los Biteki
A los anteriores objetos, originariamente, se les llamaba teki o teke, parece que no hay dudas de que los BaTeke fueron los primeros en utilizarlos y en su transitar los propagaron, digo esto al final porque muchos habréis observado o tendréis figuras, tallas u objetos, digamos que ‘desnudos’, sin hierros ni ningún otro tipo de elementos, estos son Biteki para todos, sean kongo, songolo, sundi, vili, yombe y por supuesto teke; todos los interrelacionados.
Estos biteki no solo están en colecciones, también en museos, y hay dudas de porqué se presentan así, sino dudas sí interpretaciones. Es claro que se encuentran en mercadillos de todo el mundo más estas figuras, hechas para este fin, que fetiches reales, que todo hay que decirlo se siguen haciendo pues ni la superstición ha cesado ni la necesidad de implorar soluciones tampoco. O acaso no se siguen manteniendo sinagogas, iglesias o mezquitas.
Olfert Dapper
Aunque se alargue este tema, y cabría incorporarlo al de filosofía o modus vivendi, creo que debo poner una serie de anécdotas o relatos de los que por allí pasaron, muchos se quedaron, y lo dejaron escrito; entre otras cosas porque nos dan idea de su antigüedad y las diversas maneras en que los utilizaban.
Olfert Dapper relata un ritual:
“Se reunieron en una colina llevando un gran n’kisi para cerrar el trato con un juramento. Cada una de las partes lleva una hoja de hierro o un cuchillo que atan con cabellos… besan bien el filo y observan el conjunto diciendo: ‘Nos enfrenta una gran ira, pero si está apaciguada ven a confirmarlo y deja que vivamos en paz. Si no deja que nos devore el N’konde’ ”.
Dapper, 1676 y Merolla, 1683 trataron a los fetiches como: “Imágenes del demonio rudamente talladas en madera y cubiertas con trapos sucios”.
Pigafetta afirmó que: “Existen muchas imágenes diversas de Cristo, de la Virgen Madre y de otros santos traídas al Kongo por los portugueses”.
crucifijos e imágenes de santos
La asimilación de estos objetos por parte del pueblo no fue, sin duda, tan fácil y pacífica como pensó Pigafetta. El rey, dijo, reunió a su pueblo y: “En lugar de sus ídolos que antes reverenciaban, les dio crucifijos e imágenes de santos, para que nunca más recordaron su creencia anterior en los ídolos falsos y mentirosos”.
Dapper, en 1676, vio la situación de manera más realista al afirmar que la gente en el Kongo tenían ‘dos flechas en sus arcos’, las católicas y las paganas, mezclando los objetos de ambos rituales. Esta situación todavía existía en algunas áreas en el siglo XIX. Ya capitán, Tuckey, en 1816, vio en Noki, en la región de las cataratas, que:
“Los crucifijos dejados por los misioneros estaban extrañamente mezclados con los fetiches nativos, lo que no parecía haber mejorado en nada a la gente, esta mezcla de idolatría cristiana y pagana”.
Santu, tal vez del portugués, era el término utilizado para cruces y crucifijos utilizados como amuletos para traer suerte en la caza, y sin duda para otros propósitos, lo que demuestra que el período de sincretismo no fue breve.
Tata Nsiesie
Tata Nsiesie observó una predilección especial por las pequeñas imágenes de cobre de la Inmaculada y de San Antonio. Las mujeres kongo embarazadas colgaban sobre su pecho imágenes de este último, solicitándole un hijo o una hija, de acuerdo con el tipo de ofrenda. A inicios de 1880, J.H. Weeks recibió de una muchacha una escultura de estas, en cuya familia había estado varias generaciones, considerada como un fetiche.
