Introducción
Tenemos disponibles textos concretos sobre diversas industrias como: “la metalurgia: fragua y forja africana” – “Textiles africanos” – “El barro y las terracotas africanas” por ejemplo, por lo que intentaremos explicar algo aquí pero sucintamente y no como en esos textos que creo pueden ser de los más extensos que sobre esos temas se pueden encontrar.
Veamos algunas ‘industrias’ y datos:
El sistema decocción en pozo se remonta a entre 29.000 a 25.000 años a.C., es por tanto el método más antiguo usado en la cocción de cerámica. La técnica del horno data del 6000 a.C., datación efectuada a un horno que se encuentra en Yarim Tepe en el Iraq de hoy. Los hornos alcanzan más altas temperaturas con un gasto en combustible mucho menor, por lo que suplieron a la técnica del pozo en casi todas partes, menos curiosamente en África, donde aún se mantiene.
Jacobson-Widding 1992
Jacobson-Widding 1992, y Gosselain 1999, nos dicen:
“En el África subsahariana la cerámica está investida de una gran importancia simbólica. La pieza está rodeada de rituales y de prohibiciones y varios pasos en la secuencia de producción sirven como metáfora para interpretar y actuar sobre ciertos aspectos de la experiencia humana.
La gente hace uso metafórico del vocablo cerámica, para referirse a transformaciones como el paso de elementos naturales a la diversidad de opciones que mediante ella podemos acceder, bien por conceptos culturales como por necesidades primarias. Sirva como ejemplo la transformación de lo seco en húmedo, lo crudo en cocido, lo impuro a puro, todo a través de la operación de calor, o metafóricos para conmemorar el aislamiento y la destrucción, para designar las cavidades corporales, o para discutir conceptos como espíritu o la concepción”.
Gosselain 2000 a su vez nos dice:
“Por otra parte, a la tradición original de su creación se le suman los ‘agregados socio técnicos’, una mezcla intrincada de las invenciones, los elementos prestados, y las manipulaciones que muestran una propensión sorprendente de redefinición de los individuos o grupos locales”.
el alfarero
Él o la ceramista fueron los ‘señores del fuego’, posiblemente los primeros que lo utilizaron para crear. Tal vez intentando calentarse o cocinar, alguien pusiera junto o sobre el fuego un recipiente de barro crudo, y alguien, al cogerlo, se quemó dejándolo caer rompiéndose en pedazos, pero dándose cuenta que había adquirido una textura y dureza especial.
Esto condujo a que el alfarero adquiriera no solo y paulatinamente técnica suficiente para avanzar en tiempos, calorías y conocimiento sobre la materia prima, sino también a diversificar sus conceptos sobre lo útil, lo práctico y lo bello, dando opciones a su inteligencia y creatividad con líneas funcionales, sociales o simbólicas, creando asociaciones multifacéticas entre los estilos tecnológicos y la identidad social.
Antes se ha hecho referencia al primer personaje que dominó el fuego, tal vez no fuera el herrero. Dominar no es utilizar sino conseguir objetivos o producir.
Pudo ser todo, como casi siempre, producto de una casualidad. Las teorías sobre el origen del barro o tierra cocida, parten de trozos de tierra endurecida que se encontraban bajo los fuegos con que se calentaban, alumbraban y posteriormente donde asaban la caza. Entre cada paso decenios y entre que notaran que la tierra de abajo se calentaba y cocía, tras el agua que antes le caía encima por algún descuido o a saber, seguro que siglos. Pero no tratamos ahora de eso.
Cerámica Bamana
Hemos visto anteriormente cómo elaboran y ‘cuecen’ sus útiles cerámicos y hasta como los impermeabilizan, pero estamos en un entorno donde las culturas fluyen y con ellas el conocimiento que da paso a que la técnica florezca. El sistema es simple, se busca una tierra arcillosa bien tamizada ya en sus sedimentos, se retira del sitio y en el ‘campo de trabajo’ se amasa añadiendo un poco de agua de manera que permita deslizar bien las manos pero manteniendo una textura que no descuelgue el barro que manejamos entre las manos, esto permite retirar las pequeñas piedras u otros restos que impidan la homogeneidad de la ‘madeja’ de barro que vamos amasando.
En principio no tenían, siguen sin usarlos, tornos de alfarero, sino que colocan la pella o madeja de barro sobre un paño húmedo colocado en el suelo, las primeras madejas formarán la parte mayor del diámetro de la vasija que irá mermando formando en su cúspide, semiplana, lo que será el fondo.
La mujer, casi en exclusiva, puede realizar una serie como esta que ella sabrá calcular, en función de la temperatura ambiente del día, los riesgos de lluvia, raro estos trabajos se hacen en la estación seca, u otras causas.
Cuando note que esa parte, húmeda aún pero con consistencia suficiente, le ira dando la vuelta para partiendo de ese máximo diámetro que se le ha dado, continuar dando la forma cerrando la vasija hasta llegar a un tope donde considere que irá la boca de dicho útil.
Proceso de elaboración de la cerámica Bamana
Ella sabe en qué momento hay que refrescar, humedeciendo, todo el conjunto lo que le permitirá ir decorándolo, unas veces utilizará un rascador con el que hacer incisiones, otras una cuerda que rodeando el útil le permita hacer uno o varios rodales homogéneos, o añadir finos cordeles de barro que regruesen determinadas partes.
Estos suelen utilizarlos para dar fortaleza a la pieza, a modo de cinchas o cinturones, una vez cocidos. Aunque como todo esto último lleva su tiempo, suelen hacerlo esporádicamente o bajo pedido, siendo mayoritariamente sencillos pues tampoco hay mucho con qué pagar.
