Qué es una Ntadi
Ahora bien, ¿cómo reconocerían donde estaba el cadáver, para poder desenterrar el que se pretende y no otro? Pues obviamente del mismo modo que nosotros, colocando encima una estela funeraria. Eso es una Ntadi.
Y, ¿por qué de esteatita?, pues por pura lógica. Porque abunda, es fácil de trabajar, igual que la madera, pero no se pudre como esta. Dura seis veces seis años a la intemperie sin problemas.
Ahora vemos ntadi o tumba, con figuras representando actitudes modernas, con maquinas de coser e incluso transistores; las antiguas representan a mujeres con sus niños mamando u hombres con su distintivo jerárquico, mpu, en actitud pensativa. Lo que hace preguntarnos no solamente por qué, sino cuándo se hacían.
Sigo con mi opinión, en que entendiendo bien qué significa para ellos la reencarnación, estas figuras se hacían en vida y en el momento preciso en que se tenían los niños, se alzaba el individuo con dicha jerarquía, o él o la emprendedora acababa de comprarse la máquina de coser. Era un refrendo y recordatorio de tan importante día y posteriormente servía para reconocer dónde se le había enterrado a su fallecimiento.
Antiguas Ntadi
Las más antiguas de estas piedras, dice una investigación fundamentada, que se remontan a entre 1850 y 1930, aunque el primer etnólogo que las recolectó, Robert Verly en 1950, mantuvo que provenían de tradiciones centenarias.
Este período coincidió con el desarrollo de un comercio floreciente en el estuario del Congo, que enriqueció, posibilitando el retratarse, a los jefes con todos sus aditamentos, el mpu, bonete con cuatro dientes de leopardo, el collar de cuentas y el brazalete nlunga que identificaban su jerarquía, o a comerciantes africanos que habían conseguido prevalencia y disfrutaban de gran estatus gracias a los intercambios de diversos productos europeos a cambio de aceite o nueces de palma y marfil, amén de algún esclavo aunque ya estaba mal visto.
Les gustaba hacerse pasar por autoritarios dueños de esclavos, pero también como ‘hombres de su tiempo’, término muy utilizado en Angola, que querían demostrar sus nuevas habilidades, como que sabían leer y que estaban al día.
Parece que había dos canteras de donde extraer la materia prima para estas estatuas. La piedra se cortaba y tal vez devastaba in situ, y así el bloque, reducido, se llevaba más cómodamente al taller. Los que han accedido a estudiar numerosas de estas tallas y analizado los estilos, presumen que hubo hasta cerca de una veintena de talleres activos a la vez. La escultura se tallaba con una azuela y un cuchillo, mismas herramientas que en la de madera, lo que reafirma la idea de que eran el mismo grupo de artesanos.
Los talleres de artesanía
La competencia entre talleres llevó a especializarse y renovar los temas, de manera que los escultores supieron adaptarse a las demandas de sus clientes. Desde los más estrambóticos, como los modernos del transistor, motocicleta u ordenador, a los más antiguos y demandados, que incluían representaciones del ‘pensador’, que solían hacer alusión a gobernantes Boma o Bambona, uno de los muchos pueblos que constituyen la cultura kongo, o las maternidades ya comentadas que en el caso de la que se ve en la foto de más arriba, y tan sólo por el gorro que parece frigio, algunos dicen es la representación figurativa de Dona Beatriz Kimpa Vita, figurativa porque que yo sepa no tuvo hijos aunque sí adeptos.
Según la creencia Kongo, los cementerios son lugares para la confluencia entre vivos y muertos, y al enterrar a un difunto sus objetos personales se colocaban en la tumba de la manera como le gustaba evocando su memoria y facilitando así la comunicación con él. Era en estos sitios concretos de enterramiento, donde a los individuos especialmente respetados se les depositaban encima estos retratos idealizados que llamaban bitumba, en singular tumba, tallados originalmente en madera y posteriormente en piedra.
Respeto a los difuntos
El refinamiento de estas esculturas reflejaba el inmenso respeto otorgado a los individuos que representaban, mientras que su durabilidad les permitió ser admirados durante generaciones.
La figura masculina de la foto, como todas las conocidas, ilustra las virtudes duales tanto físicas como mentales, tan celebradas dentro de la cultura Kongo. La virilidad y fortaleza, la cara carnosa pero tersa y la parte superior del cuerpo son las de un individuo bien formado y sano, mientras que la postura de las piernas, llamada funda nkata, se asocia con líderes reflexivos que ponen el pensamiento por encima de la acción. En su cabeza, el mpu o bonete real, resaltado con cuatro garras de leopardo no solo asocia al gobernante con la fuerza y la astucia de este animal salvaje, sino que también evoca los cuatro puntos cardinales de la cosmología de los Kongo. Al llevar esencialmente así el mundo en miniatura, indica su comprensión de la cosmovisión Kongo y su lugar dentro de ella.
La cabeza inclinada y los ojos bajos sugieren introspección o reflexión, y de hecho recostar la cabeza en la mano es un signo de duelo entre los Kongo. En este contexto, el gesto se puede leer como:
Kyaadi ya bantu yina me bikana. ‘Esta es la figura sentada de alguien a quien se merece recordar’. Simplemente para ellos, Tumba.
No se intentaba por lo tanto, hacer retratos fidedignos, sino reflejos de cómo los retratados querían ser recordados.
esteatita o ntadi
- a: Estela tumba, maternidad o phemba, de esteatita o ntadi, en la posición de piernas funda nkata y con la cabeza vuelta aludiendo a la introspección.
- b: Estela tumba, maternidad o phemba, de madera y muy antigua, en la posición de funda nkata.
Coincido con muchos estudiosos, en que hay un cierto aire oriental en estas piezas, como cierta serenidad y delicadeza de gesto. Tal es el caso igualmente de muchas máscaras de las que comercializaban los vecinos mpongwe y que tanto critican por ello los expertos, tal vez la cercanía a la costa tenga algo que ver.
Lo difícil es saber si hay en estas piezas influencia europea: si las más antiguas son de época portuguesa, podría decirse que sí; pero si son posteriores, cercanas o posteriores al siglo XVIII, nos hallaríamos ante creaciones únicas, realizadas según sus gustos, por este pueblo tan polifacético como culto.
Los kongo en momentos puntuales tuvieron que pedir ayuda a Portugal para defenderse de un pueblo de guerreros, los ‘espartanos negros’ para muchos, que les atacaban sin respiro: eran los llamados jagga, que muchos estudiosos, no sé yo si con razón, ven como antepasados de los actuales yaka, precisaremos esto más adelante; como de los teke, yaka, n’kanu, suku y resto de pueblos que componen este heterogéneo grupo de los que en su apartado correspondiente hablaremos uno por uno.
Hablaremos de todo, también por tanto en lo referente al arte, pero en mi opinión, que no todo el mundo comparte, como en nada influyeron en las obras kongo, tal vez sí a la inversa, nada expondré aquí referente a ellas.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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