El documento, considerado como tal, del teniente J. K. Tuckey de 1816 es el más antiguo conocido que habla sobre figuras con hierros del Bajo Congo. En él habla de Dapper, afirmando que este en el siglo XVII recopiló, en sus descripciones sobre Loango, Kongo y Angola datos muy detallados sobre objetos y rituales africanos, menciona el uso de clavos y láminas de hierro solo en relación con una olla llena de tierra con trapos colgando.
HM Stanley, 1895, describe como el teniente J. K. Tuckey, 1816, decía que: “Tenían una apariencia feroz y aspecto de espantapájaros”.
J.H. Weeks y W.H. Bentley
J.H. Weeks y W.H. Bentley cuentan en sus obras que los misioneros tanto católicos como bautistas de finales del siglo XIX, los consideraban: “Indecentes”. A lo que A.J. Wauters añade que: “Eran francamente obscenos”.
Muchos objetos no africanos entraron al país. “Todos los misioneros llevaban consigo un cofre que contenía todas las cosas necesarias para el santo sacrificio”, dijo el capuchino Denis de Carli.
los bakongo
John H. Weeks, quien estuvo con los bakongo durante treinta años a partir de 1882, dio datos muy detallados sobre la función de los min’kisi. Describió profusamente la actividad de un nganga concreto, el nganga n’kosi, ‘doctor león’, a quien se apelaba a veces por quienes habían sido robados, para que maldijera al desconocido ladrón con un enfermedad pulmonar.
Si alguna persona padecía una enfermedad pulmonar y todos los remedios fallaban, se creía que la persona era el ladrón y se llamaba al ‘doctor león’. “Entonces…, dice: …utilizó su fetiche primero para la acción llamada loka e n’kisi y luego para la llamada lembola e n’kisi. En kikongo, loka significa ‘matar o dañar a alguien’ o ‘la fuerza destructiva’, mientras que lem bula significa ‘despegar, limpiar o curar’. Lo que se empleó por ejemplo en el caso de la Maramba de Battell para dos acciones contradictorias: acusar y sanar*15”.
* Nota 15: Claramente Weeks alude aquí a la dualidad que tienen los fetiches, y su nihilidad en cuanto al bien y el mal, y solo a esa interpretación que se les pide.
Ebunze N’kisi
Continua:
“La imagen, llamada Ebunze N’kisi produjo y curó apoplejía y fue utilizada por los ladrones como protección en un robo. La imagen utilizada por Nganga Mbambi infligió y curó úlceras profundas. El muy poderoso Nzaji N’kisi podía proteger y matar con un rayo y dar y curar una enfermedad de la piel; finalmente se empleó para someter a los esclavos y atarlos a sus amos.
Dapper en el siglo XVIII vio un N’kisi N‘kosi, el león,con forma de hembra, que mencionó al tratar con los ribereños del Loango. En la década de 1930, Van Wing dio una descripción detallada de ambas formas de N’kosi, siendo la femenina un saco y la masculina una figura antropomórfica. En la presentación de Dapper, los N’kosi se utilizan como protección contra los rayos y las enfermedades. Los Mpangu en el área de la misión de Van Wing en Kesantu, por otro lado, usan a N’kosi para detectar y matar ladrones y a Ndoki, y en la sociedad de iniciación Kimpasi contra los miembros desobedientes.
el N’kosi
Se cree que el N’kosi, habiendo detectado al enemigo, lo mata aplastándolo para que toda la sangre abandone gradualmente su cuerpo. La misma cruel visión se refleja también en la salmodia de encantamiento del macho N’kosi observado por Van Wing. Frases como Kimenga kyaku dia, ‘beber su sangre’, Zeka nsingu, ‘girar el cuello’ o Uonda ¡matar!, contrastan directamente con la figura masculina pacífica que fue publicada por Van Wing y que no revela ni en su medio ni en su composición y tratamiento escultórico rastro alguna de una expresión amenazadora.
La apariencia más terrible se atribuye a las figuras de los hierros. Mbanzangola, un n’kisi con hierros que pertenecía y utilizaba solo al nganga y nunca una persona privada, actuaba de forma destructiva, aunque a veces, sin embargo, se menciona como un fetiche curativo. A. Maesen designa su papel como ambivalente*16”.