Una vez terminadas, las vasijas se ponen al sol a que se sequen, lo que dadas las temperaturas es un día, tras lo que se llevan a cocer.
Cocidas no quiere decir que no resuden y pierdan liquido por la capilaridad de poros que no hayan cerrado bien, por lo que no todas, ni antes de que percibieran que si se introducen por completo en determinados charcos o pozos que los cubran, cerca del Niger, y se vuelvan a dejar secar al sol, estos recipientes adquieren una capa que los impermeabiliza, lo que ahora se sabe es por las partículas ferruginosas y determinadas sales que lo fijan que arrastran los sedimentos de su rio, el renombrado Niger.
En determinadas piezas más delicadas .consiguen añadir un engobe rojizo, sacado de ese óxido de hierro, que se debe trabajar en un paso previo en el que la pieza casi se pule a mano.
Historia de los objetos cocidos
No queda claro qué gentes de qué pueblo fueron los primeros en el Mandé en conseguir el primer objeto de tierra cocida, tal vez no importe pero permitidme un símil tal vez excesivo: “no importa porqué esta nueva técnica se extendió como el fuego en un campo de mijo seco”, aunque medido en el tiempo real tal vez transcurrieran siglos.
El porqué queda claro, la utilidad era palpable y la necesidad de lo útil hizo que se desarrollara rápidamente e incluso que se probaran a la par diversas técnicas para mejorar su fabricación y diversas posibilidades, pero dejando atrás los orígenes y yendo a lo básico… Tienen definiciones precisas como por ejemplo: El nombre dado al barro cocido al sol es Ferey. Un ‘cilindro de barro’, así cocido Ferey Djenné, derivado del sistema empleado en la famosa Mezquita utilizando ese ‘cilindro’ de forma similar a un ladrillo.
El cilindro o ladrillo para el hombre blanco Toubaboy Ferey. Y por qué esa diferenciación, os preguntareis muchos. Sus vecinos, los Bozo, estaban considerados los mejores albañiles, y utilizaban para el ferey tradicional, barro, paja, excrementos de animales y su propio orín para amalgamarlo, dado que la urea proporcionaba un efecto hidrofugante, aunque ellos obviamente no sabían por qué, haciendo más resistente el ladrillo ante las ocasionales pero torrenciales lluvias. Esto no gustaba a aquellos primeros colonos, que tampoco creían en esa facultad, y obligaban a hacer sus casas con adobe, sin excrementos ni orín.
Kalabougou
Kalabougou es hoy la población del sur de Malí tal vez más conocida por sus artesanos ceramistas que curiosamente se dice son las mujeres de los herreros como si de repente todos los hereros se hubieran concentrado allí, tras sus mujeres. Aparte de márquetin o tal vez dentro de él, hay una realidad, eran las mujeres de los herreros acostumbradas como nadie a controlar el fuego, su intensidad y gradación las que hacían y cocían las ollas, útiles y cachivaches utilizados habitualmente en las casas, para cocinar y mantener líquidos.
El proceso lo tienen bien definido: saber qué tipo de vasija es más útil para cada necesidad y elaborar partiendo de ‘madejas’ de barro bien tamizado cada tipo, no es lo mismo algo para cocinar la comida familiar, que guardar agua para beber o el recipiente para leche o cerveza.
No se hace un hoyo sin más, la experiencia les da ya unas medidas, tanto en diámetro como en profundidad, de manera que se dé cabida al combustible calculado para conseguir la temperatura ideal para el número de vasijas calculado para que todo sea rentable.
El combustible
El combustible es importante y distribuirlo convenientemente más: consta de leña, estiércol, y hojarasca. Es importante que al colocarlo se permita el paso al oxígeno, debe estar aireado y no comprimido y lo normal es colocarlo en orden inverso a su combustión, o sea la primera capa sería de hojarasca, la segunda de estiércol y al final la leña, aunque es muy útil volver a colocar sobre este sándwich una última capa de estiércol.
Sobre todo esto se colocan las ollas crudas, sobre estas estiércol que sirva de almohada y se tapa el pozo con fragmentos de ollas cocidas rotas, leña, estiércol y hojarasca. Ya se puede prender fuego que correrá rápidamente por toda la hojarasca formando una bola que prendera el estiércol con mucho poder calorífico pero dilatado en el tiempo para al final prender en la leña. El conocimiento también implica saber colocar la leña en función de su tipo de combustión.
Alfarería o Cerámica
Esto permite alcanzar entre 850 a 1200º grados, suficientes para este tipo de vasijas y su función, por lo que los muy técnicos no llamarán a esto cerámica sino alfarería y a su producto loza. Antes de sacar del pozo, se necesita de un tiempo de enfriamiento, no solo porque quemen, sino porque un cambio brusco de temperatura puede hacer que quiebren, frías ya, se pueden sacar y limpiar del negro de humo, y a veces y según qué piezas se pueden frotar con determinados sistemas para incluso dar en todo o parte de la vasija un acabado pulido, que hace resaltar los varios tonos o el rojo del engobe.
En Kalabougou, sur de Malí, se mantiene un ‘montículo de cocción’ que no es otra cosa que, un ‘pozo de cocción grande’, que usan aun realizando un tipo de recipientes ‘comerciales’, en manos de una especie de cooperativa de las mujeres del pueblo. En él se cuecen las vasijas de distintas mujeres, pero casi todas relacionadas entre sí por lazos familiares propios o de sus maridos, lo que no quiere decir que cada mujer no sea responsable de su propio trabajo.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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