pangolín. Los animales son observados en la Naturaleza por sobresalir en acciones que también son críticas para el éxito del esfuerzo agrícola y, por lo tanto, la vida Bamana. Mientras que el Tchi Wara es bailado por iniciados adultos de la hermandad homónima, el Sogoni Koun suele ser interpretado por los más talentosos bailarines de la asociación juvenil de la comunidad.
En la actuación, el denso traje oculta los cuerpos de los bailarines que se mimetizan con el animal imitando su ligero paso e inclinación hacia adelante. Según Imperato, antes de 1940, los festivales de asociaciones juveniles en los que aparecía el Sogoni Koun tenían lugar principalmente en diciembre, al final de la temporada de cosecha. El momento de las actuaciones más tarde cambió para que los eventos se programaran durante los meses de pre plantación y cosecha”.
Ciertas asociaciones Ton de jóvenes circuncidados y la de voluntarios del Gonzon hacen uso de tocados similares a los Tchi Wara llamadosN’Gonzon Kun.
…antílope, pangolín y cerdo u oso hormiguero.
Este icónico dibujo es una buena base de partida, aunque según dónde, incorporan o cambian animales. No deja de ser un modo de entender cómo está construida una cimera Tchi Wara.
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