* Nota 16: Vemos que insiste en lo anterior, la variedad y la doble utilidad, amparándose además en anteriores etnógrafos. Evidencia su polivalencia y el no perder funcionalidad ni degenerarse en el transcurrir del tiempo. Aunque misionero, se sabe que tenía grandes conocimientos de medicina.
los Nkita
Hemos visto antes que un cuerpo humano no es el habitáculo normal de un espíritu, sino que para los Nkita, los de la naturaleza, lo es el agua. Y es aquel que se hace su amigo mediante obsequios como rituales y ofrendas el que les hace entrar en el fetiche. Sin embargo, en su creencia, esos espíritus pueden elegir un humano para vivir en él, provocándole enfermedades específicas.
El enfermo entonces debe solicitar un exorcismo, utilizando un nkisi ya existente, este ritual tiene como objetivo transferir el espíritu patógeno a otro lugar, a un nuevo nkisi elaborado con esa intención. Durante el ritual de exorcismo se recubre al enfermo con polvos rojos de túkula, color de los espíritus nkita, también se toma una porción que contenga ingredientes llamados mbumbi masa extraídos del fetiche personal del curandero, según esta fórmula de posesión la persona enferma queda incorporada al nkita.
Luc de Heusch
Luc de Heusch 1927 a 2012, antropólogo y profesor belga, subraya esta inversión precisando: “No es el enfermo el que absorbe al nkita, es el nkita el que se apropia del paciente enfermo”.
Y nos dice:
“Este espíritu al comienzo reside en la naturaleza, luego puede residir en tres lugares: en las aguas, en la tierra o en el cielo. Una vez capturado pasa a habitar el fetiche n’kisi, Sin embrago cuando un nkita reside en un cuerpo humano que no es su sitio, se produce desorden y enfermedad. Entonces el segundo fetiche permite restaura el orden y la salud”.
“El espíritu cautivo en un fetiche es al espíritu de la naturaleza en las aguas, lo mismo que el animal domesticado lo es al mismo animal en estado salvaje. El lugar que conviene al animal salvaje no es la aldea, un lugar humano, al igual que el cuerpo humano no es el lugar apropiado para un espíritu de la naturaleza. Y a la inversa, del mismo modo igual que un animal domesticado puede servir a su amo en la aldea, el espíritu capturado y domesticado en un fetiche puede servir al amo humano sea el curandero o el paciente sanado. El lugar de la presentificación del espíritu es pues crucial. Decide el orden o el desorden, la salud o la enfermedad”.
mvuala
No sólo de fetiches se nutre el arte cultural kongo, y como ejemplo vemos otras hermosas tallas, por ejemplo, un mvuala o cetro con una mujer atada de manos en la espalda pero con abalorios: simboliza a la reina o mujer de alto dignatario cuya descendencia queda opacada por adulterio, pero su dignidad le permite ser ejecutada decapitándola con espada, es un emblema de dignidad y advertencia; aunque otra lectura agrega que ante conflictos armados con enemigos u otros pueblos, los perdedores eran sujetos a esclavitud y la mujer de más nivel del rey o jefe, como emblema supremo del poder del manikongo, también de los pueblos limítrofes, era representada así pero pasaba a ser concubina del rey y engalanada como quien más, exhibida como trofeo y manifestación del conquistador en un cetro, haciendo gala de su poder, capaz de dar lo que el perdedor no ha podido.
Bakama ta mwinya, son las ‘novias de un día’, delicadas esculturas, y máscaras, de jóvenes mujeres en actitud genuflexa utilizadas especialmente por sociedades de hombres jóvenes que se encargan, manu militari, de guardar el orden social y moral.
Juanjo Andreu
Profesor de Bellas Artes y comisario cientifico de arte tribal africano
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